En carne viva
Lo que yo me hago se llama quilofagia. Lo llevo haciendo toda mi vida pero hasta hace cinco minutos no lo sabía
Lo que yo me hago se llama quilofagia. Lo llevo haciendo toda mi vida pero hasta hace cinco minutos no lo sabía. No sé quién fue la primera persona de la Historia a la que se lo detectaron, pero sé que en algún momento alguien le puso nombre. El nombre en concreto, como gran parte de nuestras enfermedades y miedos, viene del griego. Kheilos es labio. Phagein es comer. Lo que yo hago es comerme los labios aunque no es tan así. Yo los despellejo, los muerdo, tiro de la piel seca por diminuta que sea hasta que consigue romperse. La mayoría de las veces me ocasiono auténticos destrozos en los labi...
Lo que yo me hago se llama quilofagia. Lo llevo haciendo toda mi vida pero hasta hace cinco minutos no lo sabía. No sé quién fue la primera persona de la Historia a la que se lo detectaron, pero sé que en algún momento alguien le puso nombre. El nombre en concreto, como gran parte de nuestras enfermedades y miedos, viene del griego. Kheilos es labio. Phagein es comer. Lo que yo hago es comerme los labios aunque no es tan así. Yo los despellejo, los muerdo, tiro de la piel seca por diminuta que sea hasta que consigue romperse. La mayoría de las veces me ocasiono auténticos destrozos en los labios: llagas que escuecen, heridas que sangran, lesiones de un granate vivo que me delatan.
Por lo visto la quilofagia es una condición psicológica aunque yo nunca me lo había planteado. Es difícil de curar como son difíciles de atajar todos los actos inconscientes y automatizados que realizamos a lo largo del día. Pedirme que deje de despellejarme los labios es igual a pedirte a ti que dejes de parpadear o pedirle a un político que deje de mentir en campaña. Simplemente no se puede. Así que asumo mi tara e intento vivir con ella. Lo malo de la quilofagia es que se produce, sobre todo, como un tic nervioso y se intensifica con el estrés. Tiene sentido que tras casi 29 años mordiéndome los labios no me haya planteado nunca que puede ser síntoma de algo malo hasta que me di cuenta de que en el último año y medio mi boca era una herida perpetua. La mascarilla podrá taparme pero detrás de ella, por culpa de ella, estoy desollándome.
Lo malo de la quilofagia es que me hago daño. Lo bueno es que al menos es una condición no demasiado común así que me permite sentirme hasta un poquito especial
Lo malo de la quilofagia es que me hago daño. Lo bueno es que al menos es una condición no demasiado común así que me permite sentirme hasta un poquito especial. Es mucho más común, por ejemplo, la onicofagia, prima hermana de la quilogafia y a la que nombraron usando el mismo idioma. Onyx es uña en griego. Phagein... ya lo he dicho más arriba. Así que la onicofagia es desgraciarse las uñas y la piel de los alrededores y hasta un 15% de la población española se dedica a tal menester con verdadero ahínco. Imagino que ellos también habrán notado como en el último año y pico la cosa se agravaba.
No ayuda la pandemia, ni la incertidumbre de si luego vendrá otra. Tampoco los que dicen que si no nos mata un virus nos matará el plástico que no reciclamos. O a lo mejor perdemos nuestro trabajo. O se lo quedará un robot. O quizá sigamos trabajando pero seremos más pobres porque destinaremos demasiado dinero a pagar un alquiler o a pagar la luz. Y nos morderemos las uñas y nos morderemos los labios porque nos da miedo poner la lavadora a las siete de la tarde un lunes. Y no habrá piel suficiente que arrancar, ni en la boca ni en las manos. Porque a lo mejor ya estamos todos en carne viva.
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