Manuel Fernández: “Pronto le pediremos arrugas al cirujano estético”

El fundador de Dorsia y otras clínicas de fertilidad, psicología y salud sexual masculina se define como un “vendedor de sueños” y admite ser su primer cliente: “Hemos sacado la estética del armario”

Manuel Fernández, empresario, fundador de las clínicas Dorsia. Fotografía de BERNARDO PÉREZ. Vídeo de CARLOS MARTÍNEZ y PAULA CASADO

La clínica The test de “salud sexual masculina” —impotencia, eyaculación precoz, etcétera—, según reza un elegante rótulo impreso en sus lunas, ocupa un imponente esquinazo en un barrio fino de Madrid. Dentro, en estancias que recuerdan a uno de esos apartamentos de serie neoyorquina, varones de toda edad, solos o en compañía de sus parejas, acuden a contar y a buscar soluciones para lo suyo. Manuel Fernández —deportivas, traje desestructurado, camiseta de Brigitte Bardot, rostro tersísimo a su medio siglo— podría perfectamente se...

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La clínica The test de “salud sexual masculina” —impotencia, eyaculación precoz, etcétera—, según reza un elegante rótulo impreso en sus lunas, ocupa un imponente esquinazo en un barrio fino de Madrid. Dentro, en estancias que recuerdan a uno de esos apartamentos de serie neoyorquina, varones de toda edad, solos o en compañía de sus parejas, acuden a contar y a buscar soluciones para lo suyo. Manuel Fernández —deportivas, traje desestructurado, camiseta de Brigitte Bardot, rostro tersísimo a su medio siglo— podría perfectamente ser un cliente, o su pareja, o uno de los médicos de plantilla. Pero es el superjefe. El fundador de Otsu, un grupo de franquicias que empezó hace 20 años con las clínicas de cirugía estética Dorsia y sigue su expansión ofreciendo soluciones a pie de calle a los malestares físicos y emocionales de los hombres y mujeres del Primer Mundo. Un saco sin fondo.

¿Cómo se pasa de poner pechos a tratar la impotencia?

Empezamos centrándonos en la belleza y la mujer en Dorsia. Pasamos a la fertilidad, con Eva Fertility, porque no hay nada más relacionado con la mujer y la belleza que la vida. Después intentamos dar soporte emocional a los clientes de ambas, con la franquicia de psicólogos Origen. Y ahora tocaba centrarnos en el hombre. Coincide también con mi momento vital. A los 50 años a veces uno necesita un empujoncito, eso es así. Todo parte de la filosofía de que la medicina permite, cada vez más, realizarnos física y emocionalmente. Ya no es todo ley de vida. Hay soluciones y nosotros somos parte de la solución.

Entonces, ¿usted qué vende?

Autoestima, ilusión, felicidad, sueños. Igual suena muy bestia comparar un tránsito de género con ponerse bótox, hay una diferencia abismal, pero una de las cosas que me gusta es provocar a los puritanos. Al final, lo que se desea es la expresión de la propia personalidad. ¿Por qué censurar un deseo de cambio porque se supone que es vanidad?

¿O sea que ponerse pecho es ‘autodeterminación’ del propio aspecto?

Exacto. Igual suena pretencioso, pero, más que estética, debería llamarse cirugía de expresión. Es absurdo decir que alguien se opera la nariz porque es fea. La arruga no es fea, es bellísima, pero hay gente que no le apetece tenerlas, ¿por qué criticarla?

¿Porque es una lucha inútil?

¿Y no lo es la vida? La heroicidad es vivir con ilusión sabiendo lo inevitable del desenlace.

Sus centros no son precisamente discretos. ¿No teme que la gente no entre?

La primera clínica la abrimos en 2002, en Alicante, al lado de El Corte Inglés. Los médicos estaban horrorizados, creían que no iba a ir nadie, pero me negué a esconder el centro. Al revés, le dimos publicidad y fue un éxito brutal. Hemos sacamos la cirugía estética y la salud sexual del armario. Antes se iba de tapadillo. Yo me niego a camuflar lo que hacemos. No hay nada vergonzante en ello.

Estética, fertilidad, psicología, disfunciones. ¿De cuántas de sus marcas es usted público objetivo?

Menos de fertilidad, de todas. Y, aun con tres hijas, también podría preservar esperma.

Me da que lleva usted el catálogo de Dorsia puesto.

Sí, sobre todo en la cara: hoy más que ayer y menos que mañana [ríe]. Soy siempre mi primer cliente.

¿Alguna vez dicen que no a algo o a alguien? ¿Qué líneas rojas no traspasan?

La legalidad, aunque no estemos de acuerdo con ella, y cosas con las que no estamos de acuerdo, aunque sean legales. No operamos a menores, por ejemplo, aunque tengan permiso paterno.

¿Dónde queda la bioética?

Es correcta y la acato, pero soy un libertario y hay cosas que me parecen hipócritas. ¿Quién puede decir, por ejemplo, que una madre de 51 años es peor que una de 18 para no permitirle acudir a la reproducción asistida? Gente inteligente dice que una madre tiene que ser joven para correr detrás de su hijo. ¿Prohibimos entonces la paternidad a los discapacitados?

Pero usted no es una ONG, usted lo que quiere es ganar dinero.

Absolutamente, y la belleza es un negocio fabuloso. Por bonito que sea un proyecto, si no es rentable, no podemos seguir con ello. Pero debajo de todo eso está esa filosofía de posibilitar los deseos.

El bótox precisa reinyectarse, ¿nos tiene cogidos por la aguja?

Jajaja. Digamos que la gravedad es nuestra mejor prescriptora. Eso y Zoom, que ha disparado la demanda. En las videollamadas, nos miramos a nosotros mismos el 70% del tiempo. Es la primera vez que hemos estado tres, cuatro horas delante de un espejo.

¿Por qué operan ustedes más barato que sus competidores?

Hacemos 35.000 cirugías y 80.000 tratamientos al año. Eso nos permite negociar y ajustar costes. La pregunta es por qué otros son más caros.

Igual ustedes son peores.

Esa parte me encanta cuando hablo con algunos de ellos: ponemos las prótesis más caras del mercado; nuestros hospitales son de la máxima seguridad; nuestros cirujanos, superformados; hacemos más cirugías que nadie. Igual es que otros se nutren de un público despistado.

Ahí, ahí, haciendo amigos en el gremio.

Para nada, los médicos estéticos tienen mi máxima consideración, en España el nivel es altísimo. Igual les enrabieta tener que estrechar los márgenes, porque nosotros demostramos que se puede hacer más barato. Hemos irritado al statu quo de todos los sectores donde nos hemos introducido. Si no irritas, nada cambia.

También tendrán ustedes fracasos y casos imposibles.

Un 0,1. Demasiado, porque cada uno tiene cara y nombre y apellidos, y no se te olvidan nunca.

¿Por qué se critica a quien se retoca y a quien no se retoca?

Eso es lo demoníaco de todo este asunto. Ese concepto de superioridad moral de unos sobre otros. Está muy bien que te operes y está muy bien que no te operes, que te pongas bótox o que no. Deja que la gente haga lo que quiera. Cuando alguien critica la elección de otro me parece un grito ahogado de quien, en realidad, quiere hacerlo. Gracián dijo: “Quien critica, se confiesa”. Me dan ganas de gritarle que venga y se atreva a gritar quién quiere ser al mundo.

¿En unos años el raro será el viejo que tenga arrugas?

Al revés. Históricamente, el canon de belleza ha sido lo escaso. En épocas de escasez, estar relleno. En las de sobreabundancia, delgado. Creo que las arrugas van a estar cada vez más de moda. Incluso creo que, pronto, se las pediremos, personalizadas, al cirujano estético.

¿Todo el mundo es guapo?

Yo veo bien a casi todo el mundo. Yo me veo guapísimo, aunque sé que hay gente que no me ve así. No hace falta que nada sea feo para querer cambiarlo. Todos somos guapos, pero siempre hay un idiota que te saca los defectos.

PROVOCADOR

Manuel Fernández (Madrid, 50 años) estudió Derecho y realizó algún curso de gestión de empresas, pero lo que realmente le gusta es “provocar a los puritanos” con su actividad empresarial. Influido por lecturas de Houellebecq, Roth o Amis, decidió introducirse en el mercado de la cirugía estética para “sacarla del armario y huir del puritanismo del pecado de vanidad que lleva asociada” y abrió su primera clínica Dorsia, en 2002, en Alicante. En vez de camuflarla en un lugar sin señales, la puso al mismísimo lado de El Corte Inglés. Desde entonces, ha aplicado la misma filosofía al resto de unidades de su negocio de franquicias: Eva Fertility (reproducción), Origen (psicología) y The Test (salud sexual masculina). “Cambiar la vida de otros es adictivo”, dice. No desmiente que, además, es muy rentable, aunque está “menos forrado” de lo que quisiera.



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