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Dice un personaje de Galdós en ‘Napoleón en Chamartín: “Quien al cielo escupe, en la cara le cae”

La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, recibe un avión con material sanitario el pasado 12 de abril en el aeropuerto de Barajas.COMUNIDAD DE MADRID

“Una pegatina tan grande como el número de fallecidos que han ocultado. Redondo producciones”, escribió el PP de la Comunidad de Madrid en su cuenta de Twitter el día que llegaron las vacunas contra el coronavirus. Esa pegatina tan importante, capaz de sepultar la mejor noticia de un año pésimo, ponía “Gobierno de España” en las cajas que traían, precisamente a España, las primeras dosis para empezar a recuperar nuestras vidas, pero los populares, muy atentos, no se dejaron engañar: no eran vacunas, era propaganda.

El dedo y la luna.

En abril, cuando la Comunidad de Madrid superó...

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“Una pegatina tan grande como el número de fallecidos que han ocultado. Redondo producciones”, escribió el PP de la Comunidad de Madrid en su cuenta de Twitter el día que llegaron las vacunas contra el coronavirus. Esa pegatina tan importante, capaz de sepultar la mejor noticia de un año pésimo, ponía “Gobierno de España” en las cajas que traían, precisamente a España, las primeras dosis para empezar a recuperar nuestras vidas, pero los populares, muy atentos, no se dejaron engañar: no eran vacunas, era propaganda.

El dedo y la luna.

En abril, cuando la Comunidad de Madrid superó la cifra de 6.000 muertos por la epidemia, su presidenta, Isabel Díaz Ayuso, llegó casi dos horas tarde a una reunión con el jefe del Ejecutivo y todos los presidentes autonómicos para abordar la crisis del coronavirus porque fue a fotografiarse, muy sonriente, junto al avión que traía material sanitario para la región. En mayo, la vicealcaldesa de la capital, Begoña Villacís, cortó una cinta para reabrir la terraza de un bar. En octubre, el consejero de Transportes, Ángel Garrido, y el vicepresidente regional, Ignacio Aguado, inauguraron un dispensador de gel en el metro. El 1 de diciembre, Ayuso y Pablo Casado, hicieron lo propio con un hospital, el Isabel Zendal, sin pacientes, sin sanitarios y sin terminar. Fue el mismo día que la presidenta empezó a contar en zendales en lugar de en millones – que fueron muchos, los de los sobrecostes-. Y el pasado lunes, la presidenta madrileña y el líder del PP se llevaron cámaras a un reparto de juguetes para familias sin recursos para enviar posteriormente las imágenes a los medios de comunicación.

Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

Las mismas personas dejaron caer que las comunidades gobernadas por partidos distintos a los que ocupan La Moncloa iban a recibir, por ese motivo, menos vacunas. “La UE coordina su adquisición, las comunidades autónomas las administran y el Gobierno debe garantizar su distribución equitativa sin propaganda”, declaró Casado el 26 de diciembre, cuando llegaron a España. “La Comunidad inicia un operativo sanitario sin precedentes que estará sujeto a la distribución suficiente de dosis”, proclamó Díaz Ayuso el mismo día. “La vacunación es un problema nacional y quien tiene que dirigir esto es el Gobierno de España”, corrigió el lunes, en la puerta de la asociación “Ni un niño sin juguetes” después de que la comunidad que preside hubiese administrado apenas el 6,3% de las primeras dosis recibidas.

Dice uno de los personajes de Benito Pérez Galdós en Napoleón en Chamartín: “Quien al cielo escupe, en la cara le cae”.

Por una inercia similar, igual de insana y contagiosa, el día en que a la mayoría se nos caía la baba viendo a una anciana de 96 años recibir la primera vacuna en España, una parte del país eligió, entre todas las cosas que se podían pensar y decir, afear a la mujer que le diera las gracias a Dios.

Qué habilidad para estropearlo todo, para ensombrecer lo que brilla, para arruinar las buenas noticias. Ya casi no me acuerdo de la cara de la buena de Araceli.

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