Viajes al espacio y dos tiros en la cabeza: la gran estrella de las elecciones podría ser Mark Kelly

El candidato demócrata por Arizona es un astronauta cuya esposa, la excongresista Gabrielle Giffords, sobrevivió a un tiroteo en 2011. Este martes podría hacer historia al ganar en un estado tradicionalmente republicano

El candidato demócrata al senado Mark Kelly y su esposa, la excongresista Gabrielle Giffords, fotografiados durante un mitin en Phoenix, Arizona, en octubre de 2020.Courtney Pedroza (Getty Images)

El 8 de enero de 2011, el astronauta de la NASA Mark Kelly (Nueva Jersey, 1964) recibió una llamada mientras charlaba con su hija en su casa de Houston (Texas). Media hora antes había hablado con su mujer, la congresista demócrata Gabby Giffords y supuso que era nuevamente ella. Esa mañana Giffords celebraba un evento en Tucson (Arizona) llamado Congress on Your Corner, un encuentro informal con sus conciudadanos que generalmente se celebra en centros comerciales y tiene como fin acercar la política a las calles y conocer de primera mano los problemas de los vecinos. Esa cercanía con los votan...

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El 8 de enero de 2011, el astronauta de la NASA Mark Kelly (Nueva Jersey, 1964) recibió una llamada mientras charlaba con su hija en su casa de Houston (Texas). Media hora antes había hablado con su mujer, la congresista demócrata Gabby Giffords y supuso que era nuevamente ella. Esa mañana Giffords celebraba un evento en Tucson (Arizona) llamado Congress on Your Corner, un encuentro informal con sus conciudadanos que generalmente se celebra en centros comerciales y tiene como fin acercar la política a las calles y conocer de primera mano los problemas de los vecinos. Esa cercanía con los votantes y una política centrista habían conseguido que encadenase tres mandatos en un estado eminentemente conservador. Según la web Politico, Giffords era “una estrella en ascenso en la política del suroeste, un prodigio político con una sonrisa siempre dispuesta y una profunda devoción por el servicio público”. En 2000, en plena victoria de Bush Jr., había cambiado a los republicanos por los demócratas, pero nunca había tenido problema en cruzar el pasillo para negociar con unos y otros las políticas en las que creía: principalmente, cuestiones de medio ambiente, inmigración, investigaciones médicas con células madre o fuentes alternativas de energía. Era una política tan tenaz como conciliadora.

Pero la voz al otro lado de la línea no era la de su mujer. “Estaba en casa en Houston con mis hijas. Claire estaba durmiendo y Claudia y yo estábamos hablando cuando sonó el teléfono. Era la jefa de personal de Gabby, Pia Carusone, llamando desde Washington para decir que habían disparado a mi esposa. Eso era todo lo que sabía. La escuché con calma, pero totalmente conmocionado, y terminé la llamada en treinta segundos”, escribió Kelly en su libro Enough: Our Fight to Keep America Safe from Gun Violence. Quince minutos después volvió a sonar el teléfono y pudo saber más: su mujer había recibido dos disparos en la cabeza y se debatía entre la vida y la muerte. Un veinteañero llamado Jared Lee Loughner le había disparado dos veces; el tiroteo había dejado seis muertos –entre ellos una niña de nueve años y un ayudante de Giffords– y trece heridos.

Cuando Gabby y Mark se casaron ambos sabían que no tendrían un matrimonio convencional. Los dos viajaban habitualmente, ella por todo el estado y él por el espacio exterior. De la misma manera, asumían que los dos corrían riesgos. Giffords había recibido amenazas por criticar la ley antiinmigración de Arizona y su despacho había sido destrozado tras votar a favor de la reforma sanitaria de Obama, un voto que la llevó a ser incluida por la candidata a la vicepresidencia y miembro del Tea Party Sarah Palin en una lista de candidatos demócratas a los que había que derrotar. Para señalarlos en el mapa, Palin utilizó el símbolo del punto de mira de un rifle.

A Kelly el peligro tampoco le resultaba ajeno. En aquellos momentos era un reputado astronauta que se entrenaba para comandar el último vuelo del transbordador espacial de la NASA previsto para cuatro meses después, pero antes había sido un miembro del ejército que había volado en 39 misiones de combate en la Operación Tormenta del Desierto.

Gabrielle Giffords, junto a su marido, el astronauta Mark Kelly, en una imagen sin fechar.REUTERS

Él y su gemelo Scott se habían criado en Nueva Jersey y eran hijos de un matrimonio de policías. Después de graduarse en la escuela secundaria, Kelly obtuvo una licenciatura en ingeniería marina y ciencias náuticas de la Academia de la Marina Mercante de los Estados Unidos. Al año siguiente se convirtió en piloto de la Armada y en 1996 la NASA seleccionó a ambos hermanos para ser pilotos de transbordadores espaciales. Kelly participó en cuatro misiones espaciales y en un curioso experimento para mostrar cómo afectaba la permanencia en el espacio al cuerpo humano. Le tocó la mejor parte: mientras su hermano Scott debía permanecer en el espacio durante casi un año, él era monitorizado haciendo su vida normal en Arizona.

Habitualmente, era Kelly que exponía constantemente la vida en su trabajo, no su mujer. Sin embargo, ahora estaba volando rumbo a Tucson sin saber si llegaría a tiempo de verla con vida.

En un artículo de The New York Times sobre su boda, sus amigos habían definido su historia de amor como digna de Frank Capra, aunque quizás habría sido más propia de Nora Ephron. Kelly y Giffords se conocieron en 2003 durante un viaje a China organizado por el Comité Nacional de Relaciones entre Estados Unidos y China. Se cayeron bien, pero se limitaron a hablar de trabajo: él estaba casado y tenía dos hijas, y ella salía con un compañero. Al año siguiente ella fue la encargada de organizar el mismo evento en Arizona y volvieron a encontrarse, pero ahora Kelly estaba divorciado. Pasearon, compartieron confidencias sobre lo complicado que era combinar el trabajo y las relaciones y él la impresionó al ser el único del encuentro capaz de atar a dos becerros (las cosas que se hacen por amor en Arizona).

Las llamadas y los correos fueron solidificando su amistad y, cuando Giffords rompió con su novio, llamó a Kelly y le propuso una cita tan peculiar como inolvidable. “Tengo que ir a la Prisión Estatal de Arizona’, me dijo. 'Necesito visitar el Corredor de la Muerte. ¿Quieres venir conmigo?” cuenta Kelly en Gabby: Una historia de valor y esperanza. Giffords estaba trabajando en una legislación sobre la pena capital y quería conocer el proceso de primera mano. “Y entonces llegamos al corredor de la muerte, donde Gabby hizo preguntas detalladas e inteligentes y yo me comporté como un turista pidiendo entrar a la cámara de gas. Me senté y cerré la puerta. Solo quería ver cómo se sentía al estar allí”. Temió haberle parecido un idiota. Sin embargo, ella le pidió otra cita.

En consonancia con los ideales de ambos sobre la protección del medio ambiente, en su boda, celebrada tres años después en una granja orgánica, todo fue biodegradable o reciclado, hasta el traje de Vera Wang de la novia. En el anillo de bodas Kelly le escribió una frase de una canción de los Goo Goo Dolls: “Eres lo más cercano al cielo que he estado” –pocas veces esa frase habrá estado más cargada de significado–. Los dos estaban tan ocupados con sus trabajos que no pudieron ni celebrar su luna de miel: “La mayor cantidad de tiempo que hemos pasado juntos es probablemente un par de semanas seguidas”, escribió Kelly sobre su vida en común tras el matrimonio. No imaginaba cuánto iba a cambiar su historia en común.

Mark Kelly toma la mano de su esposa, Gabrielle Giffords, en el University Medical Center de Tucson (Arizona) en 2011 después de que ella fuese víctima de un tiroteo.Handout (Getty)

En un principio, los médicos pensaron que Giffords no saldría del coma, pero una semana después estaba despierta y en la rehabilitación mostró el mismo tesón que en su trabajo. Aún hoy tiene dificultades para andar, el brazo derecho paralizado y está parcialmente ciega, pero eso no le impidió acudir ese mismo año al congreso para evitar que el país se viese obligado a declararse en suspensión de pagos. Apenas habían pasado unos meses desde el tiroteo y fue recibida por ambas bancadas con aplausos. Eran otros tiempos menos partidistas. Hoy, cuando ni la muerte de figuras como la del senador John McCain o la jueza Ruth Bader Ginsburg están libres de polémica, cuesta pensar en gestos así. A principios de 2012 dimitió de su escaño y se centró en su recuperación.

Seis meses después de aquel trágico día de enero, Kelly abandonó la NASA y se trasladó definitivamente a Tucson para dedicarse en cuerpo y alma a su esposa. En su última misión en la Estación Espacial Internacional lanzó un mensaje para Giffords. Kelly fue el encargado de presentar a U2 en la noche de apertura del Festival de Glastonbury en Inglaterra y terminó su mensaje con una frase del Space Oddity de David Bowie: “Estoy deseando volver a casa. Dile a mi esposa que la amo mucho. Ella lo sabe.” El comandante Kelly empezaba una nueva vida.

Durante el juicio se descubrió que Jared Lee Loughner se había obsesionado con Giffords tras asistir a un debate en el que consideró que sus propuestas no habían sido escuchadas, aunque la investigación demostró también sus vínculos con grupo de extrema derecha antisemita (Giffords es judía). Aquella noche condujo hasta el lugar del mitin, compró una pistola semiautomática y balas en un supermercado y se encaminó sin oposición hacia el punto de la masacre. Fue condenado a siete cadenas perpetuas sin posibilidad de libertad condicional, más otros 140 años en prisión. Tras la condena, Kelly se dirigió a él: “Pudiste colocarle una bala en la cabeza, pero no has hecho mella en sus ansias y su compromiso de hacer del mundo un lugar mejor”.

Mark Kelly asegura que jamás se habría planteado postularse al senado si “aquello” no hubiese sucedido. De hecho, hasta que conoció a Giffords no había pensado mucho en política: ni siquiera tiene claro a qué partido votaban sus padres. Sus opciones de futuro pasaban por escribir libros infantiles (tiene media docena publicados) y dedicarse a los viajes espaciales recreativos o al lucrativo mundo de las conferencias.

Pero tras el atentado sintió que debía continuar con el legado de su esposa. Cuando un año después el tiroteo en la escuela primaria Sandy Hook se saldó con 28 fallecidos, 20 de ellos niños, ambos fundaron la organización sin fines de lucro Americans for Responsible Solutions que pedía la verificación de antecedentes de los compradores de armas. A medida que Kelly se iba implicando en el activismo, las miradas se iban posando en él. Aaron Blake le definió en The Washington Post como “el candidato soñado de los demócratas de Arizona” y más de 3.000 personas firmaron una petición en línea instándolo a presentarse en 2018, pero él se resistió.

Hasta que el 12 de febrero de 2019 presentó su candidatura al senado. “Me postulo para el Senado de los Estados Unidos porque Washington está roto”, escribió en su web. “El partidismo impide que los políticos encuentren soluciones, y todo el dinero de nuestro sistema político impide que los políticos rindan cuentas a las personas a las que se supone que representan”. Dejaba claro desde el principio que se mantenía al margen de lo más temido por el votante del siglo XXI: el político profesional, aunque estaba felizmente casado con una que además es su principal referente. “Yo nunca me imaginé estar aquí. Gabby siempre fue el miembro del Congreso en la familia, y la persona que me enseñó todo lo que sé sobre cómo usar la política para mejorar la vida de las personas”, declara en su web.

Kelly no apostó sobre seguro. Arizona es un terreno tradicionalmente republicano y, de ganarlo, sería la primera vez en más de 65 años que habría dos senadores demócratas. La otra, Krysten Sinema, que se hizo demócrata tras presentarse por el Partido Verde, se convirtió en 2018 en la primera mujer elegida por Arizona, así como en la primera miembro del Senado que no se adscribe a ninguna religión y es abiertamente bisexual. Sinema se impuso hace dos años a la que el próximo martes será rival de Kelly, Martha McSally. McSally fue coronel en la Fuerza Aérea y la primera mujer comandante de escuadrón de EE UU, un historial deslumbrante que ahora se ve opacado por “el candidato cósmico”, como llama la revista Wired a Kelly.

Un cartel con la campaña de Mark Kelly por Arizona luce en Peoria, (Arizona) en octubre de 2020.BRIAN SNYDER (Reuters)

Pero, a pesar de que Arizona es en principio un territorio hostil, este año juegan con algunos puntos a favor. El primero, el firme apoyo de Cindy McCain a Joe Biden. A la matriarca del clan McCain no sólo le une un fuerte cariño por el candidato que fue durante décadas uno de los mejores amigos de su marido, sino también una profunda animadversión por Trump. A pesar de que McCain fue un héroe de la guerra de Vietnam condecorado que prefirió ser torturado durante cinco años antes que aceptar la liberación y convertirse en un instrumento de propaganda del Vietcong, Trump se refirió a él como un “cobarde” por dejarse apresar. La figura del que fuera reelegido senador por Arizona en cinco ocasiones sigue siendo muy influyente en su tierra, y Kelly puede recoger los frutos de ese apoyo decidido a Biden.

A favor del aspirante juega además el hecho de que Arizona sea uno de los territorios más castigados por una pandemia que los republicanos con Trump a la cabeza se han encargado de minimizar menospreciando para ello a la ciencia. “Si lo votáis, escuchará a los científicos”, declaró sobre el apoyo a Biden en un mitin en Carson City. Mientras en la web de Kelly se venden camisetas con el lema “science+data+facts” (Ciencia, datos y hechos).

El entusiasmo por el candidato demócrata es evidente y dejan constancia de ello el volumen de donaciones que ha recibido –en agosto sus número superaban al de cualquier otro candidato al senado–, pero nunca de grandes corporaciones, una línea roja para él. Las cifras que dictan las encuestas avalan el optimismo que se vive en su entorno. “Hay una razón por la que Kelly lideró la mayoría de las encuestas antes incluso de comenzar a hacer campaña formalmente: es un candidato formidable. Esa afirmación no es tan subjetiva como parece. Como exastronauta telegénico y amable, veterano militar, hijo de dos oficiales de policía y esposo leal de una superviviente de alto perfil de la violencia con armas de fuego, Kelly a veces parece haber sido cocinado en un laboratorio de Comité Nacional Demócrata”, escribió Niki D’Andrea en Phoenix Magazine

Ese “candidato formidable” defiende al igual que lo hacía su esposa, ideas claramente progresistas: aboga por el cuidado de la salud como un derecho, pide acabar con las exenciones fiscales para las grandes corporaciones, bajar los intereses de los préstamos federales para estudiantes, defiende los derechos de las mujeres –está especialmente orgulloso de su madre, una de las primeras mujeres en convertirse en policía en West Orange–, la protección a los “dreamers” –niños nacidos en Estados Unidos de padres que carecen de documentación– y una apuesta clara por las energías renovables. El medio ambiente es de hecho una de sus obsesiones: es de las pocas personas que ha visto La Tierra desde el exterior, y corrobora que tiene un aspecto horrible: “No puedo hablar por todos los astronautas, pero diría que me siento cómodo al decir que la mayoría de los astronautas se preocupan mucho por el medio ambiente cuando regresan de su primera misión”, declaró a Phoenix Magazine. "Y una de las razones es que, cuando miras el planeta desde la órbita terrestre, ves esta bola grande y redonda, déjame decir esto de nuevo a todos tus lectores, bola redonda, y también notas que nuestra atmósfera es increíblemente delgada. Parece la lente de contacto de un globo ocular sobre nuestro planeta. Parece que algún viento cósmico se lo podría llevar. " declaró en septiembre a Phoenix Magazine.

Pero, y aquí es donde su figura se vuelve más seductora para los votantes republicanos, a pesar de la tragedia vivida por su mujer, es un firme defensor de la Segunda Enmienda que apoya el derecho a portar armas, pero lucha por la verificación universal de antecedentes. “Tenemos un sistema que pone demasiado fácil el acceso a armas de fuego a los delincuentes, los abusadores domésticos y las personas con enfermedades mentales peligrosas. Y no tiene ningún sentido”.

A pesar de huir de la imagen de político al uso, Kelly ya sabe lo que es ser víctima de una de las grandes amenazas que sufren: las fake news, esas imágenes que surgen de la nada y arruinan una carrera. A mediados de octubre una publicación de Facebook aseguró que un hombre que aparecía en una foto con un brazalete decorado con una esvástica y un bigote tipo Hitler era Kelly. La imagen pertenecía a una fiesta de disfraces y en ella no figuraba el nombre de Kelly. Aunque un elevado porcentaje de norteamericanos sigue creyendo que Hillary Clinton bebe sangre de bebé en rituales satánicos orquestados por su antigua asistente, Huma Abedin, Kelly no teme a los bulos. Tampoco teme al estrés de la vida política: está acostumbrado a manejarse en un clima de tensión conduciendo naves de 2000 millones de dólares en los que si fallas un movimiento “no solo pierdes la nave espacial de 2.000 millones de dólares, sino que todos los que están a bordo, incluido tú, mueren”.

La del martes en Arizona es una elección esencial en un momento en el que el senado ha dejado claro su poder para los que solo tienen su mirada puesta en el resultado final de la contienda entre Biden y Trump. Si hace cuatro años Obama intentó infructuosamente durante ocho meses nombrar un juez para el Tribunal Supremo, los republicanos han podido hacerlo este año en pocas semanas: eso es lo que se consigue al tener una mayoría holgada en el senado. El asiento al que aspira Kelly es uno de los seis que pueden cambiar de color este año y que le otorgarían esa mayoría a los demócratas. Y su empuje también podría ayudar a una victoria de Biden en su camino a la Casa Blanca.

El de Giffords fue precisamente uno de los discursos más emotivos de la convención demócrata que le nominó como candidato: "He conocido los días más oscuros. Días de dolor y recuperación incierta. Pero enfrentado a la desesperación, he convocado a la esperanza. Enfrentado a la parálisis y la afasia, respondí con determinación y determinación. Pongo un pie delante del otro. Encontré una palabra y luego otra. Mi recuperación es una lucha diaria pero luchar me hace más fuerte. Las palabras solían surgir fácilmente. Hoy me cuesta hablar. Pero no he perdido la voz ". No sólo eso, ahora tiene la suya propia y la del hombre que dejó atrás su vida para continuar su legado.

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