Transmitir el frío en una pincelada
El pintor asturiano Miguel Galano expone en Madrid ‘De Fourgères a Alfama’, un recorrido de paisajes melancólicos de la Bretaña francesa y la campaña ovetense
Miguel Galano nació en un pequeño pueblo en la costa de Asturias, en una habitación con vista al mar Cantábrico. “Es el primer paisaje que conocí y que pinté”, recuerda. “Pero es la nieve la que me persigue como artista”. Un árbol que ha perdido todo su follaje se perfila contra un fondo blanco mate, en la soledad de un jardín de Lisboa invadido por la niebla. “Ese tono triste, de día nublado, de atmósfera melancólica, es un poco el lugar en donde me encuentro más a gusto”, precisa Galano, el pintor que retrata cualquier lugar como si fuera una ciudad norteña.
El artista (Tapia de Casar...
Miguel Galano nació en un pequeño pueblo en la costa de Asturias, en una habitación con vista al mar Cantábrico. “Es el primer paisaje que conocí y que pinté”, recuerda. “Pero es la nieve la que me persigue como artista”. Un árbol que ha perdido todo su follaje se perfila contra un fondo blanco mate, en la soledad de un jardín de Lisboa invadido por la niebla. “Ese tono triste, de día nublado, de atmósfera melancólica, es un poco el lugar en donde me encuentro más a gusto”, precisa Galano, el pintor que retrata cualquier lugar como si fuera una ciudad norteña.
El artista (Tapia de Casariego, 1956) expone en la Galería de arte Utopia Arkway De Fougères a Alfama, una colección de 22 paisajes urbanos y rurales que retratan la Bretaña francesa, la campiña ovetense, París y un barrio Lisboa. Lugares que son geográficamente y culturalmente distantes, y que sin embargo encuentran cohesión en los tonos apagados y en la atmosfera invernal que Galano transmite en cada pincelada.
Su pintura es capaz de transmitir el frío a quién la contempla. “En una ocasión, Enrique Andrés Ruiz, que es muy amigo mío, escribió en una de sus críticas de arte que llevo el invierno conmigo”, explica. Por esta razón, a lo largo de su carrera nunca ha pintado una tarde soleada, incluso cuando retrata espacios que por su naturaleza implican la luz deslumbrante del sol.
En De Fougères a Alfama Galano insiste en los mismos temas, aunque en distintos escenarios. Para él, las chimeneas y los tejados de las casas rurales de La Tenderina —el barrio de la periferia de Oviedo donde vive— no se diferencian en mucho de los campos solitarios de la Bretaña francesa de Fougères. “Voy pintando por donde voy pasando”, dice. “Los cuadros van saliendo según lo que veo, las ciudades que visito”. Eso sí, la elección de los escenarios no es al azar. Le emocionan los paisajes y las capitales del centro y norte Europa —de hecho, en 2013 dedicó una exposición monográfica a la ciudad polaca de Cracovia, donde suele volver con frecuencia— y que deliberadamente visita siempre en invierno, en búsqueda de la nieve.
Le hubiera encantado estar en Madrid el pasado enero, cuando la ciudad quedó paralizada un entero fin de semana bajo la borrasca Filomena. “Estaba entonces en Asturias, y en cuanto vi lo que estaba pasando, salí corriendo hacia la nieve”. De esta fuga emocional nació Calle Rayo, el único cuadro de la exposición que retrata la nevada de comienzo de año. Galano remonta su añoranza por la nieve a su infancia, ya que nació en un lugar donde nunca nevaba. En Calle Rayo el pintor dibuja un complejo de casas semi abandonadas del barrio donde vive, con las baldosas rojas cubiertas por un manto blanco y las ventanas con las cortinas bajadas. Puede parecer un paisaje desolado, pero no a los ojos de Galano, que en la nieve solo consigue ver vida.
Una pintura anacrónica
“Con respecto a lo que está pasando en lo que se llama arte contemporáneo, esta exposición es un poco anacrónica”, afirma con tono irónico. El asturiano no se corta al definir su arte como una “pintura sin complejos”, que carece de narrativa y de contenido social o político. “Si mis cuadros producen una sensación, no es porque yo lo pretenda. Mi idea es que el cuadro llegue al espectador y que él lo contemple, sin literatura”, explica. Nunca le interesó la novedad a la hora de plantear su obra: “No pinto con el fin de explorar nuevos lenguajes, sino de ahondar en mi propia voz y conseguir algo más intenso y más profundo”.
La actitud de Galeano no implica que en su trabajo carezca de referencias a otros grandes artistas contemporáneos: se encuentran el silencio de Giorgio Morandi, la desolación de Edward Hopper y la profundidad de Luis Fernández. “Cuando eres más joven y empiezas a pintar es más fácil tener influencias, a veces incluso descaradas”, admite, “pero es algo que se va transformando conforme maduras”.
A pesar de su romance con la nieve, el pintor afirma que si tuviese que escoger una pieza de la exposición, sería Flores de iglesia, curiosamente el único cuadro que no retrata un paisaje. En este pequeño óleo sobre lino, Galano retrata un florero que encontró sobre el altar de una iglesia en Bretaña. “Simplemente me gusta porque fue un proceso muy lento, de esos que vas poniendo y quitando pintura, que es un poco mi manera de trabajar”, explica.
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