Maximiliana, el dispositivo zaragozano que conecta por videollamada a abuelos y nietos
El joven Jorge Terreu comenzó a trabajar hace casi tres años en un proyecto para poder hablar más fácilmente con su abuela, entonces de 88 años, desde Francia. Ya ha repartido más de 1.000 móviles por España
Un teléfono comienza a sonar. Es la hora de la comida y Joaquín Villalba (95 años) sabe lo que esa melodía significa: hora de la videollamada diaria con su nieta, María Benedito (25 años). No hace falta que descuelgue, porque inmediatamente la cara de la joven aparece en la pantalla del teléfono móvil. “¿Qué pasa, abuelo? ¿Qué tal estás hoy?”, pregunta la voz femenina. Joaquín convive desde hace año y medio con Maximiliana. Pero no, no es ninguna persona; es el dispositivo que facilita la comunicación entre dos generaciones tecnológicamente...
Un teléfono comienza a sonar. Es la hora de la comida y Joaquín Villalba (95 años) sabe lo que esa melodía significa: hora de la videollamada diaria con su nieta, María Benedito (25 años). No hace falta que descuelgue, porque inmediatamente la cara de la joven aparece en la pantalla del teléfono móvil. “¿Qué pasa, abuelo? ¿Qué tal estás hoy?”, pregunta la voz femenina. Joaquín convive desde hace año y medio con Maximiliana. Pero no, no es ninguna persona; es el dispositivo que facilita la comunicación entre dos generaciones tecnológicamente diferentes.
Maximiliana empezó a rodar hace tres años, cuando Jorge Terreu (Zaragoza, 24 años) se encontraba de Erasmus en Francia. Este estudiante de Ingeniería Informática tenía problemas para contactar diariamente con su abuela, Maximiliana, por entonces de 88 años, y comenzó a idear lo que después de meses de trabajo se convertiría en una realidad: un teléfono con el que pudiese hablar con ella sin que tuviese que hacer nada. “Mi abuela estaba encantada porque le gustaba mucho verme, le enseñaba mi casa de Francia... Vi que se apañaba bien y que había mucha gente mayor en la misma situación que ella”, explica Terreu a EL PAÍS. Visto el éxito que supuso en su propia familia, el joven zaragozano preparó cinco móviles (todos valen para esta función, él instala el software adecuado y, por ahora, también proporciona el dispositivo) para llevarlos al Hospital Clínico de la capital aragonesa, donde estaban ingresados los primeros contagiados de coronavirus, a principios de febrero de 2020. “Durante el mes en el que estuvieron hospitalizados les vino muy bien, porque era la manera que tenían de poder hablar con alguien, les hacía mucha compañía, y era una manera de que los familiares vieran que estaba todo bien y pudiesen estar tranquilos... Como fue tan bien con ellos, empecé a pensar en grande”, recuerda. Finalmente, el proyecto definitivo vio la luz en octubre de ese mismo año.
Fácil, intuitivo y seguro. Con levantar el teléfono, la pantalla se enciende y aparecen las caras de los familiares a los que el usuario puede llamar. Con dos toques, se inicia la videollamada y es el pariente quien la finaliza. El móvil incluye un GPS, útil para cuando los mayores se desorientan al salir a dar un paseo; y en caso de urgencia, el usuario solo tiene que agitar dos veces el teléfono y el dispositivo llama automáticamente al familiar elegido como contacto de emergencia. “Los allegados tenemos una aplicación en el móvil desde donde controlamos absolutamente todo. Puedes añadirle más caras, cambiar el orden de los contactos [hay un total de seis], ajustar el sonido para que dure más tiempo, ver cuánta batería tiene... La persona mayor se olvida por completo”, especifica el consejero delegado de Maximiliana. Durante estas navidades, el equipo de este proyecto no ha parado de trabajar para enviar dispositivos por toda España: “Ahora mismo hay más de 1.000 móviles en funcionamiento e incluso alguno fuera de nuestras fronteras”.
La edad media de los usuarios de Maximiliana es de 83 años, aunque hay personas mucho más mayores. “Hay unas 20 personas que tienen más de 100 años y el más mayor tiene 107. Calculamos que cada día se realizan más de 200 horas de llamadas entre móviles”, enfatiza Terreu. No venden el aparato, lo que ofrecen es el servicio: “Pagas una cuota mensual de 29,90 euros y eso incluye el móvil, la tarjeta SIM con llamadas ilimitadas e internet”.
Eugenio Sánchez, con 88 años, fue uno de los primeros usuarios. Alejado de su familia durante al menos seis meses al año en un pueblo pequeño de Salamanca, el dispositivo le permitió sentir que estaba en Zaragoza, junto a ellos. “En el pueblo me encontraba muy solo”, explica a este diario por teléfono, mientras pasa las vacaciones de Navidad junto a los suyos en Zaragoza. “Me pusieron al corriente de cómo funcionaba y eso de tocar la pantalla con el dedo y llamar a mi hijo y mis nietos... cada vez lo encuentro más fácil”. Su nieta, Andrea Sánchez, es una de las que más le ayudó en el proceso: “A mi abuelo le gusta mucho salir al campo y Maximiliana nos permite ver donde está en cada momento. Es una manera de sentirnos presentes, aunque no estemos físicamente con él”. Lo mismo le ocurre a Joaquín Villalba, que tardó un poco más en habituarse: “Se lo explicamos un par de veces y empezó a captar la idea“, explica Benedito. “La realidad es que ha sido muy útil porque el abuelo tenía teléfono fijo y el problema es que muchas veces lo dejaba descolgado y no había manera de contactar con él, teníamos que ir hasta su casa para comprobar que estaba todo bien. También tuvo un móvil de tapa clásico, con teclas, pero que la mitad de las veces no sabía ni dónde lo dejaba o lo tenía sin batería”.
La primera piedra del proyecto la puso Terreu, a quien por ahora se han unido otras siete personas que completan el equipo. Uno de ellos es Pedro Malo, su socio y mano derecha. Y como todo queda en familia en esta idea, la abuela de Malo, Conchita Polo (81 años), es la responsable de las redes sociales de la empresa. “Mi nieto me dijo que estaban agobiados. Entonces yo le dije: ‘Hijo mío, si la abuela te puede ayudar en algo, aquí estoy’. Me metieron en un lío, pero ahora ya me siento como en casa. Yo no sabía ni decir el cargo que tenía [community manager], me lo tuvieron que apuntar en un papel... ¡Qué difícil es! ¡Que soy una abuela!”, comenta entre risas.
Polo ha convertido las redes sociales de la empresa en su diario personal, donde publica un consejo al día, chistes e incluso recetas de cocina tradicionales. “No me tengo que preparar nada, porque es mi vida. Se ha convertido en una afición más y cuando tengo alguna cosa con Maximiliana, cambio la hora de la peluquería y ya está”, explica la responsable de redes sociales. “Nos gusta que sea ella quien decide lo que publicar y lo que decir. Solo la ayudamos con la parte técnica de edición y grabación. Tiene que ser lo más natural posible”, subraya Terreu. Conchita lleva más de 50 años recogiendo consejos y escribiéndolos en libretas, que ahora ha recuperado para las redes sociales de Maximiliana: “Solo una al día, que si no te empachas”. Uno de los momentos más emocionantes de estos años de trabajo fue cuando preparó una sopa de ajo y lo vieron un gran número de personas: “Tuvo muchas visitas. ¡Más de 100.000!”, recuerda emocionada.
Para personas como Eugenio, este dispositivo ha servido para poder estar más cerca de los suyos, y también para molestarles de vez en cuando: “A veces nos llama cuando estamos trabajando o en clase”, dice entre risas Andrea, a lo que responde su abuelo: “Pero cada vez menos. Es que cuando estoy en el huerto, me gusta enseñarles las plantas que crio a mis hijos y nietos, tengo un árbol muy grande. Así saben lo que estoy plantando en todo momento, como si estuvieran físicamente conmigo”.