Conspiranoicos sabelotodo

Nunca había visto a tantas personas por metro cuadrado en posesión de secretos fundamentales para la Humanidad

Manifestación contra el uso obligatorio de mascarillas en la plaza de Colón de Madrid, a 16 de agosto de 2020.Jesús Hellín (Europa Press)

“Las chicas malas del sistema escuchamos a Bosé”, dice la camiseta de una mujer de mediana edad que revolotea por aquí. Miguel Bosé apoyó la manifestación (“yo soy la Resistencia”, dijo en Internet), pero no se le ve por ninguna parte. El que sí está es el curandero Josep Pàmies, que con unos hierbajos te resuelve el SIDA y el cáncer. “El dióxido de cloro es la cura”, añade una joven en su pancarta. Caray, no sé si esto parece una farmacia o un ...

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“Las chicas malas del sistema escuchamos a Bosé”, dice la camiseta de una mujer de mediana edad que revolotea por aquí. Miguel Bosé apoyó la manifestación (“yo soy la Resistencia”, dijo en Internet), pero no se le ve por ninguna parte. El que sí está es el curandero Josep Pàmies, que con unos hierbajos te resuelve el SIDA y el cáncer. “El dióxido de cloro es la cura”, añade una joven en su pancarta. Caray, no sé si esto parece una farmacia o un after hours. Excepto por los antivacunas, muy representados, que no quieren meterse nada. Definitivamente: es un circo.

En la manifestación conspiranoica de Colón hay de todo, menos cordura. Estos colectivos deberían articular de manera ordenada y coherente su mensaje, porque sale uno de aquí con un cacao importante. Encima han traído un equipo de sonido de juguete que no se oye. Algunos se han tirado a la fuente para salpicar con agua a los periodistas. Hubo clásicos de la manisfetología: “policía únete”, “televisión, manipulación”. Mascarillas, pocas; distancia, ajustadita. Se la van a cargar.

Las masas saludan irónicamente al helicóptero policial. “Los policías deberían ponerse a temblar”, ilustra un joven a sus amigos, “pronto los sustituirán por robots”. Otra, muy segura, apunta: “Habrá un dron vigilando cada casa”. Nunca había visto a tantas personas por metro cuadrado en posesión de secretos fundamentales para la Humanidad. Tantos “despiertos”. Están hasta los rebeldes ricos de la cacerola de Núñez de Balboa. Eso sí, sobre el paradero de Bosé pesa el más profundo misterio.

No debemos caer en este relativismo posmoderno, en este irracionalismo orgulloso o, incluso, regresar a posturas precientíficas, supersticiosas y oscurantistas

En este mercadillo de sinsentidos, uno, con un altavoz, explica que el coronavirus no existe, porque nadie lo ha visto (yo mismo lo he visto al criomicroscopio en el Centro Nacional de Biotecnología: es muy bonito). Luego ese mismo señor dice que en un alto porcentaje de las víctimas no se detecta el virus (pero, entonces, ¿existe o no existe?). Luego, que sin síntomas no hay enfermedad: las enfermedades asintomáticas son imposibles. Otros vienen con la revelación de que es el “virus del Partido Comunista Chino”. Por supuesto: chips, 5G, Club Bilderberg, masonería, Bill Gates y George Soros, pero eso ya casi resulta aburrido.

Unos raperos ponen bajos gordos en los bafles y portan long boards. Un grupo de drag queens y hardnighters reivindican con colores chillones y bien de maquillaje el regreso de la vida nocturna. Jipis de mediana edad, profetas, alucinados. “Yo no veo la tele desde hace dos años”, confiesa una joven, “bueno, algunos documentales de La 2, que son interesantes”.

Es cierto que la Modernidad ilustrada nos ha llevado a nuevas formas de dominación y destrucción del planeta, pero no por ello debemos caer en este relativismo posmoderno, en este irracionalismo orgulloso o, incluso, regresar a posturas precientíficas, supersticiosas y oscurantistas. “El conocimiento te hace soberano”, lleva un señor escrito en la camiseta. Hay que joderse.

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