La lucha contra la Covid-19 también es desigual

Si se pide que este virus lo paremos todas las personas unidas, no podemos luchar partiendo de una posición de desigualdad

Una mascarilla en el suelo de una calle vacía de Madrid.Getty Images

Si soy sincero, cada vez me resulta más difícil escribir, y es por dos razones: por un lado, el estado actual en el que estamos está afectando, como a muchas otras personas, a mi salud mental, y repercutiendo en otros ámbitos de mi vida, como el trabajo. Por otro lado, a veces temo que no es el momento de tratar ciertos temas de los que suelo hablar en mi columna, generalmente temas que giran en torno a mis experiencias en Madrid como persona racializada y disidente sexual y de género. Pero, curiosamente, las desigualdades a las que ya nos enfrentábamos antes diversas compañeras y comunidades ...

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Si soy sincero, cada vez me resulta más difícil escribir, y es por dos razones: por un lado, el estado actual en el que estamos está afectando, como a muchas otras personas, a mi salud mental, y repercutiendo en otros ámbitos de mi vida, como el trabajo. Por otro lado, a veces temo que no es el momento de tratar ciertos temas de los que suelo hablar en mi columna, generalmente temas que giran en torno a mis experiencias en Madrid como persona racializada y disidente sexual y de género. Pero, curiosamente, las desigualdades a las que ya nos enfrentábamos antes diversas compañeras y comunidades consideradas minorías bajo la mirada hegemónica solo han ido in crescendo, evidenciando aún más las violencias del racismo estructural, la sinofobia y la xenofobia (entre muchas otras cosas), haciendo que sea todavía más importante hablar de nuestras experiencias vitales y de las de nuestras compañeras. Por ejemplo, de lo que está pasando con las personas que en este momento están sin papeles y que se ven aún más afectadas en este contexto, o los casos de violencia policial, como la que sufrieron un joven magrebí y su madre en Bilbao.

La racialización del covid-19 también se ha visto evidenciada. La historia se repite: las “minorías modélicas” volvemos a ser el “peligro amarillo” (metáfora racista del siglo XIX para hablar de la comunidad asiática), y los discursos de odio se normalizan en boca de portavoces, dirigentes, celebridades o ciudadanos. Lo que me recuerda a I’m not a virus, un proyecto fotográfico de Lucía Sun, artista, storyteller de origen asiático. Cada foto va acompañada de testimonios de personas que han sufrido racismo debido a esta estigmatización.

Además, las comunidades disidentes sexuales y de género también se ven todavía más afectadas. Eso ha hecho que surjan proyectos como el #SolidaridadTrans / Baja la curva de la desigualdad trans, plan de acción puesto en marcha por la Fundación 26 de Diciembre, en colaboración con Corta Cabeza, La Lal Buya, Sumalatina Producciones y Factoría Cariño, que funciona mediante aportaciones económicas para cubrir las necesidades básicas de personas trans en grave situación de exclusión y vulnerabilidad social, agravada a causa de la Covid-19. O #RegularizaciónYa, una acción articulada ante la emergencia sanitaria desde una red estatal de colectivos migrantes y antirracistas autoorganizados que reclama medidas urgentes como la regularización permanente y sin condiciones de todas las personas migrantes y refugiadas, la resolución favorable e inmediata de todas las solicitudes y expedientes de asilo y refugio, la liberación inmediata de todas las personas internadas en CIE y CETI de Ceuta y Melilla, y el cierre definitivo de estos centros.

Si se pide que este virus lo paremos todas las personas unidas, no podemos luchar partiendo de una posición de desigualdad. Para salir todas de esta crisis sanitaria, tenemos que hacerlo juntas, en igualdad de condiciones, poniendo la vida de todas en el centro.

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