La novia de la muerte

Hay un tipo de patriotas que antes de la llegada de Isabel Díaz Ayuso a la Presidencia no existían, pero que ahora afloran como las setas

Madrid -
'Autorretrato' de Alfonso Ponce de León

Resulta que las aceitunas que ponen en los bares de Madrid, los que no cierran, los que atraen a los turistas internacionales, los que nos divierten a los que tenemos la suerte de vivir en esta ciudad, salen de algún sitio; esas aceitunas de un verde tan raro, de una dureza tan especial, de un amargor tan característico, de un nombre tan sonoro (aceitunas de Campo Real) vienen de unos olivares a los que se puede llegar en bicicleta por una vía verde que empieza en Arganda del Rey, lugar al que, a su vez, se puede llegar en metr...

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Resulta que las aceitunas que ponen en los bares de Madrid, los que no cierran, los que atraen a los turistas internacionales, los que nos divierten a los que tenemos la suerte de vivir en esta ciudad, salen de algún sitio; esas aceitunas de un verde tan raro, de una dureza tan especial, de un amargor tan característico, de un nombre tan sonoro (aceitunas de Campo Real) vienen de unos olivares a los que se puede llegar en bicicleta por una vía verde que empieza en Arganda del Rey, lugar al que, a su vez, se puede llegar en metro, con el velocípedo y todo.

El domingo un niño le preguntó delante de mí a su padre por qué la vía verde se llamaba así, si no es verde, sino roja, y tenía cierta gracia la pregunta, porque es verdad que el asfalto de esta bonita ruta, que recorre el mismo trazado de lo que algún día fue una vía de un ferrocarril regional, es encarnado, como la bandera de Madrid. Sobre dicha brea bermellón aparecen cada quinientas pedaladas unos rectángulos que contienen las estrellas de la comunidad y que son como banderas de Madrid pintadas en el suelo. Supongo que a un nacionalista madrileño la visión de este símbolo pintado en el suelo le insuflará ánimos para continuar la ruta, que en un sentido es una cuesta infernal, pero en el otro es una pendiente bestial.

Fue en el otro sentido, en el de pendiente bestial, cuando viendo esas estrellas aparecer una y otra vez bajo mis pies a toda leche a mí me dio por pensar en ese cuadro de Alfonso Ponce de León, titulado Autorretrato, en el que se ve al propio autor tirado en el suelo con la cabeza abierta contra una piedra después de estrellarse en una curva por exceso de velocidad. Es una maravilla pictórica que está en el Museo Reina Sofía y que el autor mostró por primera vez al público en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1936 para cinco días después aparecer muerto de la misma forma en una cuneta de Vicálvaro; que no tiene nada que ver con Arganda de Rey, ni con los olivares de Campo Real, pues entre todos estos lugares existen infinitos matices y diferencias, como bien sabe cualquier nacionalista madrileño, un tipo de patriotas que antes de la llegada de esa defensora de la libertad llamada Isabel Díaz Ayuso a la Presidencia (de Madrid y, en cierta manera de España, porque Madrid es España dentro de España) no existían, pero que ahora afloran como las setas.

Entiendo que defiendan esta nación: es hospitalaria y está llena de encantos ocultos como los olivos de Campo Real o la Vía Verde del Tajuña construida sobre las vías del tren (de verdad, muy recomendable). Lo que no consigo comprender es por qué cuando salen a defenderla no ondean la bandera roja de estrellas, sino, ya saben, la otra. ¡Arriba Madrid!

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