El ex entra en campaña

No todo es tan simple: no ver nunca a tu ex también puede acarrear problemas

Isabel Díaz-Ayuso, en un acto de campaña.Alejandro Martínez Vélez - Europ (Europa Press)

El que faltaba: el ex. En la campaña desquiciada que soporta el elector madrileño y el no-elector español, faltaba el ex. Tras los sobres con bala y el debate reventado por la sonrisita de Monasterio, viene el ex. El ex fantasmal que va silencioso por la calle, que viaja en metro, que hace trasbordos aquí y allá y entra en bares, o en cines, o en tiendas, o donde quiera que entre uno en la pandemia, pero que jamás se cruzará contigo. Una de las muchas ...

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El que faltaba: el ex. En la campaña desquiciada que soporta el elector madrileño y el no-elector español, faltaba el ex. Tras los sobres con bala y el debate reventado por la sonrisita de Monasterio, viene el ex. El ex fantasmal que va silencioso por la calle, que viaja en metro, que hace trasbordos aquí y allá y entra en bares, o en cines, o en tiendas, o donde quiera que entre uno en la pandemia, pero que jamás se cruzará contigo. Una de las muchas ventajas de ser madrileño, según la presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata a la reelección, Isabel Díaz-Ayuso, además de poder tomarte una caña después de matarte a trabajar, consiste en recorrer durante una hora Madrid (para llegar a tu lugar de trabajo, por ejemplo, o para ir a tomarte esa caña con tus amigos) sin peligro de encontrarse con el ex. Tu ex circula siempre por otro lado. Imaginar los millones de ex que van (vamos) avanzando por Madrid sin toparnos jamás con nuestros respectivos y sucesivos ex resulta desconcertante. Casi prodigioso. Una amiga me ha contado que, como bien afirma Ayuso, nunca se ha cruzado con su actual ex pero que una vez se encontró con su anterior ex al día siguiente de romper. Algo falló ahí en el mecanismo institucional de la Comunidad de Madrid. Tal vez relacionado con la inmediatez. Quién sabe.

Además de garantizarnos que nunca nos encontraremos con nuestro ex, Ayuso argumenta que eso nos hace más libres. Según Ayuso, uno pasea más libre por Madrid sabiendo que, a pesar del precio de la vivienda o de los sobres con bala, no se va a topar jamás con su ex a la vuelta de la esquina o en una de esas terracitas madrileñas que se despliegan al atardecer y que, por lo visto, no existen en Bilbao o en Cádiz. Ella misma pregona esa libertad sin ex desde los cartelones electorales en las calles, con ese eslogan tan rotundo, Ayuso Libertad, que hace que cualquiera que venga de fuera (alguien de Cádiz o Bilbao harto de encontrarse con su ex, por ejemplo) pueda pensar que la han encarcelado.

Y sin embargo, no todo es tan simple. Esos mundos paralelos habitados por ex que jamás se cruzan entre ellos, de ex que ni siquiera se buscan porque saben que está vetado encontrarse, esconden algo aciago, casi melancólico. Caminamos cada tarde hacia nuestra cervecita reparadora que nos compense de la dura jornada de emprendedores madrileños, y está bien, y se lo agradecemos al Gobierno regional. Pero hay días en que uno daría un brazo por cruzarse a ese ex con el que no se acabó mal del todo, y reconocerle a pesar de los años y la distancia, y sonreírle y preguntarle: “¿Qué tal te va la vida? ¿A quién vas a votar?”

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