‘Filomena’ se queda en el barrio

Los vecinos de Bellas Vistas, en el distrito madrileño de Tetuán, viven lejos del batallón de 7.000 empleados que limpian la ciudad y temen que la nieve y el hielo solo se vayan cuando se derritan

Ángela Concepción, de 69 años, se resbala por el hielo al ir a hacer la compra en la calle Juan Pantoja del barrio de Bellas VistasLuis de Vega

Sin quitanieves, sin basureros, sin autobuses… Y sin instagrammers. Las estampas de ese Madrid atractivo y sorprendente con las que romper las redes sociales a base de likes quedan lejos de estas calles. Ya no mola tanto esta nieve como durante el fin de semana. Se torna cada vez más negruzca y zarrapastrosa. O amarilla, porque el orín canino es ahora más chivato. Hay contenedores desbordados y ramas de árboles tronchadas. También indignación popular a cada paso. Sobre todo si el calzado se desliza sobre esa fina y traicionera capa cristalina que puebla las aceras y se presenta c...

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Sin quitanieves, sin basureros, sin autobuses… Y sin instagrammers. Las estampas de ese Madrid atractivo y sorprendente con las que romper las redes sociales a base de likes quedan lejos de estas calles. Ya no mola tanto esta nieve como durante el fin de semana. Se torna cada vez más negruzca y zarrapastrosa. O amarilla, porque el orín canino es ahora más chivato. Hay contenedores desbordados y ramas de árboles tronchadas. También indignación popular a cada paso. Sobre todo si el calzado se desliza sobre esa fina y traicionera capa cristalina que puebla las aceras y se presenta camuflada a la vista. Pillada la velocidad de crucero del resbalón es casi imposible tratar de recuperar la verticalidad.

“Entiendo que los madrileños se impacienten”, dijo este miércoles el alcalde, José Luis Martínez-Almeida en declaraciones a un programa de Cuatro. Añadió que el dispositivo desplegado es de más de 7.000 trabajadores y que ya se han despejado 1.500 de 9.300 calles de la ciudad. A ese batallón no se le atisba por Bellas Vistas, en el distrito de Tetuán. Es uno más de los 130 barrios capitalinos que estos días sufre los desvaríos de Filomena de puertas adentro. Un entramado de calles que se sienten olvidadas recogidas por el cordón de avenidas principales que forman Bravo Murillo, Reina Victoria, Pablo Iglesias y Francos Rodríguez.

“Aquí no hay intención de que venga ni dios. Esto va a durar hasta que se descongele”, masculla Isabel López, una jubilada de la administración de 66 años mientras saca a pasear a su perro Puppy. Menos diplomático, su hermano Pedro, un antiguo mecánico tornero de 76, lanza algún que otro improperio e insulto contra el alcalde y la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso. No se atreven a llegar al Mercado de Maravillas, a cinco minutos andando si Bellas Vistas no fuera una pequeña Siberia. Hacen bien porque el panorama es dantesco. Pero ya no tienen fruta y comen de lo que esta mujer previsora va sacando del congelador. Isabel, que como su hermano se ayuda de un bastón, sufrió el martes una caída sin consecuencias. Eso ha multiplicado su miedo. Ha anulado las citas médicas de los días 15 y 18 de enero. “De aquí a Bravo Murillo me he matado”, comenta. “Ah, y aquí estamos todos con la nevada, pero no nos olvidemos del virus”, lanza como advertencia ella mientras los dos siguen a paso de tortuga llamando de vez en cuando al perro, que corretea desenfadado.

Los hermanos Isabel y Pedro López, de 66 y 76 años, pasean al perro PuppyLuis de Vega

El hielo catapulta este miércoles a Ángeles Concepción, de 69 años, por los suelos. Sus gemidos, llantos y llamadas de auxilio se escuchan por toda la calle de Juan Pantoja. “¡Mi brazo, dios mío, mi brazo!”, grita en la acera mientras se lleva la mano izquierda al codo derecho. Por toda atención, una caja de cartón de una pizzería entre el suelo húmedo y las posaderas de la señora como aislante. Es vecina de la calle Olite y tratan de localizar a sus hijos. Le improvisan un cabestrillo con el pañuelo que luce al cuello y se la llevan en volandas hacia el cruce con Bravo Murillo para, desde allí, tratar de conectar con las emergencias sanitarias del 112.

En esa vía tiene aparcado su camión el ucraniano Nicolas Kyfor, de 37 años, gracias a que los carriles bus siguen sin estar habilitados. Se pasea sobre la capa de hielo como quien lleva ya unas cuantas Filomenas a sus espaldas. Paso firme y seguro con la bombona en el hombro derecho y la mano izquierda en el bolsillo. Es el primer día que vuelven tras la nevada. Este repartidor de Repsol está rifado en un barrio que, como toda la ciudad, sufre las temperaturas más bajas en décadas. “Antes no había manera de repartir”. “Lo peor es cuando te llama una señora mayor que no puede salir. Se la acerco hasta su casa”. Nicolas espera en la esquina de Juan Pantoja y Tenerife a que llegue un cliente. Sobre su cabeza, el armazón de hierro de una de las 19 cámaras de vigilancia que el Ayuntamiento tenía pensado haber estrenado antes de finales de 2020 para esclarecer hechos y con efectos disuasorios, como explicó el pasado verano la delegada de Seguridad, Inmaculada Sanz.

Nicolas Kyfor, ucraniano de 37 años, reparte bombonas de butano a pie en la calle TenerifeLuis de Vega

En Bellas Vistas cada uno aplica las soluciones como mejor puede o le parece. Reina la autosuficiencia. Un frutero bangladesí rompe con un carro metálico la gruesa capa de hielo que cubre la calle de Topete y amontona los pesados pedruscos para tratar de dejar algo más de espacio para los viandantes. Ese mismo carro es con el que traen el género para reponer la tienda desde el lugar más próximo al que pueden llegar los vehículos, de nuevo Bravo Murillo. En los talleres Riscal, una vez despejada la nieve a medias con los trabajadores de la obra de enfrente, se han convertido en rescatadores. Ante las dificultades para que lleguen los clientes son los mecánicos los que salen a buscarlos hasta donde pueden llegar con sus coches. Dentro de la nave hay ya víctimas de Filomena como una colisión o un atrapado por un árbol. “Todo lo que venga estos días es por la nieve o el hielo” comenta Alberto Blázquez, de 46 años, que apenas lleva los ojos visibles para combatir el frío. Está convencido de que solo el sol y unas temperaturas más altas acabarán normalizando el barrio. “Si estamos trabajando es porque nosotros mismos le hemos dado bien al pico, a la pala y al martillo”, zanja su jefe, Rafael Díaz, de 67 años, al tiempo que señala el montículo blanco.

Ana Díaz, de 67 años, avanza carcomida por el pánico ayudada por dos bastones acabados en una punta metálica. A cada paso va palpando el terreno con ellos para distinguir lo duro de lo blanco. Ha salido de su casa con más de dos horas de antelación para llegar hasta el Metro y conectar con su lugar de trabajo en una de las sedes del teléfono municipal 010 en Ciudad Lineal. La mujer tiembla y sufre. Por momentos se detiene pensando si lo mejor es recular. Pide consejo para que alguien le indique por dónde es más seguro seguir la ruta.

En la calle Carlos Rubio avanza Ana Díaz, de 67 años, que ha salido dos horas antes de su casa para llegar al trabajoLuis de Vega

En su último día de vacaciones, Pedro Rodrigo pastorea a sus tres hijos mientras estos se solazan y retozan uniformados con monos azules de montaña en la calle Alvarado. Los mellizos de tres años se lo pasan en grande con un vecinillo mientras este empleado del sector aeroespacial de 39 años sostiene al más pequeño en brazos. No volverán al cole hasta el lunes como pronto. “Entre el virus y esto, la conciliación es muy, muy difícil”, lamenta Pedro.

En la calle de Abel, la antigua casa estudio del pintor Marceliano Santa María (1866-1952) es el remanso de paz donde residen y trabajan hoy los artistas Jesús Gómez y Megumi Kitazu. Adecentan como pueden el jardín, donde el peso de la nieve ha descolgado un cable de la luz. Se sostiene alrededor del cuello del busto de piedra de la esposa de Santa María, que da la bienvenida. “Nos está echando un cable”, bromea Jesús. Van amontonando palitos para ser consumidos luego en la estufa de leña. Junto al chalé de ladrillo visto levantado hace un siglo, una anomalía arquitectónica entre estas calles, un esperanzador reguero de agua baja calle Zamora abajo iluminado por el sol del mediodía. La primera impresión es que el deshielo está llegando a Madrid. La realidad es que las bajas temperaturas han acabado por reventar una tubería en la vecina calle Beire.

Los artistas Jesús Gómez y Megumi Kitazuen la antigua casa-estudio del pintor Marceliano Santa MaríaLuis de Vega

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