Madrid y sus centros de gravedad
La ciudad se sumerge ya en los nuevos abrazos en el Mirador de la Cornisa mientras termina de triturar a políticos
Las cinco puertas están abiertas, de par en par. Llevaban quince años cerradas, con su muro de verja. Ahora uno las traspasa en estos días de emergentes tiempos. Y se abre un océano verde hasta las montañas, salpicado de algunos bloques de ladrillo visto. Se intuyen al fondo las aventuras del parque de atracciones mientras se busca al lado el faro de Moncloa. Cae el sol, el Campo del Moro bajo tus pies. Madrid ya ha encontrado en el Mirador de la Cornisa su lugar para dar los nuevos abrazos. Las parejas se acurrucan, los ‘influencers’ se hacen fotos, los turistas se zambullen en lo que no sale...
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Las cinco puertas están abiertas, de par en par. Llevaban quince años cerradas, con su muro de verja. Ahora uno las traspasa en estos días de emergentes tiempos. Y se abre un océano verde hasta las montañas, salpicado de algunos bloques de ladrillo visto. Se intuyen al fondo las aventuras del parque de atracciones mientras se busca al lado el faro de Moncloa. Cae el sol, el Campo del Moro bajo tus pies. Madrid ya ha encontrado en el Mirador de la Cornisa su lugar para dar los nuevos abrazos. Las parejas se acurrucan, los ‘influencers’ se hacen fotos, los turistas se zambullen en lo que no sale en las guías. Al fondo, lo eterno.
Madrid sale con ganas y a golpe de vacunas. La ciudad se viste para lo que viene. De azulejos blancos y celestes me encuentro cubierto el Palacio de la Música, que reflecta los espasmos multicolores que le dispara el cartel de Schweppes. Los Bravú (Dea Gómez y Diego Omil) nos han plantado en plena Gran Vía una alegoría de este mayo de 2021. Dos chicas se hacen fotos con su palo selfie entre patos, garzas, gallinas, perros, capiteles y bustos clásicos. “Griegos, romanos, todos son humanos”, viene a la cabeza aquella noche con Las Bistecs a toda pastilla en Las Vistillas. En el mural han puesto en la esquina un dron. Nada de imaginaciones, hace minutos sobrevolaba uno encima del Palacio Real. Miren hacia arriba.
Y hacia abajo. Los monopatines se deslizan vertiginosos por el otro lado de la Gran Vía, bajo la atenta y desafiante mirada, con lanza y todo, de la reproducción que ha colocado el Prado en el edificio de Telefónica del cuadro de Tiziano ‘Carlos V en la batalla de Mühlberg’. Los ‘heavies’ siguen en su sitio en el número 25, viendo qué se está cociendo en esta ciudad, mirando las obras del templete de la estación que renace también de sus cenizas. Madrid ya es más Madrid que nunca. Al fondo, en Callao está, desplegada en metros de cartel, la nueva madrina de lo que está por venir, Milena Smit.
Madrid se encapota de violeta minutos antes de que sea de noche. Ese cielo tan sobrecogedor que se nutre también de todos los sueños y aspiraciones que se perdieron en la ciudad. Porque también se ha convertido en una trituradora de políticos, que no para, que se lo digan estos días a César Zafra, Ignacio Aguado y Julio Rodríguez. Boom, boom. Arranca esa década del trap tardío, con los ecos que recoge El Bloque en “Making Flu$”, de la cultura de Bad Gyal en La Riviera, de Yung Beef en la sala Stella, de entrevistas con David Broncano, de Rakky Ripper en el Matadero. ¡Que suenen bien fuerte Fuenlabrada y Afrojuice 195! Basta de demonizar a todos los jóvenes. Empieza lo nuevo, mientras resuena en muchas casas como despedida la música de Franco Battiato. Aquella noche en el patio del Conde Duque… Madrid y sus centros de gravedad.
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