La teoría de las bombillas

Miren un poco hacia arriba para saber lo que está pasando en las calles de Madrid

Azoteas en Madrid.Víctor Lerena (EFE)

Permítame, querido lector madrileño, que le exponga una teoría que no es muy científica pero sí muy urbana. Para saber qué zonas de la ciudad se están volviendo pica pica hay que mirar hacia arriba. Cuando uno empieza a vislumbrar que los moradores cuelgan en sus terrazas y azoteas hileras de bombillas, algo está pasando. Eso es signo de querer alumbrar las noches, el barrio, de cenas que se alargan, de darle a la vida un poco de luz. Vecinos inquietos, una filosofía ...

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Permítame, querido lector madrileño, que le exponga una teoría que no es muy científica pero sí muy urbana. Para saber qué zonas de la ciudad se están volviendo pica pica hay que mirar hacia arriba. Cuando uno empieza a vislumbrar que los moradores cuelgan en sus terrazas y azoteas hileras de bombillas, algo está pasando. Eso es signo de querer alumbrar las noches, el barrio, de cenas que se alargan, de darle a la vida un poco de luz. Vecinos inquietos, una filosofía en definitiva.

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Y últimamente no paran de serpentear el cielo madrileño bombillas de todo tipo de colores por la zona baja de Delicias y en las calles aledañas al Matadero. De esas por las que no había turistas intraurbanos y que ahora atraen a muchos en la ciudad. Vayan, vayan, que por allí se están moviendo cosas. La gente se olvida del calor bajo las bombillas y en las terrazas en la plaza de Rutilio Gacís, incluidas algunas de sus señorías de la Asamblea con conversaciones cazadas al vuelo en las que analizan uno por uno a los periodistas que les siguen. También deambula moderneo por los recovecos de Alejandro Saint Aubin y por Jaime el Conquistador, en busca de alguna neotaberna entre pisto y tintos de verano. Hay vida más allá de Malasaña y Lavapiés.

Deambula moderneo por los recovecos de Alejandro Saint Aubin y por Jaime el Conquistador, en busca de alguna neotaberna entre pisto y tintos de verano. Hay vida más allá de Malasaña y Lavapiés

Muchas camisas estampadas, pantalones cortos, tatuajes y sandalias. Que también ya tenemos canción del verano en la ciudad y con título que sirve para todos: “Moreno de contrabando”. Ya lo repiten los de Carolina Durante en el estribillo: “Sudor, guiris, Madrid vacía”. Diego Ibáñez ha vuelto a los micrófonos tras terminar de rodar por las calles Cardo, bajo la lupa de Ana Rujas y Claudia Costafreda.

En ese intento de tomar el fresco nocturno en muchas charlas todo el mundo cuenta su historia de cómo consiguió, consigue o conseguirá su cita para la segunda pauta de la vacuna. Bienvenidos al caos administrativo. A unos pocos afortunados les llegó a tiempo el mensaje al móvil, otros han enloquecido al teléfono con el número de la Comunidad para saber su cita (“pulse uno si quiere información”, “llame más adelante”, “no consta todavía fecha”, “no le puedo decir”, “ya aparece para el día 26”) y otros se han presentado directamente en el hospital y aparecían en la lista sin previo aviso. Lo siento si ajustaron las vacaciones, pero las tres semanas justas no se están cumpliendo. “Paciencia”, pedía el consejero Enrique Ruiz Escudero, teniendo cientos de miles de dosis en la nevera.

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Bueno, salgan a pasear durante estas noches de julio. Fíjense bien en los balcones y terrazas en los que haya bombillas, aunque no está precisamente la factura de la luz para tirar la casa por la venta. El precio más caro de Europa, máximos históricos, ¿alguien puede hacer algo? Porque siempre pagan los mismos. Y avísenme cuando encuentren a los nuevos vecinos que iluminen. No me lo quiero perder.

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