“No hay nada como ver teatro desde la platea, pero compartirlo en YouTube lo hace invencible”

Pedro Sánchez Martínez, director adjunto de LaJoven, habla sobre la decisión de la compañía de compartir algunas de sus obras gratis en Internet para no desaparecer durante la crisis del coronavirus

Pedro Sánchez Martínez, director adjunto de LaJoven, compañía de teatro que está compartiendo varios de sus montajes gratis a través de YouTube

Antes de la crisis del coronavirus, la compañía teatral LaJoven había iniciado su sétima temporada, manteniendo su objetivo de aproximar el teatro clásico y contemporáneo a los estudiantes y al público general. Para seguir en activo a pesar de la cuarentena, sus responsables han decidido compartir por vez primera con el público las grabaciones completas de algunas de las obras que han llevado a escena en este tiempo. Piezas como ...

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Antes de la crisis del coronavirus, la compañía teatral LaJoven había iniciado su sétima temporada, manteniendo su objetivo de aproximar el teatro clásico y contemporáneo a los estudiantes y al público general. Para seguir en activo a pesar de la cuarentena, sus responsables han decidido compartir por vez primera con el público las grabaciones completas de algunas de las obras que han llevado a escena en este tiempo. Piezas como Fortunata y Benito, que ambienta la obra del centenario Galdós en el Madrid del siglo XXI, La edad de la ira, un retrato de la juventud actual de Nando López, o la versión de Juan Mayorga de Fuenteovejuna de Lope de Vega pueden verse gratis en su canal de YouTube. Pedro Sánchez Martínez (Madrid, 1991), director adjunto de LaJoven, conversa a través de Skype sobre teatro y aislamiento. [Mientras dure el Estado de Alarma, puedes ver algunas de las obras al final de esta entrevista]

¿Para qué se hacen estas grabaciones, si no suelen mostrarse al público?

Primero, por archivo, para la propia compañía, pero también para enviarlo a programadores de toda España que puedan contratar el espectáculo.

Al compartirlo por YouTube, regresamos en cierto modo al teatro televisado de los antiguos Estudio 1 de TVE.

Es extraño, porque están pensadas para los programadores y no para el público, pero parece que están funcionado ahora que las hemos compartido. Es un formato que desde hace tiempo nos viene rondando a la cabeza, para llegar a sitios donde no podemos llegar, como la España rural. Hace poco hicimos una emisión en streaming de Fortunata y Benito. Esta circunstancia de aislamiento en la que nos encontramos ahora nos ha permitido explorar nuevas posibilidades.

Entonces, ¿merece la pena consumir teatro a través de una pantalla?

Para nosotros, sin duda. Con más razón si tenemos en cuenta que buena parte de nuestra misión es educativa. Es un recurso brutal. Yo creo que no hay nada como estar sentado en una butaca, desde la platea, pero apostar por este formato tiene que ver también con una defensa de la cultura en abierto. Ni la economía, ni la distancia geográfica, ni una situación inesperada como la actual pueden con esta forma de mostrar teatro. Es casi invencible.

¿Cree que un futuro algún autor escribirá una obra de teatro ambientada en este aislamiento colectivo que vivimos?

¡Seguro! Y estará en alguna de nuestras propuestas. El teatro mira a menudo a vivencias cercanas al espectador; a nuestra historia reciente o a nuestro futuro inmediato. Seguramente haya ahora mismo autores encerrados en sus casas escribiendo sobre este asunto. Quizá, cuando salgamos de esta, no querremos saber sobre pandemias en un tiempo, pero algo surgirá.

Al fin y al cabo, la unidad de espacio es algo inherente al teatro.

Es que las circunstancias dan para un monólogo. Se presta totalmente, por la facilidad de adaptación al medio escénico.

Lo apocalíptico no es un género que el teatro, en especial el hecho aquí, haya tratado tanto como lo ha hecho el cine o la literatura.

Quizá porque no tiene los mismos mecanismos narrativos. Además, es un género que se fija más en experiencias colectivas, en los sentimientos y en la arquitectura del ser humano. Hasta el momento, situaciones como el coronavirus son casi inéditas para nosotros. Pero, por ejemplo, Guillem Clua escribió Marburg (2009), que muestra precisamente cómo un virus marca el legado de todo un lugar.

¿Cómo definiría al público de Madrid que acude a ver sus montajes?

Por las mañanas, jóvenes de entre 14 y 19 años vienen a vernos con sus centros educativos. Lo curioso es que, por las tardes, el público es de lo más amplio que he visto en un patio de butacas, tanto en edad, como en ideología u orientación sexual. Eso ocurre porque los espectadores de la mañana, que al principio llegaban para cumplir con una actividad lectiva, siguen viniendo al hacerse mayores. Regresan con sus padres o se acercan por su cuenta. Es muy bonito.

En estos ocho años desde que se fundó la compañía, han recibido una buena cantidad de premios. ¿Por qué cree que está ocurriendo?

Cuando se creó el proyecto llenó un espacio que no existía en la ciudad en muchas áreas, de una forma muy transversal. Ocurrió tanto a nivel de empleo en la industria cultural, como a nivel educativo y social. Muchas propuestas teatrales pensadas para centros educativos se quedaban en una mera acción pedagógica. Nosotros hemos tomado un concepto en el que jóvenes talentos del teatro atraen al público joven y, de paso, a los profesionales del medio, que ven que hay una cantera de actores, actrices, diseñadores… Eso les ha animado a acercarse a trabajar con nosotros y arrimar el hombro con nuestro proyecto.

Aunque haya salido algo bueno de todo esto, la situación de cierre probablemente está suponiendo un problema para el desarrollo de la compañía.

Sí. Hemos suspendido la producción actual, Gazoline, y pospuesto la que habíamos preparado para el Teatro de la Abadía para mediados de abril, Fuego. Toda nuestra actividad está basada en hacer espectáculos. En este tiempo, no vamos a tener prácticamente ningún ingreso. Los empleados de oficina podemos acogernos a un ERTE, que es lo que hemos tenido que hacer. Pero no los artistas.

¿Qué ocurrirá con ellos?

Son los más vulnerables en este asunto porque trabajan en función de las producciones que estén en marcha. Sería oportuno que, a raíz de lo que está ocurriendo, se respaldara más a partir de ahora a autónomos y a gente como los actores, diseñadores o cualquier otra persona cuyo trabajo es más eventual. A nivel de empresas, si somos imaginativos, quizá salga por fin adelante el mecenazgo cultural que la industria lleva tiempo barajando.

Aquí puedes ver algunas de las obras colgadas en su perfil de YouTube hasta el fin del confinamiento.


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