El paso en falso de Cutico, el jefe de los Trinitarios de Torrejón que daba entrevistas en televisión
La caída del líder de la banda juvenil completa el desmantelamiento del ‘coro’, acusado de intentar matar a sus rivales a tiros a las puertas de una discoteca en Vallecas
El 13 de mayo empezó a escribirse el final de Cutico, un todopoderoso jefe de la banda de los Trinitarios, que gobernaba a sus soldados con mano de hierro desde un bloque de pisos ocupados en Torrejón de Ardoz (Madrid). Esa madrugada, ordenó atacar con todo a un hombre a la salida de una discoteca en Puente de Vallecas por una disputa de drogas. Sus secuaces cumplieron: lo esperaron a la salida, lo tirotearon y escaparon en un coche. La víctima sobrevivió, pero recibió dos tiros en el brazo y en la pierna. El hecho oblig...
El 13 de mayo empezó a escribirse el final de Cutico, un todopoderoso jefe de la banda de los Trinitarios, que gobernaba a sus soldados con mano de hierro desde un bloque de pisos ocupados en Torrejón de Ardoz (Madrid). Esa madrugada, ordenó atacar con todo a un hombre a la salida de una discoteca en Puente de Vallecas por una disputa de drogas. Sus secuaces cumplieron: lo esperaron a la salida, lo tirotearon y escaparon en un coche. La víctima sobrevivió, pero recibió dos tiros en el brazo y en la pierna. El hecho obligó a Cutico a escapar de España, pero volvió esta Navidad. Y aquí cometió su segundo gran error: intentar robar a otros narcos, que acabaron tiroteándolo a él.
Torrejón de Ardoz es uno de los municipios del Corredor del Henares en los que han ido proliferando coros o grupos de bandas latinas. Entre ellos, destacaba el de Cutico, denominado TJ Green, y que tiene en su haber agresiones, tráfico de drogas e intentos de homicidio. El cóctel habitual de este tipo de grupos criminales. Desde allí, este hombre con poder entre los Trinitarios de toda España, un corona suprema, como lo denominan ellos, se atrevió a ponerse delante de una cámara de Telecinco por los problemas de inseguridad del bloque en el que residía el pasado 22 de mayo, apenas una semana después del tiroteo de Vallecas, para asegurar que ni él ni sus amigos pertenecían a una banda.
—Te lo voy a preguntar claramente, ¿tú o alguno de los que estáis aquí pertenecéis a la banda de los Trinitarios?—, le interroga la reportera.
—No, nadie.
—Hay personas aquí que sí tienen constancia de que algunos pertenecen a una banda latina.
—Pero, del dicho al hecho, hay mucha diferencia. Si un juez no condena a nadie por banda latina, no implica entonces que lo sean.
Los investigadores policiales revisaron las cámaras de la discoteca e identificaron a los responsables del tiroteo. Los autores materiales, como siempre, dos soldados, los puestos más bajos de la organización. Pero observaron que en el lugar estaba también el jefe máximo y su novia, que contribuyó a la huida de los atacantes al conducir el coche. Los policías especializados en bandas sabían que el cuartel general de Cutico y los suyos estaba en dos pisos francos de Torrejón, la atalaya desde la que el jefe hacía y deshacía. El 19 de junio, la policía entró en esos inmuebles con un dispositivo incluía el cuerpo de élite de los GEO. Dos de los miembros de los Trinitarios trataron de escapar por la ventana, pero fueron interceptados.
Había motivos para un refuerzo del despliegue: en el interior de las casas los investigadores encontraron cinco armas de fuego, gran cantidad de munición de diferentes calibres, 10 kilos de metanfetamina, tres kilos de hachís, dos kilos de marihuana y 35 gramos de cocaína. También hallaron varios machetes y documentación sobre la banda, como una especie de mandamientos que los integrantes deben aprender y que constituye un elemento fundamental para probar la pertenencia a este grupo. Nadie que no haya jurado su obediencia a los Trinitarios puede acceder a estos textos casi sagrados para ellos.
Aquel día la policía detuvo a cuatro miembros destacados del coro, entre ellos, el jefe de Guerra, el que coordina y ordena las acciones violentas que el Suprema decide. Entre ellas, la del tiroteo de la discoteca de Vallecas de mayo. Entre estos cuatro arrestados, los investigadores no identificaron a los que aquella noche empuñaban el arma, uno de ellos menor. Ambos trataron de ocultarse gracias a sus allegados y también a otros miembros de la banda, pero fue en balde, el 19 de diciembre la policía los encontró y los detuvo por un asesinato en grado de tentativa.
Pero faltaba la pieza clave, la corona, Cutico. Como los líderes más cobardes, se había marchado de España poco después del tiroteo, consciente de que su cabeza era muy codiciada. Se marchó con su pareja, que lo acompañaba en muchas de sus tropelías, pero no pudieron resistir volver a casa por Navidad. Recalaron de nuevo en Madrid a finales de diciembre, cuando creyeron que el peligro había pasado. Sin embargo, el jefe estaba a punto de cometer su error definitivo.
El 14 de enero de este año, sobre las siete de la tarde, Cutico y un amigo suyo decidieron dar un vuelco a otros dos narcotraficantes. Así se conoce en el argot delincuencial a robar dinero y mercancía de otros criminales. Para ello, tenían una cita en un piso de Villa de Vallecas que salió al revés de cómo esperaban el jefe trinitario y su acompañante. Los narcos se dieron cuenta de sus intenciones y acabaron disparándoles a ellos. El compañero del trinitario resultó herido en la cabeza, pero sobrevivió. El líder de la banda no recibió ninguna bala, pero sí que fue identificado por la policía, que comprobó la orden de busca que había contra él y lo detuvo. Al día siguiente, también fue arrestada su novia, que permanecía oculta en un piso.
El juez no lo ha condenado todavía, pero de momento sí ha considerado que debe ingresar en prisión provisional a la espera de la vista oral en la que se determinará su pertenencia. Junto a él, otro siete miembros también han entrado en la cárcel y en un centro de menores en régimen cerrado. Con este capítulo se da por desmantelado uno de los brazos más activos y violentos de los Trinitarios en Madrid.