Los compañeros de una bailarina que sufrió una parada cardiorrespiratoria en clase la salvan gracias a las indicaciones del Samur

Las personas que estaban con ella le realizaron unas maniobras iniciales de reanimación cardiopulmonar y cuando llegaron los médicos continuaron con lo que llaman “una cadena de vida”

Alejandra García agradece al equipo médico que la atendió su rápida actuación.Foto: EMERGENCIAS MADRID | Vídeo: EMERGENCIAS MADRID
Madrid -

Alejandra García, licenciada en Derecho y en Administración y Dirección de Empresas y bailarina aficionada, no tenía ningún antecedente cardiaco ni problema de salud, pero el 2 de junio, con 23 años, se le paró el mundo de repente, mientras daba una clase de ballet clásico a dos alumnos en una academia de Madrid capital. Sufrió una parada cardiorrespiratoria, se moría. Ahora, casi seis meses después y ya con 24, apenas le queda una pequeña secuela en los pies, nada en el corazón y neurológicamente se encuentra “fenomenal”, explica una portavoz de Emergencias Madrid, que ...

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Alejandra García, licenciada en Derecho y en Administración y Dirección de Empresas y bailarina aficionada, no tenía ningún antecedente cardiaco ni problema de salud, pero el 2 de junio, con 23 años, se le paró el mundo de repente, mientras daba una clase de ballet clásico a dos alumnos en una academia de Madrid capital. Sufrió una parada cardiorrespiratoria, se moría. Ahora, casi seis meses después y ya con 24, apenas le queda una pequeña secuela en los pies, nada en el corazón y neurológicamente se encuentra “fenomenal”, explica una portavoz de Emergencias Madrid, que ha publicado este miércoles un vídeo del emotivo encuentro que mantuvieron hace unos días la joven y el equipo del Samur que la salvó junto a los compañeros de Alejandra, que siguieron las indicaciones telefónicas que les dieron hasta la llegada de los sanitarios. Tiene nombre. Lo llaman “maniobras iniciales de reanimación cardiopulmonar (RCP) trans telefónica”.

I“Muchísimas gracias por todo, de verdad, para siempre”, dice la joven en la grabación mientras abraza a siete de las personas que le han permitido contarlo. Entrevistada por teléfono por este diario, Alejandra trata de hacer memoria, pero no recuerda apenas nada ni ese día ni de los siguientes, ya que en el hospital al que la trasladaron, La Paz, estuvo en coma inducido, del que despertó poco a poco. Imagina que, por la hora, estaban haciendo puntas. “Ese día lo tengo bastante borrado, es increíble lo que hace la mente para protegerse. Creo que me empecé a sentirme mal y a marearme, me senté y ahí me desvanecí”, rememora la joven, que daba y recibía clases en la academia, cerca de la estación de Alfonso XIII.

Aunque perdió el conocimiento, no se enteró de nada y sus alumnos y compañeros tampoco han querido contarle todo “sino lo justo porque fue muy traumático y contarlo tampoco es agradable”, ahora ha podido escuchar la conversación grabada entre ellos y el Samur y que le expliquen cómo funciona el protocolo de “la cadena de la vida” que hizo que su corazón volviera a latir, una cadena que “funcionó a la perfección”. “Ha sido impactante. Recolocas todo y entiendes muchas cosas”, admite la joven. Alejandra se refiere a un audio de 5,10 minutos de infarto hecho público por Samur:

― Tenemos una profesora que está desmayada, respira mal, está desvanecida, se está poniendo azul... ― arranca la voz temblorosa de una joven, una de las alumnas.

― Necesitamos desde ya que alguien se ponga a hacer maniobras de reanimación―, contesta el asistente de Samur. La chica le pasa el teléfono a Cristina, una profesora que estaba dando funky en otra clase y que había hecho hace unos meses un curso de RCP.

― La ambulancia va a tardar poco, necesitamos que haga lo que yo le digo, teléfono en manos libres...

― Vale, yo me pongo, ¿reanimación? Vale, ok, de acuerdo, venga, voy―. Y Cristina, haciendo gala de un sorprendente temple, sangre fría y eficacia, organiza a sus compañeros en un instante para que uno se ponga en la puerta y otro la ayude.

― Una mano encima de la otra―, pide el operador.

― Venga, a la una, a la dos y a las tres, vamos Álex [por Alejandra]―, la anima Cristina.

― Cuando se cansen, se relevan―, aconseja el Samur.

― No te preocupes, yo aguanto, pero dense prisa―, suplica la profesora.

― La ambulancia está a punto de llegar. No se quiten hasta que los compañeros no les digan que se quiten―. En el minuto 4, entra en escena un desfibrilador que tenía la academia, con el que continúan haciéndole las maniobras hasta la llegada de la caballería.

― Ya están aquí―, claman desde el otro lado.

― Lo han hecho muy bien―, felicita el asistente.

En el vídeo, Rafael Saavedra, supervisor de guardia del Samur, destaca que en el caso de Alejandra funcionaron todos los pasos de la “cadena de la vida”, por lo que supone el mejor ejemplo del lema de Emergencias Madrid, “un compromiso con la vida”. En este sentido, Elena Ruiz, una de las médicos que la asistieron, subraya el papel esencial de quienes estaban con ella. “Las maniobras de RCP trans telefónica son el primer eslabón de la cadena”, subraya Ruiz. “Que ella esté hoy aquí es gracias en un inicio a ellos y luego, tanto a nosotros como a los compañeros del hospital”, añade.

“Es una gran satisfacción, un orgullo, el haberla podido reanimar y devolver a la sociedad“, comenta Antonio San Juan, jefe de guardia, en el vídeo, con el que el Samur pretende concienciar a la sociedad de la importancia de los primeros seis o siete minutos tras una parada. “No hay circulación, no se riega el cerebro, es fundamental que los testigos sepan hacer las maniobras”, destaca San Juan.

Para Alejandra, ha sido “maravilloso” poner cara a los “ángeles” de su “segunda vida” y, aunque “le daba un poco de vergüenza” la cámara, quiso participar en esta experiencia para que se valore el trabajo del Samur. “Hicieron una primera intervención perfecta, por eso estoy aquí”. Para los facultativos, también ha sido muy emocionante verla seis meses después. A sus 62 años, más 30 de ellos en el Samur y siete como jefe de personal, San Juan ha participado en dos o tres actos como este y aún le resulta “sobrecogedor e impactante” escuchar el gran trabajo de la central.

El Samur, con más de 900 sanitarios de los que más de un centenar son médicos, atiende “entre 360 y 370 paradas al año, una al día o una y pico”. Ese día, de hecho, era la segunda y “también con un paciente joven”. El primero fue “un chaval de 17 años, de Alicante”. Ambos se salvaron, “fue un día bonito”. “Sacamos adelante al 55% de las paradas, una pasada, de los que cerca del 20% son restitutio ad integrum, es decir, que no tienen afectaciones neurológicas y hacen una vida normal”. La clave de estas buenas cifras es que el Samur “atiende en la calle, una gran ventaja porque hay testigos, que llaman al instante e inician las maniobras”. Hoy, San Juan desconoce si en Madrid van una, dos o ninguna parada, ya que está librando y atiende a este periódico parado en un área de servicio, camino a Babia (León).

En el momento del suceso, la joven trabajaba por las mañanas, estaba terminando la carrera y hacía más de tres horas de ejercicio al día. No fumaba, no bebía y llevaba una alimentación y una vida sanísimas. Los médicos aún tratan de averiguar qué y por qué le pasó, un accidente cardiovascular sin causa aparente y similar al que han sufrido algunos futbolistas en el campo. Para la joven, que recibió el alta el 27 de junio, el ballet era su gran hobby. Le quedaban solo dos años para terminar la carrera por el sistema inglés, “menos exigente que el del conservatorio, que requiere ocho horas diarias”.

En dos semanas, se iba a examinar del penúltimo curso, una meta que ha quedado en suspenso porque sufrió un trombo a consecuencia de la parada y tiene una afectación nerviosa que le impide levantar los pies, aunque anda sin problemas gracias a un aparato. “Actualmente, no puedo bailar ni conducir y la recuperación es lenta, pero bueno, poco a poco, si en algún momento puedo retormarlo lo haré y si no, no pasa nada”. Ni lo vive como un drama ni lo sucedido la ha llevado a una loca carrera por vivir intensamente. “Yo solo quería volver a mi vida normal”, explica. Eso sí, ahora valora más lo importante, relativiza mucho más y no permite que los problemas del día a día la agobien ni la superen.

Sigue trabajando por las mañanas, va al fisio todos los días y estudia el máster de acceso a la abogacía para ser “o abogada o procuradora”. Alojado bajo la axila y conectado al corazón con un cable, Alejandra lleva su seguro de vida, un desfibrilador que garantizará que el órgano vital resista un segundo envite, que puede o no suceder, ya que los médicos le aseguran que “está milagrosamente intacto, como si no hubiera pasado nada”.

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