Andrea Stefanoni: “Quizás desaparezca antes el tabaco que los libros”.

La librera y escritora argentina acaba de abrir la librería La Mistral en las inmediaciones a la Puerta del Sol, en el espacio que albergó al Teatro Arenal

Andrea Stefanoni, escritora y propietaria de la recién inaugurada librería La Mistral, en la Travesía del Arenal.KIKE PARA

Aquello que nos acerca a lo que amamos suele estar en el lugar más inesperado. Hace una semana, justo cuando Andrea Stefanoni abrió la librería La Mistral (Calle Travesía del Arenal 2), situada a unos pasos de la Puerta del Sol, apareció una anciana acompañada de su hija porque quería ver el mostrador que preside la tienda. Sobre la superficie de la mesa en cuestión, de piedra blanca algodón y a cuyos lomos se encuentra ahora la caja regis...

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Aquello que nos acerca a lo que amamos suele estar en el lugar más inesperado. Hace una semana, justo cuando Andrea Stefanoni abrió la librería La Mistral (Calle Travesía del Arenal 2), situada a unos pasos de la Puerta del Sol, apareció una anciana acompañada de su hija porque quería ver el mostrador que preside la tienda. Sobre la superficie de la mesa en cuestión, de piedra blanca algodón y a cuyos lomos se encuentra ahora la caja registradora, había diseccionado telas durante décadas el marido de la mujer, que trabajaba como sastre. El propio establecimiento albergó a lo largo de años el hall del teatro Arenal, en estos momentos dedicado al culto al cuerpo como gimnasio. “Me gusta que las historias de las cosas permanezcan”, explica Stefanoni, de 45 años. Qué otra cosa cabría esperar de un negocio que se dedica, precisamente, a vender historias.

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Stefanoni se crió en Buenos Aires, pero iba a menudo a la casa de sus abuelos. Allí, en una isla perdida en medio del delta sobre el río Capitán, donde había poco más que un muelle, una casa y unos perros, las distracciones eran más bien escasas. El único libro que había, -un ejemplar de Mi planta naranja y lima-, lo leyó hasta la saciedad. “Tampoco era un ambiente muy intelectual, para fomentar la lectura. Mi abuela fue minera, ni siquiera pudo ir a la escuela”, cuenta. Fue en esos momentos de soledad cuando desarrolló la virtud de inventar aquello que le faltaba. Comenzó a escribir a máquina las historias que le contaba su abuelo sobre la Guerra Civil española, razón que le había obligado a emigrar años atrás. Unos textos que después, ya de adulta, usaría para escribir su libro La abuela civil española (Seix Barral, 2015). “Ellos, que no eran escritores, ni lectores, tenían esa facilidad para observar y atrapar detalles. Te lo contaban de forma tan ingenua, sin saber que eso tenía valor literario. En esa inocencia está la gracia”, relata. “Es un homenaje a ellos, las personas menos esperadas son las que te acercan a la literatura”.

Una vida la de la argentina llena, en fin, de historias en todas sus variantes. Ella que se ha dedicado toda la vida a recogerlas, considera que los libreros son un poco como actores cuando hacen eso tan suyo de recomendar, convencer y vender con una precisión, casi mágica, el relato que uno necesita leer. “Me parece muy lindo el momento en el que el cliente confía en ti y te compra una historia, ya sea por escribirla o por venderla. Significa que has conseguido que ese lector entre en el mundo que le estás ofreciendo. Si lo logras ya tienes garantizado un día de felicidad”, explica sentada en un sofá a rayas colocado frente al gran ventanal de la fachada de la librería, llamada así en honor a la premio nobel Gabriela Mistral. Un sentimiento que ahora desborda a Stefanoni. “No nos esperábamos este recibimiento tan acogedor por nada del mundo. Ha sido llegar a Madrid y sentir que estás en tu casa a pesar de que la ciudad sea otra y el acento sea otro”.

Andrea Stefanoni, escritora y propietaria de la recién inaugurada librería La Mistral, en la Travesía del Arenal. KIKE PARA

Un proyecto que nació una noche que cenaba junto a sus dos socios en la terraza de ambos en el barrio Palermo de Buenos Aires. “Ese mismo día comenzamos a planear, y así nos embarcamos en esta locura de abrir una librería en el verano de una pandemia”. Los vecinos se muestran contentos de que haya otro tipo de propuestas y no solo cadenas, les gusta que se vuelva a la esencia del barrio. “Por eso es importante el apoyo entre librerías porque aunque vendamos el mismo tipo de libros, crear un circuito cultural siempre nos beneficia a todos para hacer eventos en común”. El debate sobre la desaparición del libro se le queda ya insuficiente a la escritora. “Decir que se va a acabar el libro es como decir van a desaparecer las barras de pan. Llevo veinte años trabajando en el libro y esto aún no ha ocurrido. Creo que se deben abrir debates más interesantes como quitarle el IVA al libro, que comprendo que sea elevado en productos que dañan la salud. Fíjate, quizás desaparezca antes el tabaco que los libros”.

Si la librería Mistral fuera un lector, leería mucha poesía, aunque también ensayo y novela. Si fuera un amigo sería aquel ávido de planes y de cultura, siempre dispuesto a acoger en su casa encuentros con maestros del mundo de la literatura, del cine, del teatro o incluso del Jazz. Cuando alguien le preguntara por un libro para curarse de la vuelta a la rutina de septiembre, le recomendaría que leyera “Estoy mucho mejor’' de David Foenkinos. Sentiría debilidad además por las pequeñas y medianas editoriales como Páginas de espuma, Impedimenta, Zorro rojo o Hoja de lata. “No tiene que ver con hacer grandes diseños, navona ni siquiera tiene foto, pero es la calidad, los materiales. En Argentina estas ediciones llegaban con cuentagotas, entonces estar aquí es como estar en una juguetería”, cuenta la librera. “Deje mi biblioteca en Buenos Aires, para poder llevarme al monstruo”, cuenta mientras acaricia a su Golden retriever Aurora, que yace medio dormida a sus pies, con una calma admirable. “Pero ahora ya no puedo extrañar nada”.

Como antigua gerente de la librería Ateneo Grand Splendid de Buenos Aires, se trata de un negocio que conoce de cerca. Fue en esa época cuando comenzó a escribir el libro que tiene entre manos. “La novela habla de las librerías, y mira que es loco, pero pensé que si seguía trabajando allí, jamás podría terminarla”, cuenta. “Y paradójicamente, me voy a otro país y abro una librería, como si fuera, lo inevitable”. Uno nunca sabe donde va a encontrar aquello que busca que, de forma inexorable, suele albergar lo amado.

“Una ha de tener principios”

Si Andrea Stefanoni comenzó a leer poesía fue por pura vagancia. Algo encontraría en ella porque hasta el día de hoy no hay jornada en la que no se sumerja en algún poema. No hace distinción por trayectoria o por años dedicados, si no por talento. Puede leer tanto a Jeanne Margueritte como a Miqui G. Obrero, a quien considera “una jovencísima promesa, creo que tiene un largo camino por recorrer", dice. Sin embargo, su escritor de cabecera por excelencia es y será Enrique Vila-Matas. “Me encanta su manera de narrar lo cotidiano, con toques de alta literatura pero a la vez muy simple”. La devoción llega hasta tal punto que decidió retrasar la apertura de la librería La Mistral un día porque aún no habían llegado sus libros y a pesar de que estaba anunciado por todas partes. “Una ha de tener principios”, se justificaba la librera.

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