La Sagra, una excepción en la España vacía

A menos de 40 kilómetros de Madrid, esta comarca toledana es una muestra de cómo una zona aparentemente abocada a la despoblación se puede convertir en un lugar de crecimiento demográfico, de oportunidades empresariales y de transformación digital

La comarca toledana de La Sagra es una excepción en medio de la España que se vacía. La población de sus 31 municipios ha crecido en la última década casi un 20% (según los últimos datos del INE) liderando el crecimiento demográfico de la provincia de Toledo, mientras otras localidades de la zona (hasta un 71% de ellas) pierden población. ¿Qué está pasando en esta comarca castellana? En los últimos años, atraídas por las grandes (y rentables) posibilidades empresariales que ofrece La Sagra, muchas empresas y emprendedores han decidido comenzar una aventura empresarial en alguno de sus pequeños pueblos que, casi todos a unos 40 kilómetros de distancia tanto de Madrid como de Toledo, les ofrecen una mejor calidad de vida y, a la vez, estar cerca de los grandes centros urbanos. Una nueva vertebración territorial con Illescas (su capital) como centro y que, con el auge de los envíos de paquetería, posiciona en primera línea a los negocios ubicados en esta área, tanto a las grandes compañías dedicadas a la logística (Correos y Michelin) como a los pequeños comerciantes que explotan la economía tradicional (como de la teja y los cultivos de secano, entre otros).

Uno de estos productores es Alberto Martín, que decidió dar un cambio radical en su vida y dejar su empresa de construcción en Madrid para elaborar miel ecológica en Ugena, el pueblo de sus abuelos, de unos 5.000 habitantes. La miel de Martín es totalmente natural, es decir, 100% cruda, recogida directamente de la naturaleza sin adulterar. Oro líquido que muchos de sus clientes, le aseguran, nunca antes lo habían probado. “Hay mucha gente que nos da las gracias por el trabajo que hacemos: recuperar un producto tan tradicional, sano y que sale directamente del campo”, comenta. En su primer año de vida, Miel Castiza ha pasado de trabajar con una decena de colmenas a 120, y de vender en los pueblos de La Sagra a exportar a otras zonas de España.

A corto plazo, el plan de su empresa, que fundó junto con su socio Javier Jiménez, es posicionarse como un negocio de proximidad y aumentar poco a poco la producción conforme vayan ganando clientes. Además de en tiendas físicas y en su web, también están presentes en varias plataformas de venta electrónica, como Correos Market, donde se dan a conocer y venden a través de este operador logístico sus productos junto con otros 800 productores de toda España. A través de ese market place pueden llegar a cualquier punto de la España y Portugal. “Poder emprender aquí es más fácil, especialmente para empresas relacionadas con la naturaleza. Estás más cerca del monte y Castilla-La Mancha tiene más ayudas para jóvenes agricultores y ganaderos”, comenta. “Además, tenemos buenas conexiones: Madrid está a tiro de piedra. Reparto allí la miel por la mañana y me vuelvo a casa tan tranquilo por la tarde”, añade Martín.

El gobierno regional puso en marcha hace unos años el proyecto de Ayudas a la creación de empresas agrarias por jóvenes, subvenciones que facilitan la creación de pequeñas empresas relacionadas con el sector agrario (una dotación de una prima básica de 27.000 euros, y unos suplementos que pueden incrementarla hasta los 50.000 euros), lo que es un plus para los emprendedores sin recursos. Una mayor facilidad para ganarse la vida, sumado a los ventajosos alquileres, ha sido un imán demográfico. Todo esto ha convertido a La Sagra en una muestra de cómo una zona rural y, aparentemente, abocada a la despoblación, se puede convertir en un área de transformación económica y sostenible.

Un futuro con fuertes raíces

La historia de la Sagra siempre ha estado ligada a la agricultura. De hecho, su nombre en árabe (al-Saqra) significa campo cultivado: trigo, cebada, legumbres, tomates, pimientos, cebollas y viñas, razón por la que coloquialmente se le conoce a esta zona como la huerta de Madrid. Una actividad que, según los últimos datos del Informe del mercado de trabajo del Ministerio de Trabajo y Economía Social, tiene “buenas perspectivas” para los próximos años en esta zona, aunque necesitará “ser competitiva y abrirse hacia nuevos mercados, sobre todo en estos momentos en los que las políticas arancelarias pueden frenar la exportación de algunos productos”.

Alberto López conoce bien la importancia de esto último. Como Martín, dejó su trabajo hace seis años en Madrid para dedicarse a su pasión: hacer vino, un oficio tradicionalmente popular en Valmojado, el pueblo de sus antepasados. “Siempre vi a mi padre cultivar la viña. Las que tenía eran heredadas de su padre y de su suegro. Ambos tenían bodegas particulares. Elaboraban su uva, la transformaban en vino y luego la vendía a granel”, relata. Esta actividad vitícola también tiene bastante peso en la comarca. La viñas –con Denominación de Origen de Méntrida– producen en la actualidad unos 36.000 hectolitros al año y en ellas trabajan más de 1. 250 viticultores de la zona, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.

López no quería vender a granel sino ser más competitivo. Por ello combinó los que aprendió en la Escuela de la Vid de Madrid con los conocimientos de la gente mayor de la localidad, a la que le preguntaba los procesos que realizaban para obtener producto. Le dio una vuelta al morapio de sus antepasados y creó Almavid, un vino embotellado que ya ha conseguido algunos premios nacionales (medalla de oro en el CWWS Competition de 2017, entre otros). Pero la covid-19 le afectó fuertemente. La mayoría de sus clientes eran empresas relacionadas con la restauración y el cierre por el confinamiento desplomó sus ventas. Fue entonces cuando decidió digitalizarse y vender a particulares a través de su web y, como Miel Castiza, en Correos Market. “No nos ha vencido el coronavirus, podemos llegar a toda España y también al extranjero”, comenta.

Este tipo de mercados digitales de productores han sido y son un trampolín para muchas empresas que no pudieron digitalizarse adecuadamente durante la pandemia pero se vieron obligadas a acelerar sus ventas electrónicas. Jailema García, directora de la oficina de Correos de Illescas, cuenta que plataformas como la de este operador logístico facilitan un servicio logístico para estas pequeñas empresas –López puede ir a la oficina de su pueblo y simplemente entregar allí sus pedidos para que sean enviados a sus clientes o solicitar que se los recojan en su almacén–, además de ser “una oportunidad para publicitarse y llegar a más gente”. García subraya que estas oficinas también son, especialmente durante las restricciones de movilidad, un apoyo importante para realizar tareas burocráticas. “El servicio ORVE (Oficina de Registro Virtual Electrónico), por ejemplo, permite digitalizar y añadir la firma electrónica de los documentos que se deben entregar en la Administración Pública, como los papeles de la Agencia Tributaria o las subvenciones a pymes”, detalla.

En La Sagra no crece solo el ladrillo

La comarca de la Sagra ha estado dominada por la industria cerámica desde hace al menos medio siglo. Visitamos una empresa puntera del sector, pero también conocemos historias de personas que hacen miel, vino o cerveza, otorgando diversidad y vigor económico a la zona rural de la provincia de Toledo que más crece en población.

Todos los caminos llegan a La Sagra

La fortaleza del sector logístico en la zona, privilegiado por el paso de las carreteras A-42 y A-4, también es uno de los pilares económicos de La Sagra. “En torno a la Plataforma Central Iberum (Illescas) están ubicadas las empresas más relevantes del sector y, desde 2015, trabajan en ella unas 10.000 personas. Está conectada con cuatro autovías que enlazan con circunvalaciones de Madrid y tiene acceso a todas las autovías radiales de España″, cuenta Ignacio Ballestero, portavoz de la Consejería de Economía, Empresas y Empleo de Castilla-La Mancha. Según esta Consejería, la logística es precisamente una de las actividades en las que más está trabajando el Gobierno regional para que crezca y sea una de las referencias a nivel nacional. Un imán que no solo traerá a otras empresas del sector, sino ciudadanos que demandarán otros servicios: locales de alimentación, tiendas de ropa, colegios, vivienda...

Para las empresas más veteranas de La Sagra, disponer de una red de carreteras que les permita estar conectados con España y todo el mundo les ha permitido seguir creciendo. Es el caso de La Paloma Cerámicas, una empresa familiar de ladrillos y tejas que en sus 40 años de vida pasó de tener una pequeña fábrica en Pantoja con 30 trabajadores a emplear a 250 personas en seis plantas distribuidas por toda España y Portugal. “Son muchos años los que llevamos trabajando la arcilla con formas y tamaños diferentes. Lo que está claro es que se trata de un producto que, a pesar de la tecnología puntera con la que hoy en día se fabrica, sigue teniendo el alma artesanal de sus inicios”, comenta su director general, Francisco Antonio Rodríguez. El ladrillo también es una seña de identidad de La Sagra, de donde sale casi el 25% de todo lo que se produce a nivel nacional, una industria tradicional clave en el desarrollo económico de la comarca y en el abastecimiento de otras regiones. Estar ubicada en un nudo logístico como esta comarca facilita el transporte de su mercancía, de gran volumen (diariamente producen mil toneladas), les hace ser más rentables y seguir creciendo.

A las industrias de toda la vida se les han ido sumando otras nuevas. La de la cerveza, por ejemplo. Como tantos otros emprendedores, Carlos García decidió arriesgarse y crear la suya propia. “Dejé absolutamente todo, incluido mi trabajo, y con 26 años decidí volver a mi origen y montar una fábrica en Yuncos [de unos 11.000 habitantes, según el INE]. A la hora de crear la marca tuve pocas dudas. Tuve claro que la cerveza artesanal siempre parte del origen y, en este caso, tenía que llevar el nombre de mi comarca: La Sagra”, relata este productor, que afirma que fue la primera fábrica de cerveza de la zona. Algo curioso porque, según explica, “es una de las zonas de España donde más cebada de malta se cultiva”, y a nadie se le había ocurrido hacerlo antes. La empresa, actualmente ubicada en el polígono industrial de Numancia de La Sagra (a dos kilómetros de Yuncos), ha funcionado. Su posición geográfica y el esfuerzo de García ha llevado a esta bebida a estar en la mayoría de los supermercados españoles y europeos. En 2017 la prestigiosa compañía de bebidas Molson Coors compró parte de la empresa y se le abrieron grandes oportunidades para vender en otros países como Reino Unido. Una década después de su andadura, la empresa de García da trabajo a 33 personas, produce más de 16.000 hectolitros y se ha convertido en un referente nacional de la cerveza prémium.

Su identidad, dice García, refleja frescura y modernidad (muy presente en las pegatinas con las que visten sus botellines) es uno de sus secretos. “Tenemos claro que nuestros abuelos no eran maestros cerveceros. En todas las fábricas de cerveza venden años de historia. Nosotros hacemos una cerveza del siglo XXI con un espíritu de diversidad y que llevan a La Sagra como marca y como bandera”, afirma García.

CRÉDITOS

Redacción y guion: Julio Núñez
Coordinación editorial: Francis Pachá
Fotografía:  Asia Martín  
Diseño: Juan Sánchez
Desarrollo: Eduardo Ferrer y Rodolfo Mata
Coordinador de diseño:  Adolfo Domenech


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