Vuelta a Cruz del Rayo

Paseamos por la colonia con José María Ezquiaga, cuyo primer trabajo como arquitecto en el Ayuntamiento fue la redacción del plan especial para los hotelitos

El arquitecto José María Ezquiaga, en la colonia de Cruz del Rayo.Kike Para

Juan de Arespacochaga fue el alcalde número 239 de Madrid -ocupó el cargo entre 1976 y 1978-, pero está en el número 1 en la memoria de las colonias. Su apellido acaba apareciendo en todas las conversaciones. Bajo su mandato se propuso, en 1977, una reforma de las ordenanzas que permitía la construcción de bloques de viviendas de hasta cuatro alturas en los terrenos ocupados por los chalecitos, cuyos habitantes salieron a la calle a protestar.

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La llegada, en 1979, del primer Gobierno municipal elegido en las urnas y la entrada de una nueva generación de arquitectos frenó la reforma y promovió la defensa y la conservación de este patrimonio urbanístico y arquitectónico de Madrid. Por aquel entonces, José María Ezquiaga (Madrid, 62 años) terminaba la carrera de Arquitectura. Su primer trabajo en el Ayuntamiento fue la redacción del plan especial para las colonias de hotelitos. “Se hizo un equipo ad hoc. Éramos muy jóvenes y vivíamos un momento de cambio, ya que una generación entera abandonaba el consistorio por la incompatibilidad entre la función pública y la privada”, recuerda mientras pasea por las calles de Cruz del Rayo.

De entre las 45 colonias históricas que quedan en la ciudad, ha escogido esta porque “es la que mejor responde al concepto de Ciudad Jardín. Es peculiar, es más barroca, tiene un trazado más francés. Una placita redonda, que pocas tienen… Casi todas ellas son regulares, con un trazado racional, ligeras curvas para que las calles se cierren a la vista y veas el verde. Aquí hicieron una pequeña ciudad barroca en miniatura. Tiene elementos tradicionales, por ejemplo las balaustradas. La mayor parte de las colonias son bastante escuetas, no se permiten ningún adorno”.

“El urbanismo es muy poderoso cuando tiene el respaldo de la gente
José María Ezquiaga

La colonia de Cruz del Rayo, en Chamartín, se inauguró en 1929. El proyecto original incluía la construcción de 185 viviendas de siete modelos la mayor parte de ellas unifamiliares y de dos alturas. Estaban destinadas a funcionarios. La integración social se traducía en casas de diferentes tamaños. “Puede parecer ingenuo, pero ahora sería casi radical. Imagínate una promoción que ofrezca pisos desde 40 hasta 300 metros para que pueda haber jóvenes, ancianos, propietarios, gente de alquiler…”.

Este modelo urbanístico tuvo mucho que ver con la higiene y con la salud. “En aquel momento la enfermedad más preocupante era la tuberculosis. Se plantea un concepto de vida higiénica. El remedio era la arquitectura. Despojaron la arquitectura de ornamento y optaron por ventanales grandes, terrazas, comunicación con el exterior, sol, aire... Mucha gente se quejaba: parecen clínicas, decían. Pero era lo que buscaban. Era una arquitectura revolucionaria, pensada para la salud”.

Detalles de la Colonia de Cruz del Rayo, en el distrito de Chamartín.Kike Para

Para embarcar a los vecinos en la defensa de las colonias fue clave el pragmatismo. “No se podía prohibir con criterio urbanístico algo que no se podía controlar, pero sí podíamos hacer que sintieran las normas como algo propio, como unos estatutos de la colonia. Les dimos un premio de edificabilidad: podían, por ejemplo, utilizar el bajocubierta, con lo cual sacaban prácticamente una planta más, pero tenían que recuperar las pinturas originales. Es decir, que el bien protegido, en lugar de alejarse cada vez más de su origen, volvía a la situación primitiva. Te garantizaban la protección, pero no podías llegar y hacer lo que quisieras”.

Ante la amenaza del cambio de ordenanza, los vecinos tuvieron que elegir entre el beneficio económico inmediato y mantener el estilo de vida. Optaron por lo segundo. Si perdían su carácter, perdían su valor. “Nos reuníamos uno a uno con los vecinos, anotando las transformaciones que se podían haber hecho. El urbanismo es muy poderoso cuando tiene el respaldo de la gente”, dice Ezquiaga. Para este urbanista y sociólogo, las colonias comenzaron a cambiar pasados los años 80. “Se pusieron de moda y empezaron a ocuparlas profesionales liberales y una burguesía ilustrada que entendió las ventajas de vivir en un pueblo dentro de una ciudad. Hay un incremento importante de precio. El cambio se usuario se percibe bien en las viviendas que están restauradas”, indica.

El automóvil será uno de los retos que afronten las colonias en el futuro –”están diseñadas de tal manera que no la atraviesas para ir de un sitio a otro”-; además de la subida del nivel de renta y la ausencia de servicios de primera necesidad –”aunque en las de Madrid es un asunto menor, en comparación con las que hay en Alemania, por ejemplo, que tienen miles de casas”, comenta el arquitecto-.

A punto de finalizar el paseo, Ezquiaga hace una reflexión sobre el valor de las colonias: “Fueron una descongestión, pero sobre todo, un modelo distinto, más moderado, menos denso. La otra opción eran o bien pisos para la burguesía o viviendas pequeñas con malas condiciones sanitarias para la clase obrera. Cuando despareció la tuberculosis, parece que dejó de importar, hasta que apareció el coronavirus…”.

Calle de la Colonia de Cruz del Rayo, en el distrito de Chamartín.Kike Para

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