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El reloj de lujo que confirma que la belleza está en el interior

Audemars Piguet pone a prueba su legado artesanal con una edición limitada del nuevo Code 11.59 by Audemars Piguet Tourbillon Esqueleto, incorporando la cerámica azul en una compleja e hipnótica arquitectura de cuerda

El minimalismo nos está privando de la emoción. Ante el fervor por la pulcritud y las líneas rectas que siempre vuelven en tiempos de incertidumbre, Audemars Piguet se despoja de ese disfraz homogéneo para reivindicar la belleza de la complejidad: ¿por qué esconder el mecanismo de las cosas cuando puede ser una obra de arte en sí misma? El nuevo reloj de la manufactura suiza, una edición limitada de 50 piezas de Code 11.59 by Audemars Piguet Tourbillon Esqueleto, nos revela su funcionamiento para que podamos deleitarnos con el preciosista esqueleto que le da cuerda y, en consecuencia, la dedicación y el talento artesanal que salvaguarda la alta relojería.

Es la primera vez que la casa trabaja la cerámica en azul eléctrico en esta colección, creando un hipnótico juego de luces en contraste con el oro blanco de 18 quilates y los detalles de oro rosa que salpican en el esqueleto. Y cuando utilizamos el término trabajar, no lo hacemos a la ligera: lograr ese color azul es uno de los grandes retos a los que se enfrentan los artesanos de Audemars Piguet. Exige un complejo procedimiento industrial, con abundantes fases de mecanizado de alta precisión, en el que se mezcla el polvo de óxido de zirconio –modificado para obtener el color en la cocción– con un contenido aglutinante hasta que se consigue esa cerámica de alta precisión. Todos los componentes deben sintetizarse a unos 1.400 °C para obtener ese pigmento azul uniforme. Nada puede salir mal en ese momento, ya que no admite variaciones ni correcciones.

Alcanzar este magnético juego de luces es algo que solo pueden acometer manos expertas. Los artesanos trabajan minuciosamente la carrura de la cerámica, alternando las superficies satinadas y los cantos pulidos, hasta conseguir esa alineación perfecta característica de la Manufactura. Al oro blanco de 18 quilates, que tiñe el bisel, las asas y el fondo; hay que sumarle la luz que aporta el volante y el barrilete esqueleto de oro rosa, potenciando el carácter 3D del movimiento tourbillon.

Porque este nuevo Code 11.59 by Audemars Piguet Tourbillon Esqueleto explica cómo los relojes esqueletos se han convertido en los modelos más deseados del mercado. Con una caja de 41 mm, Audemars Piguet nos abre la ventana a una arquitectura que es una auténtica proeza artesanal y un deleite visual. La firma ha creado un revolucionario cristal de zafiro de doble curvatura –la superficie interna tiene una forma de bóveda, mientras que la superior está verticalmente curvada– que juega con la perspectiva y la profundidad para que no nos perdamos ni un detalle. Equipado con el calibre 2948, el movimiento tourbillon esqueleto de cuerda manual está construido en varios niveles, a pesar de que no supera los 3,65 mm de grosor. Cuenta con 70 ángulos en V pulidos a mano, que contrastan con el efecto satinado de la platina y los puentes esqueleto, o las largas agujas de oro rosa de 18 quilates. Un recuerdo de que, a veces, el paso del tiempo puede ser un auténtico placer.

“Gracias a su diseño arquitectónico, esta colección crea el marco idóneo para alojar los mecanismos complejos y esqueleto. Este nuevo Tourbillon Esqueleto exhibe el talento y la dedicación de nuestros artesanos en los acabados manuales, al tiempo que refleja la búsqueda incansable de nuevos materiales de la Manufactura”, apuntaba la experta en complicaciones, Anne-Gaëlle Quinet. Y es así como este mecanismo de otra época se envuelve con una pulsera de caucho texturado azul y forro de piel de becerro, convirtiéndolo en nuestro mejor aliado moderno.

Un futuro sostenible y artesanal

La apuesta de Audemars Piguet en el futuro se basa en dos pilares esenciales: la artesanía, que la ha convertido en una de las grandes firmas de alta joyería, y la sostenibilidad. Dos premisas que han materializado en dos centros de producción contemporáneos y modulares, perfectamente integrados en el entorno y las necesidades cambiantes del mundo: la Manufactura de Les Saignoles, en Le Locle; y la construcción del Arc en Le Brassus. Dos proyectos arquitectónicos a gran escala que reflejan la visión y cultura de trabajo de Audemars Piguet.

Concebido por el estudio de arquitectura suizo Kuník de Morsier, que se inspiró en la topografía del valle y la importancia de la luz a la hora de ejecutarlo, la Manufactura de Les Saignoles alberga los talleres de Audemars Piguet Le Locle, especializados en altas complicaciones. De ahí que toda su arquitectura favorezca la comunicación de los grupos de trabajo. Su punto fuerte son unas grandes ventanas de SageGlass, un vidrio electrónico de bajo costo que ilumina cada taller con luz natural y asegura la estabilidad térmica del interior. Su diseño modular permite anticiparse y adaptarse a cada necesidad o contratiempo, de modo que la organización espacial y las paredes divisorias de vidrio brindan una visibilidad completa de cada rincón del centro y de la naturaleza. En el centro, una acogedora piazza, ofrece a los trabajadores un espacio para que los casi 200 trabajadores puedan reunirse, hablar y relajarse.

La oficina suiza De Giuli & Portier es la responsable de la construcción del Arc de Le Brassus: un edificio en forma de U, con una superficie de 17.000 metros cuadrados, divididos en 3 plantas y un sótano, para reunir bajo el mismo techo los focos industriales de Audemars Piguet. Imaginado como un proyecto evolutivo, el Arc se centra en las relaciones humanas y el bienestar de los artesanos. Incluye varios espacios de convivencia que favorecen la relajación y la comunicación informal. Las ventanas de cristal electrocrómico colman de luz natural los talleres y está previsto que el patio, situado entre el Arc y la Manufactura de Les Forges, se transforme en un jardín.