Una medalla para Mónica y 3.266.125 madrileños
Una médico internista del hospital Ramón y Cajal representa por San Isidro a todos los vecinos de una ciudad enfrentada a la pandemia
Mónica López, médico internista de 44 años, echará este viernes de menos a sus “pacientes más especiales”: María, de 12 años, y Elena, de 11. Son sus hijas, que no pueden acompañarla, a pesar de que es un día de San Isidro muy especial para la familia. Mamá no acude a ninguna urgencia. Tampoco estará esta mañana en su hospital, el Ramón y Cajal, donde ...
Mónica López, médico internista de 44 años, echará este viernes de menos a sus “pacientes más especiales”: María, de 12 años, y Elena, de 11. Son sus hijas, que no pueden acompañarla, a pesar de que es un día de San Isidro muy especial para la familia. Mamá no acude a ninguna urgencia. Tampoco estará esta mañana en su hospital, el Ramón y Cajal, donde uno de cada cuatro trabajadores ha dado positivo por covid-19. Ni se tendrá que enfundar el mono blanco, uniforme de los que se adentran en las arenas movedizas de la pandemia.
El teléfono sonó hace días desde el entorno más próximo del alcalde. Tenían un encargo para ella en este viernes 15 de mayo 2020, festividad del santo labriego, festividad confinada. Mónica es la elegida para recibir la Medalla de Honor que el Ayuntamiento otorga este año a todo el pueblo de Madrid por su comportamiento ejemplar al hacer frente a la crisis del coronavirus. Más allá del acto protocolario y una misa, la capital, que sigue guardando luto, no anda para fiestas. Ni las puede celebrar tampoco.
La covid-19 atacó a Mónica a principios de marzo. Sufrió tres semanas en casa doblemente. Primero por las consecuencias del propio virus. Segundo, por no poder estar metida en faena. “Enfermé aquellos primeros días en los que no teníamos todavía bien claros los circuitos de los pacientes. Fue entonces cuando nos contagiamos muchos. Dos de las semanas estuve muy malita”. Se reincorporó el 7 de abril a suplir a una compañera a la que la víspera la prueba diagnóstica PCR confirmó que también la había atropellado el bicho. Mónica estaba débil todavía de cuerpo pero reaparecía con el espíritu hipocrático reforzado. “Los últimos días ya estaba incómoda en casa”. Y este fue el aterrizaje en el hospital: “Desde hoy coordinas a 20 médicos de planta”. Toma, dos tazas de pandemia.
“Si tuviera vocación de héroe me habría hecho GEO”, proclama. Trata de esquivar la importancia de ser la elegida para recibir la medalla en representación de 3.266.125 de personas más. “El Ayuntamiento buscaba a alguien anónimo. Y yo no represento a nada, no estoy metida en nada”. Eso sí, su "vocación es de servidumbre a la Medicina”. Al recoger la distinción se acuerda de todos los madrileños, de manera especial de los que faltan. Y lanza un guiño a Santiago Ramón y Cajal, ese navarro de papeles y madrileño de ejercicio.
El alcalde, José Luis Martínez-Almeida, reconoció el jueves que todavía no tienen claro el lugar en el que quedará esa medalla depositada para la posteridad. Mónica López nació en el hospital de La Paz el 2 de marzo de 1976. Y en ese centro ejerció sus primeros 12 años de médico. Cinco más después en el de la Cruz Roja. Durante cuatro años, de 2014 a 2018, fue coordinadora del grupo de trabajo de enfermedades minoritarias ―conocidas con frecuencia como raras― de la Sociedad Española de Medicina Interna. Ahora lleva dos en el Ramón y Cajal, donde desempeña su labor en la unidad de enfermedades minoritarias. Estas semanas vive absorbida casi por completo por la covid-19. “Sufro mucho por mis pacientes de minoritarias que están en casa y no lis podemos atender más que en la distancia”. Pero vislumbra cierto motivo de optimismo: “Esta es la primera semana que he empezado a ver pacientes que no son de covid”.
Este viernes está acompañada en el Palacio de Cibeles por su marido, autoridades de todos los colores políticos y hasta por un Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, encargado de la laudatio al pueblo de Madrid y al que la internista estrecha la mano cuando Almeida los presenta. Es de los pocos gestos que rompen la distancia social impuesta. El virus marca una agenda restringida de invitados en los que se impone la mascarilla. A María y Elena, los pacientes más especiales de Mónica, no les queda más que el orgullo telemático de ver a Mamá recoger la medalla de todos los madrileños a través de una pantalla.
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