Julia y José Agustín Goytisolo: “Rechacé ‘Palabras para Julia’. Le gritaba a mi padre: ‘¡Me has hecho una desgraciada!”

La hija de unos de los poetas más populares del siglo XX recuerda la relación con el autor (“Nunca me he vuelto a reír con nadie como con él”) y el impacto del famoso poema

Fotografía de José Agustín Goytisolo y su hija Julia en los años noventa, en la terraza de su casa en la calle Hospital, en Barcelona.fondo José Agustín Gytisolo /UAB

Esta historia de amor, una historia familiar de un padre y una hija, empieza el 17 de marzo de 1938, segundo día de bombardeos de la aviación italiana, aliada franquista, sobre las calles de Barcelona durante la Guerra Civil. Ese día una bomba lanzada por el bando fascista acabó reventando un camión repleto de trilita junto al cine Coliseum. Se contabilizaron 979 muertos, entre ellos 118 niños. Uno de los cadáveres fue el de Julia Gay Vives, mujer culta, elegante y refinada, burguesa, madre de cinco niños (Marta, Antonio, José Agustín, Juan y Luis) y esposa de José María Goytisolo.

Muchos años después, uno de esos niños, José Agustín, tuvo una hija con Asunción Carandell. La llamó Julia. Y cuando la niña tenía 11 años, su padre le escribió un poema que empezaba con unos versos ya legendarios: “Tú no puedes volver atrás / porque la vida ya te empuja / como un aullido interminable”. Se titulaba Palabras para Julia y lo publicó primero en una revista y luego, en 1979, en un poemario del mismo nombre.

Para entonces ya había leído el poema Paco Ibáñez, que decidió musicarlo y cantarlo por primera vez delante de José Agustín y su hija Julia en Colliure, el pueblito francés en el que está enterrado Antonio Machado. “Te sentirás acorralada / te sentirás perdida o sola / tal vez querrás no haber nacido. / Entonces siempre acuérdate / de lo que un día yo escribí / pensando en ti como ahora pienso”. El éxito del poema y de la canción, una de las más versionadas en idioma español (Enrique y Soleá Morente, Los Suaves, Kiko Veneno, Mercedes Sosa, Falete, Ismael Serrano, Iván Ferreiro…), arrolló inesperadamente a Julia Goytisolo Carandell, la destinataria de ese canto a la vida que dio la vuelta al mundo (después de un concierto en Buenos Aires, Paco Ibáñez contó cómo se le acercaron varias presas por la dictadura militar para decirle que, “sin fuerzas, sin ganas, queriéndose prácticamente morir”, se reunían todas y cantaban, al unísono, Palabras para Julia).

“Yo estaba en Colliure con mi padre cuando Paco cantó el poema por primera vez”, recuerda Julia Goytisolo (Barcelona, 68 años) al otro lado del teléfono. “Lo recuerdo como si fuese ayer. Dijo: ‘Voy a cantar Palabras para Julia y Julia está aquí’. Y le cogí inmediatamente un rechazo tremendo: por vergüenza, por todo, porque, básicamente, la gente me empezó a tratar diferente. Paco popularizó el poema de una forma muy bestia. A cualquier fiesta que iba donde estábamos poniendo rock, de repente alguien reparaba en mí y ya estaba sonando Palabras para Julia”.

Más que a su padre, dice, a quien más le afectó el rechazo de Julia al poema fue a su madre, que lo pasaba mal por su hija. “Y había algo aún peor”, dice ella, “que tenía que ver con cómo me sentía yo. Mucha gente que había vivido momentos muy dolorosos se apoyaba en la canción, en el poema, y a mí la canción y el poema me eran completamente ajenos. ¡Si ni siquiera me gustaban los cantautores!”.

Pregunta. ¿Ayudó el tiempo?

Respuesta. Sí, ha sido un trabajo titánico resistirme a la obra de mi padre. Mi madre nunca hablaba de ese rechazo terrible mío. Ella murió en 2022, y hubo que vaciar su piso. Y releí tantas cosas de él, tantas cosas que había escrito o recitado. Encontré Palabras para Julia recitado por él, y era una cosa increíble. Mi padre recitaba maravillosamente sus poemas y los de otros. Yo siempre había tenido una relación distante con su obra. Pero aquello…

Julia Goytisolo mantuvo toda su vida una relación extraordinaria con su padre. “Yo nunca me he reído con nadie como con él. Era extremadamente divertido, muchísimo. Ponía una alegría y una ilusión en todo que era apasionante. Para él siempre era una gran ocasión: un martes, un jueves, cuando cobraba los derechos de autor, cuando no los cobraba. Mi padre era así, ese era mi padre y el que yo conocí. Su figura más pública yo no la conocí. Ser su hija era siempre una aventura”, cuenta.

José Agustín Goytisolo y su hija Julia, en una fotografía tomada en la década los setenta.fondo José Agustín Gytisolo /UAB

Poeta popular, con lo raro que es eso, José Agustín Goytisolo, miembro de la Generación de los 50 (Ángel González, José Ángel Valente, Caballero Bonald, Gil de Biedma, Carlos Barral —”Carlos, éramos pocos pero hicimos ruido”—), murió el 19 de marzo de 1999 al precipitarse por una ventana. Inmediatamente se recordó que atravesaba una depresión, así que se dio por hecho que el autor de uno de los himnos a la vida más famosos de la cultura española se había suicidado. La familia de él, sin embargo, dijo que fue una caída fortuita mientras se encontraba arreglando una persiana. Su hija prefiere no hablar mucho de eso. Sólo recuerda que la famosa nota que se encontró en casa no era una nota de suicidio, sino una nota en la que le decía a su mujer que iba a subir a arreglar la persiana. “Me enteré de su muerte cuando estaba en mi casa, le había comprado esa tarde una camisa”.

“Mis padres, sobre todo mi padre, dejaba notas siempre, también en el suelo. Para todo. ‘Carpintero’, ‘fruta’, lo que fuese. Las dejaba para nosotros pero también para él mismo, para acordarse. Una nota típica era: ‘Lavar pelo’, que lo que quería decir era teñir pelo, pero bueno [ríe]”, dice Julia Goytisolo. “A mí me ha costado mucho el duelo por la muerte de mi padre. Mucho. Porque yo creo…, yo creo realmente que fue un accidente. Lo echo mucho de menos. Pienso mucho en él todos los días”.

Julia Goytisolo se fue de casa en cuanto cumplió 18 años. Amaba a su padre, discutía furiosamente con él. “Nos gritábamos mucho. Yo le decía: ‘¡Soy la superviviente de un poema, me has hecho una desgraciada!’. En fin. Llevó fatal que me fuese de casa tan pronto. Le gustaba muchísimo estar conmigo. Y a mí también me apetecía estar con él. Hicimos muchos viajes juntos divertidísimos. Cuando me fui, lo recuerdo llamándome al telefonillo y yo, dependiendo del día, dejándole subir o no. Y él insistía, insistía. Nunca se desanimaba. Y acababa subiendo. Supongo que es eso, ¿no?”.

P. ¿Lo qué?

R. Que ningún padre se desanima.

P. ¿Le hizo caso en el poema?

R. A mí me gustaría que este poema quedara fuera de la relación que yo tenía con mi padre. No que quedara fuera, perdón, pero que no fuera lo principal. Porque no lo fue nunca. Teníamos otra relación, no nos comunicábamos con poemas. Mi padre me definió mucho mejor fuera de ese poema, por ejemplo cuando me decía: “Morirás de una oferta”. Al irme de casa tan pronto, yo miraba los precios obsesivamente porque quería ahorrar, y él se reía: “Morirás de una oferta”. Claro que, como dice el poema, “este mundo tal como es / será todo tu patrimonio”, y tuve amigos y tuve amor, pero por ejemplo, nunca deseé no haber nacido, en eso se equivocó.

Antes de colgar el teléfono, Julia Goytisolo Carandell recuerda vagamente otro poema de su padre. En él un verso decía “que no te falte la mano”. Un día ella le preguntó qué quería decir eso, qué significaba. “Se acercó a mí y puso su mano varias veces en mi hombro. Que no te falte la mano, que nunca te falte la mano”.

Perdóname no sé decirte

nada más pero tú comprende

que yo aún estoy en el camino.

Y siempre siempre acuérdate

de lo que un día yo escribí

pensando en ti como ahora pienso.

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