Decenas de sanitarios se concentran ante la Consejería de Sanidad contra el plan de las urgencias: “Nunca me he sentido tan maltratado, ni en lo peor de la pandemia”
Los manifestantes rechazan la última reforma planteada por Ayuso porque no ven viable que se trate a los pacientes a distancia
Alfredo Rizo lleva 35 años trabajando como enfermero en la sanidad pública, y los últimos 11 lo ha hecho en el Servicio de Atención Rural (SAR) de Campo Real, un municipio de casi 6.500 habitantes a 35 kilómetros de Madrid. Ya no. El 27 de octubre le llegó un correo electrónico en el que le comunicaron que su centro sanitario a partir de noviembre iba a ser...
Alfredo Rizo lleva 35 años trabajando como enfermero en la sanidad pública, y los últimos 11 lo ha hecho en el Servicio de Atención Rural (SAR) de Campo Real, un municipio de casi 6.500 habitantes a 35 kilómetros de Madrid. Ya no. El 27 de octubre le llegó un correo electrónico en el que le comunicaron que su centro sanitario a partir de noviembre iba a ser otro, el Ángela Uriarte, en Puente de Vallecas. Primer golpe. Reclama, no hay respuesta, y llega el día de reincorporarse. Pero poco antes de salir de casa, recibe una llamada: lo mandan a Villarejo de Salvanés, a 60 kilómetros de donde vive. Segundo golpe. “Nunca me he sentido tan maltratado como ahora, ni en lo peor de la pandemia”, asegura.
Como él, decenas de profesionales se han concentrado este lunes frente a la Consejería de Sanidad, en el primer día de la huelga indefinida convocada por el sindicato de médicos (Amyts) a raíz del caos derivado del nuevo plan de reapertura de las urgencias extrahospitalarias. Los manifestantes, ya descontentos con cómo se ha gestionado la reapertura de los centros, también rechazan la última reforma planteada la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, porque no ven viable que se trate a los pacientes a distancia.
Las palabras “maltrato”, “despropósito” o “abandono” son recurrentes en pancartas, gritos y conversaciones entre médicos, enfermeras y celadores. Una persona disfrazada de esqueleto lleva una guadaña en un brazo y un cartel en el otro. “Soy el nuevo plan de urgencias, os espero”, reza. Tras una semana de crisis y desorganización en las urgencias extrahospitalarias ―se ha reactivado el servicio en 80 centros, pero con la mitad de personal―, los profesionales afectados exigen a la presidenta un cambio en el nuevo plan de reapertura.
“Llevamos todo el mes diciéndolo. Es el tercer modelo que plantea y ya solo podemos calificarlo de ocurrencia. Cae por su propio peso y solo ahonda la desatención hacia la Atención Primaria madrileña. Casi la mitad de los centros no tenían médico el domingo”, ha criticado la secretaria general de Amyts, Ángela Hernández, durante el acto.
Hernández se refiere a la nueva propuesta anunciada por Ayuso un par de horas antes de que empezara la concentración: impulsar las videoconsultas en 34 de los 80 centros con urgencias, donde solo habrá dos enfermeras, y mantener 46 puntos presenciales con médico y enfermero. “Encima, nos enteramos por un medio de comunicación y por una nota de prensa después. Sin reunirse con los trabajadores ni nada…”, ha lamentado la secretaria. El descontento es generalizado. “¿Mirar los oídos por videollamada? ¡No! ¿Tratar las hemorroides por videollamada? ¡No! ¿Acompañar a alguien en el proceso de duelo a distancia? ¡No!”, han gritado los facultativos.
Una de ellas es Beatriz Terrer, de 62 años y médica en el SAR de Perales de Tajuña, un municipio de algo más de 3.000 habitantes en el sureste de la capital, desde 2004. Su centro nunca había cerrado, cuenta, y el 29 de octubre fue la primera vez. Faltaba personal porque a la doctora que debía cubrir el turno le habían avisado el día anterior de su horario y estaba en Cantabria.
Aun así, Terrer dice que su caso no es de los peores. Este fin de semana se acercó a otro de los centros del sur de Madrid, donde trabaja una enfermera amiga suya, y describe así lo que vio: “Todo sucio, sin timbre para los pacientes y el material metido en cajas. Tuvimos que montarlo nosotros, rebuscando en los cajones. No había ni cama para que descansara el personal, ni sábanas. Parecía que, tal cual se cerró, se había abierto”. Y sin médico. “Hace unos días atendí a una niña que se estaba ahogando. ¿Y si no llego a estar yo? Podría haber llegado al hospital o podría no haber llegado. Ese es nuestro mayor miedo ahora, que pase algo grave”, añade.
María Justicia, responsable de Atención Primaria de Amyts, coincide con Terrer: “Un centro sanitario sin médico no es un centro sanitario”. Reivindica la importancia de un equipo y de que haya profesionales suficientes para atender a todos los pacientes. “Tengo compañeras que se han echado a llorar delante de mí, en medio de su jornada, porque no aguantan más esta situación. La ansiedad de no poder atender a todos o de tener que recibir a más de 60 personas en una mañana porque los derivan de otros centros cerrados, es insoportable”, relata. Ella, como muchos de los presentes en la concentración, ha estado gritando y soplando un silbato durante algo más de una hora. Un hombre se paseaba entre las pancartas y las batas blancas con varios de ellos colgados al cuello:
― Un euro dos, un euro dos. De todos los colores.
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