El idilio artístico entre Chanel y Picasso llega a Madrid
El Museo Thyssen-Bornemisza traza un paralelismo entre el pintor malagueño y la diseñadora francesa. Prendas, óleos y objetos dispares habitan en una exposición que forma parte de los fastos por el 50º aniversario de la muerte del artista
La chispa entre dos genios se encendió en la primavera de 1917. Coco Chanel, creadora incansable capaz de fulminar los corsés en la silueta femenina de la década anterior, ya sentaba las bases de su futuro imperio con la apertura de sus primeras tiendas en Deauville y Biarritz. “Se acababa un nuevo mundo y otro estaba por nacer. Yo estaba ahí, se me brindaba una oportunidad y la aproveché”, le contaría a ...
La chispa entre dos genios se encendió en la primavera de 1917. Coco Chanel, creadora incansable capaz de fulminar los corsés en la silueta femenina de la década anterior, ya sentaba las bases de su futuro imperio con la apertura de sus primeras tiendas en Deauville y Biarritz. “Se acababa un nuevo mundo y otro estaba por nacer. Yo estaba ahí, se me brindaba una oportunidad y la aproveché”, le contaría a Paul Morand para su libro El aire de Chanel. No es de extrañar que al otro lado de aquella casualidad estuviera Pablo Picasso, cuyas obras ya cotizaban al alza y cuyo círculo parisiense incluía a colegas como André Breton o Gertrude Stein. Una de las hazañas del malagueño aquel año sería diseñar la escenografía del ballet Parade para su amigo Jean Cocteau, al que Chanel acudiría en compañía de la pareja formada por José María y Misia Sert. Aquel fue el germen de una amistad de la que se ha escrito en múltiples ocasiones, pero que nunca hasta ahora había sido sujeto de una exposición artística.
Lo ha conseguido el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid con Picasso/Chanel, que se podrá ver hasta el próximo 15 de enero de 2023, una muestra que se forma parte de las exposiciones que celebran el Año Picasso, en el que se conmemora el 50º aniversario de la muerte del artista. La exposición es un homenaje donde moda y arte se funden en un interesante diálogo. Una selección de 65 obras del pintor conviven con cinco decenas de piezas de la casa francesa, procedentes, en gran parte, de su patrimonio, pero también de colecciones privadas, algunas de ellas inéditas para el gran público hasta la fecha. Dividida en cuatro apartados, cubre el vínculo de Chanel con el cubismo –la diseñadora exploraba la línea recta y la composición mediante planos, algo que rompe con la suntuosidad volumétrica ligada a la belle époque —, la figura de Olga Khokhlova –primera mujer del artista, hasta 1935— y los dos proyectos que ambos compartieron en sus años de amistad.
“Cocteau y Misia Sert introdujeron a Coco en los círculos de arte parisienses, donde Picasso ya era una figura frecuente”, cuenta Paula Luengo, comisaria de la muestra y responsable del Área de Exposiciones del museo. “Pronto entablarían amistad, hasta el punto de que Olga acabó siendo cliente habitual de la diseñadora, y el propio artista se encargaría de colaborar con ella en varios proyectos”. El primero de ellos sería la adaptación en 1922 de la tragedia griega Antígona, dirigida por Charles Dullin y con una puesta en escena extremadamente experimental. La obra se estrenaría en diciembre de ese mismo año en el teatro L’Atelier de Montmartre, con decorado de Picasso en azul ultramar y columnas dóricas pintadas en una tela. Chanel sería la responsable del vestuario, aunque la desaparición de las piezas originales ha forzado a recrearlo con modelos de inspiración similar o piezas como la excepcional vasija de 380 a.C. cedida por el Museo Británico.
“Estuvimos dos semanas trabajando en una extensa carta para Londres, para que entendieran por qué necesitábamos una vasija de Antígona compareciendo ante Creonte en una exposición sobre Picasso y Chanel”, comentaba el lunes en la inauguración de la muestra el director artístico del museo, Guillermo Solana. “Pero acabamos siendo convincentes”.
La segunda colaboración entre ambos llegaría con El tren azul, una opereta bailada que se estrenó en 1924 con la producción de Serguéi Diáguilev, fundador de Los Ballets Rusos. El libreto de Jean Cocteau era una mirada ácida a la burguesía parisiense, cubierta por escenas de playa y recreo, cuyo título obedecía al expreso de lujo que unió la capital francesa con la Costa Brava. En la muestra pueden verse uniformes de tenistas y bañistas diseñados por Chanel, un vídeo de una representación de 1992 y hasta el gouache original Dos mujeres corriendo por la playa de Picasso, que sería utilizado como imagen para el telón de la obra.
“Cuando Coco Chanel dijo que la moda pasa de moda, pero el estilo permanece, no era ni mucho menos una frase vacía“, señalaba en la inauguración de la muestra la directora de Patrimonio de Chanel, Hélène Fulgence. “Hablaba de ir en contra de los cánones que imperan en un período para crear algo que nos revolucione como sociedad, y eso es precisamente lo que la unía a Picasso”. Sus palabras hacen más comprensible la selección entre la muestra de un frasco de la fragancia Nº 5 —“un perfume complejo y vibrante, presentado en un frasco austero bautizado por el número de muestra elegida en laboratorio”— o de un pequeño bolso de mano en crepé de seda, atravesado por figuras cuadradas en un trampantojo. “Los tejidos en muchos casos podían pecar de modestos, pero su forma de cortarlos y construir prendas eran lo que la diferenciaba de cualquier otro diseñador de la época”, señala Fulgence.
Picasso/Chanel es un paso más en la vinculación del Thyssen a la moda, una industria a la que ciertos museos miran con desdén y a la que este, en contraste, se ha entregado sin reservas en muestras como Hubert de Givenchy (2014), Sorolla y la moda (2018) o Balenciaga y la pintura española (2019). En el legado de Chanel no es novedad ser sujeto de una exposición, ya que desde su muerte en 1971 han sido múltiples y dispares las muestras dedicadas a la mujer que fulminó los corsés de la silueta femenina para urdir una nueva libertad en su vestir. De todas ellas, la más extraordinaria hasta la fecha fue la que el Museo Metropolitano de Nueva York le dedicó en 2005. Pero nunca hasta ahora su figura se había cosido junto a la de otro de los titanes culturales de su época. Solo por eso, Picasso/Chanel ya parte de una premisa tan disruptiva como las mentes de sus protagonistas, que despiden la exposición con sus manos abiertas retratadas, respectivamente, por Nick de Morgoli y Andre Kertész.