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El caos de ir a la universidad con la línea 6 de Metro cerrada: más rápido a pie que en bici, colas para el bus y 10 euros al día en taxi

EL PAÍS hace cuatro recorridos alternativos para medir el impacto que tiene el cierre de la línea circular en la vida de miles de usuarios

Este miércoles, la desesperación por la tercera mañana con la línea 6 de Metro parcialmente cerrada en hora punta tiene muchas caras. La de un estudiante angustiado en la cola del autobús mientras intenta llegar a clase. La de un hombre peleándose con el sistema de bicicletas públicas ...

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Este miércoles, la desesperación por la tercera mañana con la línea 6 de Metro parcialmente cerrada en hora punta tiene muchas caras. La de un estudiante angustiado en la cola del autobús mientras intenta llegar a clase. La de un hombre peleándose con el sistema de bicicletas públicas que usa como alternativa al suburbano. La de una mujer con muletas que no quiere ser aplastada por las decenas de pasajeros en el autobús, y que se resigna a pagar un taxi. O la de quien debe afrontar una caminata de más de 15 minutos pensando en el invierno y en qué ocurrirá cuando llueva o haga frío, o cuando tenga que hacer ese camino cargando con los materiales de clase. Tras un inicio de semana caótico alrededor del intercambiador de Moncloa y las universidades Complutense y Politécnica, EL PAÍS ha realizado este miércoles cuatro recorridos en cuatro medios de transporte distintos para medir el impacto que tiene el cierre de la línea circular en la vuelta a clase, especialmente entre los universitarios.

Autobús. BiciMad. Coche. Y a pie. Esas son las cuatro alternativas probadas para cubrir el trayecto entre Moncloa y Ciudad Universitaria, separadas por apenas un kilómetro y medio y habitualmente unidas por una sola parada de metro que se alcanza en cuatro minutos. Ese minutaje se multiplica ahora con el cierre de 15 estaciones de la línea 6, la más usada de la red, con alrededor de 116 millones de viajeros en 2024, lo que afecta a miles de personas en esta zona de la capital (entre vecinos, estudiantes, profesores y trabajadores de la Complutense y la Politécnica). El tramo en obras no reabrirá hasta el 1 de enero de 2026. Quedan cuatro meses de incertidumbre para llegar a clase.

Los cuatro recorridos probados tienen fin en la estación de Ciudad Universitaria, por lo que al tiempo empleado hay que sumarles el añadido de llegar a cada facultad.

Autobuses repletos con 100.000 usuarios diarios

La parada del servicio de autobús que sustituye la línea 6, el SE6, ubicado frente al intercambiador de Moncloa, concentraba entre las ocho y las nueve de la mañana de este miércoles a más de una treintena de estudiantes en colas constantes.

“En hora punta van muy llenos”, admiten las personas asignadas por Metro de Madrid para dar información sobre las rutas alternativas (el SEG, el SE5 o el 180) a los estudiantes que se acercan a preguntar sobre la frecuencia de los autobuses.

Los alumnos, que antes tardaban unos cuatro minutos en completar este trayecto en metro, ahora emplean alrededor de 20 en autobús, si consiguen subirse a uno. Andrea Draganoyo, de 23 años y estudiante de Geología, ha llegado tarde a clase a pesar de haber salido de casa 20 minutos antes de lo habitual. “Es un caos. El primer día estaba todo muy mal señalizado en Moncloa, había muchísima gente y tardé mucho en llegar”, comenta.

Su experiencia no es un caso aislado. Daniel García y Nayla Vallido, ambos de 21 años y residentes en Parla y Móstoles, respectivamente, expresan su malestar por tener que salir antes de casa para regatear el efecto de las obras. García, estudiante de Física, ha tenido que salir de Parla con media hora de antelación: “No solo no llega el metro a Ciudad Universitaria, sino que el resto de líneas están más saturadas”, afirma Vallido. Porque este problema tiene su corazón en Moncloa, y múltiples ramificaciones en las líneas (como la 3 de Metro) y resto de opciones de transporte público que unen este punto con el resto de la ciudad.

Metro de Madrid asegura que las frecuencias de autobuses sustitutorios son de entre dos y cinco minutos. “Se ha mantenido el personal de refuerzo con 120 supervisores encargados de informar a los viajeros sobre las alternativas disponibles por el corte de la línea 6″, explican en la compañía pública. “Este miércoles, el número de autobuses del servicio especial ha aumentado hasta 61, con una ocupación superior al 70%. El martes circularon 56, que en total transportaron a 112.666 usuarios”.

Aunque esa cifra puede contar dos veces a la misma persona (en viaje de ida y vuelta), e incluye trayectos más largos que el que une Moncloa con Ciudad Universitaria, ese número mastodóntico sirve para dimensionar la magnitud del reto: es como si toda la población de capitales de provincia como Cádiz, Jaén o Girona se estuviera subiendo al bus en el total de un día por las obras del Metro.

BiciMad se congela en mitad del atasco

Los problemas de las alternativas no se circunscriben a autobuses repletos que deben dejar a viajeros en tierra en cada trayecto coincidente con la hora punta. Apenas 10 minutos y unos 50 céntimos separan Moncloa de Ciudad Universitaria en el servicio público de bicicleta. Lo saben los jóvenes que se han apartado de las largas colas del autobús para acercarse a una estación de BiciMad con la esperanza de llegar puntuales a la universidad. Sin embargo, la mayoría se topa con un obstáculo recurrente durante los últimos días, según pudo comprobar este diario: el sistema está caído, y en momentos concretos impide alquilar las bicis.

A las 7.50 empezaban a aglomerarse los primeros afectados en torno a la estación número 110, la más cercana al intercambiador de Moncloa. Jesús Molina es uno de los viajeros que ha apostado por intentar subirse a una BiciMad. Antes del cierre del arco este de la Línea 6 se desplazaba en bus desde Moncloa hasta Ciudad Universitaria, pero ahora asegura que es imposible hacer la cola y llegar a tiempo a clase. “No me da tiempo ni saliendo con media hora de antelación”, lamenta. Tras intentar varias veces desbloquear una de las bicis de la 110, sin éxito, este estudiante del doble grado de Química y Bioquímica cede ante la frustración y decide ir a pie. “Ya voy a llegar tarde, no queda otra”, se despide.

Le sigue Inés Martínez, una estudiante de Arquitectura que también trata de evitar tener que ir caminando. Pasados 20 minutos de las ocho de la mañana, después de perder 10 intentando coger una bici, desiste y sale apurada hacia su facultad para intentar llegar a tiempo al inicio de las clases. Empiezan a las 8.30: debe correr para llegar.

Tras una hora de espera en la estación 110, sigue sin funcionar. Hay usuarios que se desplazan a pie hasta la estación 259, en Ciudad Universitaria. Allí, por fin, es posible desanclar una bicicleta. Sin esos problemas, el viaje en bici de 1,5 kilómetros entre los dos puntos se puede hacer en unos 10 minutos.

Fuentes del área de Urbanismo, Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento apuntan que el uso masivo de BiciMad estos días ha generado “incidencias puntuales de ralentización en el sistema”. El martes, según cifras del Ayuntamiento, el número de usuarios del servicio alcanzó los 65.713. No obstante, ante la previsión de que este cada vez crezca más como consecuencia de la alteración del transporte por las obras del tramo este de la L6, la Empresa Municipal de Transportes se ha comprometido a que “dimensionará el sistema”. Una admisión implícita de que el servicio no está funcionando a la altura de la demanda provocada por el cierre del metro.

Caminar, la opción más segura para llegar a tiempo

Alejandra Gutiérrez, de 21 años, tiene clase a las nueve este miércoles en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid, pero a esa hora apenas ha logrado salir de Moncloa.

Se ha levantado a las 6.40, veinte minutos antes de lo habitual, y aun así el trayecto que hace un año resolvía en 30 minutos se ha convertido en una odisea de casi una hora, el doble de tiempo. Ha salido de casa a las 8.00 y ha llegado a Moncloa a las 8.30. Antes, desde ese punto, apenas necesitaba cuatro minutos más —una parada de metro— para plantarse en clase. Este miércoles, en cambio, ha tenido que salir de la estación, buscar los buses habilitados y enfrentarse a colas que no avanzaban.

Ha pensado en coger una bicicleta, pero tras diez minutos intentando desbloquearla sin éxito, no le ha quedado más remedio que caminar 15 minutos y llegar tarde a clase: “Mañana ya saldré directamente caminando, porque no puedo volver a llegar tarde”, admite, preocupada de que en invierno, con lienzos a cuestas, caminar ya no sea la mejor opción.

En situación parecida están Naiara Fernández, Aina Rodríguez y Gonzalo Martín, de 21 años y estudiantes de Diseño en la misma universidad. Han optado por ir andando: salen con media hora de antelación y tardan unos 50 minutos en cubrir el recorrido desde Urgel y La Elipa.

“Antes me levantaba a las 07.00, ahora lo hago a las 6.40. Hace un año, en 30 minutos estaba en clase, y ahora tardo casi una hora”, protesta Fernández. Rodríguez no quiere ni oír hablar del autobús: “Se forma atasco y no me arriesgo a no llegar”.

La escena en Moncloa se repite a diario desde la vuelta a las clases en este comienzo de septiembre: ríos de gente resignada, avanzando a paso rápido por la Avenida de la Complutense. Algunos se encuentran con amigos y compañeros de clase, caminan juntos. A todos los une un factor común: las prisas.

El taxi, caro pero rápido

Desde las 8.30, la fila de usuarios que esperaba un taxi en Moncloa se ha mantenido constante: unas cuatro o cinco personas a las que les toca aguardar cerca de 10 minutos para emprender su ruta. Algunos, los menos, con destino a Ciudad Universitaria. Es el caso de Alejandro Piñeiro, de 28 años y estudiante de Derecho, que ha llegado a Moncloa en una línea 3 de metro que absorbe a muchos de los pasajeros de la cerrada línea circular y que, por consiguiente, viaja aún más repleta de lo normal.

“He intentado coger los autobuses, pero era imposible subirse porque no para de llegar gente y se llenan enseguida. Voy a coger taxi porque es la única alternativa, aunque ya llego tarde”, se lamenta.

El taxi se ha convertido en una opción para aquellos que necesitan llegar lo antes posible, tal y como señala el conductor Flavio Orozco, de 50 años. “Desde el lunes, todos los días hago el trayecto a Ciudad Universitaria dos o tres veces. Suele ser gente que llega tarde, especialmente profesores, porque fallan los autobuses y el metro”, detalla sobre los pasajeros de una ruta de apenas tres minutos de duración y que tiene un coste aproximado de 5 euros. No es, por lo tanto, una opción sostenible para el día a día, porque incluyendo la vuelta se dispara a los 10 euros diarios y los 200 euros al mes.

Con información de Lucía Franco, Óscar Oliván, Rafa Ruiz-Matas y Natalia Rodicio.

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