El retorno de la “hora errante”, el reloj que nació del insomnio
La casa suiza Audemars Piguet actualiza esta complicación relojera del siglo XVII en las formas futuristas de su nuevo Code 11.59 Starwheel, uno de sus lanzamientos clave para 2023
El insomnio y el ingenio, en ocasiones, van de la mano. Si la leyenda afirma que el rey español Felipe V hizo traer a Madrid a Farinelli, el castrato más importante de su tiempo, para que le cantara melodías que le ayudaran a conciliar el sueño, en las dificultades para dormir del papa Alejandro VII se halla el origen de una de las complicaciones relojeras más misteriosas que existen. Corría 1655 y el pontífice, torturado por el tic tac de los relojes vaticanos, pidió a sus proveedores, los hermanos Campani, una máquina del tiempo que solucionara este problema. La respuesta, que ...
El insomnio y el ingenio, en ocasiones, van de la mano. Si la leyenda afirma que el rey español Felipe V hizo traer a Madrid a Farinelli, el castrato más importante de su tiempo, para que le cantara melodías que le ayudaran a conciliar el sueño, en las dificultades para dormir del papa Alejandro VII se halla el origen de una de las complicaciones relojeras más misteriosas que existen. Corría 1655 y el pontífice, torturado por el tic tac de los relojes vaticanos, pidió a sus proveedores, los hermanos Campani, una máquina del tiempo que solucionara este problema. La respuesta, que llegó más de un quebradero de cabeza después, fue un modo totalmente nuevo de leer la hora: la “hora errante” (en francés, heure vagabonde), llamada así por la peculiar rotación que se produce en su esfera, consistente en hacer gravitar la hora a lo largo de una minutería en forma de arco.
Iluminado desde dentro, este “reloj de noche”, inicialmente concebido únicamente para grandes relojes de pared o sobremesa, no tardó en pasar a los relojes de bolsillo que se popularizaron a finales del XVII. Eran una rareza solo para entusiastas de los guardatiempos raros, y como tal languidecieron en el siglo XIX y se convirtieron en piezas de museo y de estudios académicos. Fue precisamente en un artículo publicado en una revista especializada donde, en 1989, los ingenieros de Audemars Piguet se toparon con estos ingenios olvidados. Su propia versión no tardó en llegar: en solo dos años, en 1991, la casa de Le Brassus, en aquella época ya toda una institución gracias a su emblemático Royal Oak, lanzó su propia “hora errante” integrada en un reloj de pulsera. El nombre que le dieron, Starwheel, aludía al aspecto astronómico de los tres discos de las horas, fijados a la esfera central por ejes rematados en forma de estrella. Durante una década larga, hasta 2003, la manufactura suiza propuso numerosas versiones de esta complicación sofisticada, un reflejo de la pasión por la relojería mecánica de lujo que había sucedido a la generalización de los relojes de cuarzo.
Esa pasión artesanal se vive con más intensidad que nunca en 2023. Basta echar un vistazo por las novedades recientes de las casas más prestigiosas del mundo para entender que las filigranas y los ejercicios de virtuosismo técnico vuelven a ocupar una posición propia en la relojería de lujo. El nuevo Code 11.59 Starwheel es la respuesta de Audemars Piguet a este momento de plenitud técnica. La caja es la del modelo Code 11.59, el más reciente de la casa (se lanzó en 2019), un prodigio de geometría y proporciones perfectas que alterna superficies curvas y facetadas. Los tres discos de aluminio con revestimiento de PVD negro giran sobre sí mismos sobre el firmamento de una esfera de aventurina azul que a su vez gira, completando una vuelta completa cada tres horas. La hora puede consultarse en el arco superior de la esfera, en la franja que habitualmente corresponde a la distancia entre las 10 y las 2 horas, ya que la subesfera que marca la hora en cada momento se desplaza a lo largo de una escala de minutos. En un primer instante puede parecer complejo, pero se comprende de forma intuitiva al verlo en funcionamiento, o en este vídeo elaborado por Audemars Piguet.
Este prodigio técnico respira gracias a un calibre 4310 de carga automática, con reserva de marcha mínima de 70 horas y hermeticidad de 30 metros. Alojado en una caja de 41 milímetros de diámetro, de oro blanco y cerámica negra, presume de acabados artesanales y juegos de texturas. Un envoltorio contemporáneo para un ejercicio de relojería arqueológica reinterpretada desde la tecnología (y las necesidades) de hoy.
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