Ruth Porta, brillantez para el servicio público

Pasó por el Ayuntamiento y la Asamblea de Madrid, por el Senado y por varios ayuntamientos de la comunidad madrileña. Se granjeó la gratitud de sus jefes, el cariño de sus compañeros y el respeto de la mayor parte de los adversarios

Ruth Porta, histórica del PSOE madrileño, en una imagen de archivo de 2005.Manuel Escalera

Ruth Porta Cantoni, fallecida a los 66 años, podía haber dedicado su vida a cualquier propósito elevado. Contaba con un patrimonio notable. Era una mujer de inteligencia brillante. Le sobraba capacidad de trabajo.

Podía haberse limitado a vivir de las rentas, dando satisfacción a su inagotable curiosidad cultural, cultivando artes y ciencias con deleite. Podía haberse decidido por el dinero, por haber invertido su ingenio y sus dotes d...

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Ruth Porta Cantoni, fallecida a los 66 años, podía haber dedicado su vida a cualquier propósito elevado. Contaba con un patrimonio notable. Era una mujer de inteligencia brillante. Le sobraba capacidad de trabajo.

Podía haberse limitado a vivir de las rentas, dando satisfacción a su inagotable curiosidad cultural, cultivando artes y ciencias con deleite. Podía haberse decidido por el dinero, por haber invertido su ingenio y sus dotes de liderazgo en el mundo de la empresa. Podía haber abierto un despacho profesional de éxito, resolviendo cuitas ajenas con solvencia y ganancia.

Pero Ruth Porta decidió dedicar su vida al servicio público. Porque a la inteligencia y al esfuerzo, Ruth siempre añadió una generosidad infinita para definir su carácter. Eso, y unas convicciones firmes a favor de la justicia social.

Tampoco se decantó precisamente por la moqueta y el oropel en su vocación como servidora pública. Al elegir oposición no buscó entre los cuerpos tradicionalmente más poderosos. Optó por ser interventora, en la administración local además, y fue la primera de su promoción, claro.

Decidida a aplicar su compromiso ideológico y moral a la transformación de la realidad, eligió militar en el partido de los trabajadores y las trabajadoras, el Partido Socialista. Desde abajo, desde la militancia de base y los cuadros orgánicos de la agrupación local que le tocaba.

Y su primer cargo público tenía que ser de concejala, si bien en un ayuntamiento señero, el de la capital de España, el de Madrid, nada menos.

Allí tuve la suerte de conocerla. Ella era la penúltima de la lista socialista que los madrileños eligieron en el año 1995; yo era el último. Un tiempo después, en el 2000, nuestros compañeros nos encargaron a ambos dirigir ese grupo municipal.

Ruth fue siempre una luchadora. Luchaba contra el adversario en defensa de sus ideas. A veces luchaba contra el aliado, si pecaba de timorato o indolente. E, incluso, luchaba contra el amigo, cuando parecía ceder a la tentación del desfallecimiento o la rendición. Porque ella nunca desfallecía y nunca se rendía.

Y cuando alguien decide enfrentar los obstáculos con lucha, ha de encajar golpes. No fueron pocos los golpes que recibió Ruth. De los de enfrente, cuando les vencía con razones. Y de los de al lado, cuando les exigía el mismo nivel de compromiso, de dedicación y de eficacia que ella invertía en cada batalla.

Quizás sus mayores enemigos los ganó en la guerra contra la corrupción. Porque ahí los enemigos desprecian argumentos legítimos y carecen de límite ético en la refriega. Sufrió los golpes donde más le dolía, en la familia.

Ruth Porta pasó por el Ayuntamiento de Madrid, por la Asamblea de Madrid, por el Senado de España, y por varios ayuntamientos de la comunidad madrileña. En todos sus destinos se granjeó la gratitud de sus jefes, el cariño de sus compañeros y el respeto de la mayor parte de los adversarios.

Porque otro de los puntales en la personalidad de Ruth fue la lealtad. Lealtad a los valores de su carácter, lealtad a los principios de su acción política, y lealtad a las personas con las que trabajó.

Lealtad en la anuencia y en la discrepancia. Quienes lean esto y trabajaran con Ruth tendrán que sonreír forzosamente al recordar las infinitas discusiones a propósito de cada asunto, de los importantes y de los irrelevantes. Porque Ruth daba todas las peleas. Y, al final, la lealtad con lo decidido y con su gente. Siempre. Sin fisuras.

Ruth estaba llamada a protagonizar el cambio en Madrid. Para ese cometido le votaron los madrileños, junto al resto de los candidatos del PSOE en aquellas elecciones autonómicas de 2003. Fue clave en la elección de quien esto escribe como secretario general y candidato. Fue fundamental en el programa, en la campaña y en el plan de gobierno. Y sufrió como todos, como nadie, la frustración por aquel gobierno prometedor y no nacido.

Me precio de ser de los socialistas con menos prejuicios machistas, quizás. Y el mérito no es mío. Nadie que haya trabajado con Ruth Porta puede albergar por un segundo el pensamiento de que las mujeres son el sexo débil, el género menor, o la mitad a postergar. Jamás la vi reclamar trato igual a los hombres. Porque jamás vi que nadie se atreviera a negárselo.

Ha afrontado la última batalla de su vida como todas las demás. De frente y dándolo todo. Dándonos otra lección de vida. Una más. Con los suyos cerca, Enrique y Laura.

A quienes tuvimos la fortuna de compartir camino con ella, nos deja un vacío infinito.

Nos consuela saber que tuvo una vida intensa y que fue feliz.

Rafael Simancas es un político socialista español, actual secretario de Estado de Relaciones con las Cortes y Asuntos Constitucionales.

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