Almeida pierde la brújula en la fase final de la legislatura
El alcalde de Madrid atraviesa el peor momento de su mandato con Vox acechando y exponiéndole como la antítesis de Ayuso para dividir aún más al votante conservador en la capital
—Hoy viene a divertirse a El hormiguero… el alcalde de Madrid.
Qué tiempos. Y no hace mucho. El 2 de marzo de este año, José Luis Martínez-Almeida visitaba a las hormigas Trancas y Barrancas. Se sentó en la mesa de 3.880.000 hogares españoles. Un éxito abrumador, muy por encima de la audiencia cosechada por Pablo Iglesias y Pablo Casado unos meses antes. Su círculo más próximo asegura que este fue, probablemente, uno de ...
—Hoy viene a divertirse a El hormiguero… el alcalde de Madrid.
Qué tiempos. Y no hace mucho. El 2 de marzo de este año, José Luis Martínez-Almeida visitaba a las hormigas Trancas y Barrancas. Se sentó en la mesa de 3.880.000 hogares españoles. Un éxito abrumador, muy por encima de la audiencia cosechada por Pablo Iglesias y Pablo Casado unos meses antes. Su círculo más próximo asegura que este fue, probablemente, uno de los momentos más populares de su actual carrera política, si no el que más. Visitar a las hormigas más famosas de España es tener la posibilidad de lanzar un mitin ante millones de personas, y sin preguntas incómodas. Una invitación que a veces se mueve bajo el fulgor de las tendencias sociales. El altavoz mediático soñado por cualquier político. Fueron 55 minutos de chistes, sonrisas, anécdotas. Y sin anuncios. Un territorio donde el propio Almeida se desenvuelve como pez en el agua. Una atmósfera perfecta para ampliar su nicho electoral. El público, exhausto, le recibió entre vítores aquella noche:
—¡Qué ilusión!, ¡tengo fans!
Inmediatamente, las redes sociales del PP se lanzaron en tromba a entronizar su figura. Tendencia en Madrid. Tendencia en España. “El mejor”. “Grande”. “Esto es el PP”. Todavía hoy su equipo utiliza algunos vídeos de aquella entrevista. Hasta el secretario general del partido, Teodoro García Egea, descorchó el champán tras la visita. “Alcalde de España. ¡Grande Almeida!”, escribió. Los populares veían en él una figura en potencia. Todo iba sobre ruedas. A fin de cuentas, la capital de España es uno de los mayores símbolos de poder del Estado. El PP reconquistó con él en 2019 una plaza clave para vender su laboratorio de ideas conservadoras al resto de ciudades españolas.
Sin embargo, ocho días después de aquella entrevista y sin previo aviso, su equipo se encontró de lleno con un movimiento inesperado que le iba a afectar de lleno en los meses venideros. La presidenta Isabel Díaz Ayuso anunciaba el 10 de marzo que adelantaba las elecciones en la región para el 4 de mayo. Un bombazo político sin precedentes. Una jugada política imprevista para el partido, para él y para Ciudadanos; el socio de ambos. Tanto, que le pilló en fuera de juego. Almeida se enteró de la noticia durante un acto en el centro de la capital que tenía programado con su concejala de Hacienda. “A partir de ahí, todo dio un giro”, resumen fuentes de su entorno. “La aplastante victoria de Ayuso le cambió el paso. La estrategia cambia. Todo nos ha llevado a una fase de desconcierto”.
Ayuso solapó el 4 de mayo su imparable ascenso mediático. Todos los medios conservadores comenzaron a dar menos espacio a sus actos en el palacio de Cibeles para dar más grande a la nueva líder de la derecha. Los datos de sus redes sociales se frenaron en seco. Ya no crecían como antes. ¿Tenía sentido seguir con la estrategia de político transversal ante el giro radical y acompasado con Vox emprendido por el equipo de Ayuso?
Fechas clave
Hay varias fechas claves. El PP y sus satélites mediáticos vendieron a bombo y platillo en 2020 que Almeida era el alcalde de España por su gestión durante la primera parte de la pandemia y de la tormenta Filomena de principios de este año. Una actitud muy diferente a la de la presidenta madrileña, menos activa en los medios y en las redes en el inicio de su mandato. Ayuso se resguardó sus primeros meses en la Puerta del Sol. Entre agosto de 2019 —que llegó al poder— hasta enero de 2020, ella se deshizo de un director de comunicación y de un director de gabinete. Dos figuras clave en cualquier navío que surca una legislatura en minoría y con marejada. Almeida era ante la prensa más eficaz que la presidenta. El alcalde, en la mayoría de ruedas de prensa, ejercía de pararrayos de la mandataria madrileña. “¿Qué piensa de lo que acaba de decir Ayuso?”, era una pregunta habitual en los corrillos de periodistas.
Almeida, al contrario que en la Puerta del Sol, donde siempre han roneado y alabado a Vox por encima de cualquier partido, sí logró llegar a un acuerdo con todo el arco parlamentario en 2020. A izquierda y a la derecha. Esa era la consigna de su equipo. Ensanchar el electorado a ambos lados, aprovechar el debilitamiento de Más Madrid tras la marcha de Manuela Carmena y el agotamiento de Ciudadanos. Así, enfilaría 2023 con una mayoría absoluta con Vox o en solitario, y todo, sin grandes obras o emblemas de calado en la ciudad. “Su simpatía ante la ciudadanía es indiscutible”, cuenta una persona de su máxima confianza como su principal baluarte. La oposición no encontraba cómo meterle mano ante semejante éxito de popularidad. Ser simpático como baza electoral, muy del estilo del también alcalde popular de Madrid José María Álvarez del Manzano.
A ojos de todos los votantes, Almeida logró que los 59 ediles del Ayuntamiento firmaran un documento conjunto de 352 páginas: los famosos Acuerdos de la Villa, un oasis de encuentros entre todas las formaciones políticas para levantar el socavón que estaba sufriendo la ciudad durante la pandemia. El consenso era posible en el palacio de Cibeles y no en la Asamblea la región. “El alcalde no es como Ayuso”, era una frase que soltaban algunos dirigentes populares madrileños. Vender al electorado un político de consenso con estas fotos ensancharía mucho más el zurrón de las urnas.
La foto conjunta de todos los grupos políticos se hizo el 20 de julio de 2020. Aquel verano, y tras la crisis de las residencias de Ayuso, donde fallecieron miles de ancianos tras serles negada la asistencia hospitalaria y con la popularidad de la presidenta de capa caída, sirvió también para que el PP apostara fuertemente por el alcalde en detrimento de la propia Ayuso. Pablo Casado tomó una decisión que viró también su rumbo político. Cambiar la portavocía nacional del partido. Sustituir a una dura parlamentaria como Cayetana Álvarez de Toledo, por un alcalde en potencia y por entonces de talante moderado. “Es un gran honor”, dijo Almeida. “Muchas gracias, Pablo. Son momentos especialmente trascendentales para España y todos los españoles en los que espero estar a la altura”.
Sin embargo, tras la vuelta del verano de 2020, todo dio un giro. Madrid era la región con más casos de coronavirus de toda Europa. Pero, aquí la intervención quirúrgica de la presidenta, en septiembre los restaurantes y los comercios seguirían abiertos sin importar la tasa de contagios. La famosa libertad madrileña entró en juego. Ayuso y su nuevo equipo encabezado por Miguel Ángel Rodríguez comenzaron a sembrar la explosión nacional de una baronesa popular en potencia que derivó en un fulgurante éxito ante la prensa conservadora y ante la ciudadanía. En resumen: arrasó en las urnas dos meses después de que Almeida fuera a El hormiguero.
“El aplastamiento del 4 de mayo le desconcertó”, según fuentes del regidor. Esto propicio un fichaje clave en su máximo círculo de confianza. Coincidencia o no, la llegada de Pilar Rodríguez Losantos llega justo el día después de la aplastante victoria de Ayuso. Losantos, de 29 años y experta en comunicación política, se convierte de lleno en la mujer más poderosa de Cibeles ante el recelo de parte de su anterior equipo, de algunos concejales e incluso de Génova. “Sí, es su nueva mano derecha. Polariza sus discursos, los matiza, le dice qué tuitear. Él confía ciegamente en ella”, explicaban fuentes del Ayuntamiento hace unos meses. “Se ha hecho con el control de los mensajes. Nos manda whatsapps con lo que tenemos que decir”. “Almeida confía ciegamente en ella”. Su llegada viró el rumbo de nuevo en su estrategia política: no a la transversalidad y sí a lo que diga la extrema derecha.
Cambio en su círculo más cercano
“Ella nos ha derechizado más”, señalan fuentes próximas al alcalde. “Le insiste en que tiene que ser más combativo”. Almeida y Losantos creen ahora que el mapa electoral se ha movido. Es tiempo de hipérboles y de ruido. El éxito de Ayuso fue interpretado en Cibeles como un escoramiento de sus votantes hacia Vox. De ahí que Almeida cambiara radicalmente sus formas moderadas en sus redes sociales. Entró de lleno en lucha fratricida contra la izquierda. Quería que el electorado de Santiago Abascal viera en él un tipo idéntico a Ayuso, con guiños constantes a su formación. “Es y será mi socio prioritario”, presumía. Y llegó septiembre. Y Vox se plantó. Almeida preveía alcanzar un acuerdo con el portavoz de la extrema derecha en la capital, Javier Ortega Smith. El calendario exigía una nueva ordenanza de movilidad. Su promesa de retirar Madrid Central aún le pesa. Más aún firmar la nueva ordenanza con la izquierda y no con Vox. El Grupo Mixto se ha convertido en una pieza clave en el Ayuntamiento. A esto se suma la lucha interna del partido, con Almeida como hombre de Génova en la lucha por liderar el partido en la región frente a Ayuso. “Él no puede más con esto. Quiere una solución cuanto antes. Hará lo que le diga Pablo, a quien le debe todo”, señalan fuentes de Cibeles.
Las últimas semanas han sido demoledoras para su estrategia. En el último pleno volvió a cambiar el rumbo. Atacó con fiereza a Ortega Smith en el pleno: “¡Llevan meses atacando a mi persona!”. Vox ha aprovechado la guerra interna del PP y quiere que el votante conservador vea en Almeida un tipo distinto a Ayuso. Para confirmar este mensaje han rechazado aprobar por primera vez los presupuestos con el PP. “Las políticas de Carmena han vuelto [en referencia al posible nuevo acuerdo con el Grupo Mixto para aprobar las cuentas]”, dijo el portavoz de la formación ultra. “Almeida no cumple sus promesas [de retirar Madrid Central]. Su política es rastrera. Nosotros nos fiamos de Ayuso, pero no de este equipo de Gobierno”.
Ante esta jugada, Almeida vuelve a virar su estrategia para tratar de ser el hombre transversal de la primera parte de la legislatura. Este mes ha fichado a un nuevo jefe de prensa, el cuarto en lo que va de mandato. Daniel Bardavío fue el director de comunicación de Albert Rivera. Bardavío y Rodríguez Losantos, la politóloga que fichó en mayo y sobre la que ahora recae gran parte de la estrategia política, se conocieron en Bruselas. Estos fichajes han abierto una fase de desconcierto en gran parte de los concejales. De momento, los primeros días se han resumido en restringir más las ruedas de prensa. Menos exposición mediática para el alcalde. Y una vuelta a los orígenes de su primera etapa, con guiños a todos los grupos municipales. “Nosotros queremos llegar a un acuerdo en los presupuestos con todos los partidos, como hicimos con los Acuerdos de la Villa”, dijo el jueves. Una frase que no marida con los hechos. Durante cinco semanas clamó día sí y día también en sentarse con Vox y no con el resto. La brújula de Almeida vuelve a virar de rumbo en la última fase clave de la legislatura. El alcalde de España entra en una fase de desconcierto. La extrema derecha se despidió de él otra vez el pasado jueves:
— Que le vaya bonito.
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