El Ayuntamiento de Madrid se contradice ante la Justicia por el cantón de Montecarmelo
El Consistorio admite por escrito que la instalación que proyecta es industrial, pese a haberlo negado sistemáticamente
El proyecto para construir un cantón de limpieza y una base del servicio de limpieza urgente en Montecarmelo le costó al Ayuntamiento una sentencia en contra la primavera pasada, cuando el Juzgado de lo Contencioso Administrativo número 9 de Madrid resolvió que una instalación de esas características no tiene cabida entre bloques de vecinos y colegios. La clave de aquella sentencia es que el juez, tras estudiar el proyecto, se dio cuenta de que el Consistorio no había realizado el pertinente estudio de impacto ambiental necesario para desarrollar cualquier actividad considerada industrial. El argumento que había dado el equipo de gobierno municipal hasta entonces ―y ha seguido defendiendo en contra del criterio del juez― es que no se trataba de un proyecto industrial, que solo iba a ser un lugar en el que guardar vehículos y en el que los trabajadores de limpieza podrían cambiarse de ropa. Medio año después de aquello, el Ayuntamiento ha hecho pública parte de la memoria del proyecto en el que admite hasta en tres ocasiones que, efectivamente, se trata de una actividad industrial.
Este documento, abierto por procedimiento obligado a consulta pública durante un mes, pone al equipo del alcalde José Luis Martínez-Almeida en una situación complicada de defender ante la justicia. La sentencia que emitió el Contencioso en abril fue recurrida por el Ayuntamiento ante el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM), que estimó la apelación y en este momento está analizándola. Sin embargo, el argumento con el que defendía el Consistorio su buen hacer ―que la actividad del cantón no era industrial― queda en entredicho en su propia memoria justificativa. No solo es industrial, sino que allí se van a realizar actividades que suponen cierto peligro: talleres de reparación de vehículos “con riesgo de incendio o explosión” ―como figura en la propia memoria― o manipulación de aceites, disolventes y otras sustancias contaminantes.
A eso se le suman los ruidos. Según la memoria del proyecto, pueden llegar a sumar 106,5 decibelios si todas las fuentes sonoras actúan de manera simultánea. Para ponerlo en escala, durante el concierto de Alejandro Sanz en el Santiago Bernabéu se alcanzaron los 86. Si se tiene en cuenta que la medición del ruido es exponencial y que cada tres decibélios el sonido se duplica, esto significa que el ruido que podría haber en Montecarmelo es 112 veces más intenso. Y eso que el documento que ha presentado el Ayuntamiento solo tiene en cuenta el ruido de la maquinaria que hay dentro del cantón, no considera las compactadoras de residuos que estarán fuera y los 117 vehículos que entrarán y saldrán las 24 horas del día de la instalación.
Aún así, no tiene por qué darse de manera sistemática esa situación. Según el texto, “no se contemplan fuentes continuas de ruido industrial de alta potencia ni procesos de producción que impliquen vibraciones significativas”.
Con todo, el documento evidencia que el Ayuntamiento sigue adelante con uno de los proyectos que se topa con mayor oposición desde que Martínez-Almeida es alcalde. No solo el de los vecinos de Montecarmelo ―el 94,1% de ellos considera que es poco o nada adecuado, según una encuesta―, también la de todos los partidos de la oposición en bloque y la de asociaciones vecinales de otros barrios cercanos.
Los vecinos de Montecarmelo, que han leído con atención la memoria abierta a consulta pública, se quejan de que “el alcalde José Luis Matínez-Almeida y su delegado de Urbanismo, Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante, del Partido Popular, llevan más de dos años ocultando la verdadera naturaleza industrial del proyecto”. Recuerdan que la instalación, a la que han bautizado como “megacantón”, tiene más de 10.000 metro cuadrados “entre viviendas y tres centros escolares”. Recuerdan también la alternativa que ellos ofrecen y que avalan tanto Más Madrid, como PSOE y como Vox: la llamada parcela ED1, en una zona industrializada de Las Tablas que cuenta con el visto bueno de los vecinos que viven en ese barrio.