El chapapote de monte ya está aquí: las cenizas de los incendios de Ourense contaminan el agua
Las riadas de lodos tóxicos causadas por las lluvias dejan a vecinos sin agua potable, provocan cortes de suministro y empuercan los ríos. Xunta y Gobierno se responsabilizan mutuamente
Las olas de incendios se suceden en Galicia, pero sus lecciones no se aprenden. Lo recuerda estos días el chapapote del monte que corre ladera abajo por las sierras carbonizadas de Ourense. Las lluvias se han demorado, pero siempre ...
Las olas de incendios se suceden en Galicia, pero sus lecciones no se aprenden. Lo recuerda estos días el chapapote del monte que corre ladera abajo por las sierras carbonizadas de Ourense. Las lluvias se han demorado, pero siempre llegan. Y pese a la experiencia de otras catástrofes y los buenos propósitos expresados por Xunta y Gobierno cuando se dio por acabada la crisis incendiaria de agosto, los regueros de cenizas y lodo ya están aquí y han empezado a contaminar las aguas de municipios afectados.
La peor parte se la lleva la comarca de Valdeorras, con aldeas que los días que llueve se quedan sin agua potable, sufren cortes de suministro y temen inundaciones. “Necesitamos que las administraciones nos ayuden. No es un capricho; no tenemos capacidad para hacerlo nosotros”, expone el alcalde de Vilamartín de Valdeorras, el socialista Enrique Álvarez.
Este municipio de 1.800 habitantes cuenta con una brigada de obras de solo tres trabajadores. En el núcleo principal de Vilamartín, el chapapote que se precipita por el monte en los días de lluvia atasca las conducciones del suministro de agua y cada dos o tres horas tienen que ir los operarios a limpiar. Los cortes son continuos y en varias aldeas el agua del grifo dejó de ser potable el pasado miércoles. Los afectados son un millar de vecinos de las localidades de Vilamartín, Arcos, San Miguel y Valdegodos. En el pueblo se extiende el enfado y también el miedo, ya que hay núcleos construidos junto a ríos y sus habitantes temen que, con tanta porquería taponando los cauces, se produzcan desbordamientos.
Lo mismo está ocurriendo en A Rúa, de 4.000 habitantes. En cuanto llueve, los colapsos en las captaciones y en la estación de tratamiento provocan que en tres núcleos no se pueda usar el agua del grifo. En las localidades más altas, los vecinos sufren cortes en el suministro por las bajadas de presión que se están ejecutando para evitar que los problemas se extiendan a toda la red. El Ayuntamiento está repartiendo agua embotellada para beber y ha habilitado el pabellón municipal para que los afectados puedan ducharse, pero el panorama es oscuro. Toda la superficie de monte de A Rúa ardió en agosto y hay laderas completamente negras con un 60% de pendiente en las que no hay ni árboles que puedan retener el chapapote. El temor es a que todo vaya a peor. “Toda esa porquería va a bajar sí o sí. Nos espera un invierno supercomplicado”, alerta la alcaldesa, María García Albert (BNG).
El regidor de Vilamartín se queja de que la Xunta y la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil, dependiente esta del Ministerio para la Transición Ecológica, “están haciendo algo” para intentar contener los lodos y limpiar los ríos, pero “como mucho un 10% de lo que deberían hacer”. El Gobierno gallego debería actuar en las laderas quemadas y el central, en los cauces. “Desde el día siguiente de la ola de incendios, pedimos que nos sentáramos el Ayuntamiento, la Diputación, Augas de Galicia [de la Xunta], Confederación [Hidrográfica] y [Consellería de] Medio Rural para elaborar un plan para todas las comarcas”, explica Álvarez, “no solo sobre el agua que llega a las casas, sino también para evitar inundaciones”.
La demanda la secundan los alcaldes socialistas de O Barco, O Bolo y Petín, y la nacionalista de A Rúa, que van a pedir una reunión con el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda (PP). “La Xunta no ha mandado absolutamente nada a A Rúa”, critica su regidora. “Desde el minuto cero plantearon esto como un problema político con Madrid. La confederación hizo poco, pero aquí la Xunta, nada, ni siquiera acolchamiento [de las laderas con paja]” para frenar la bajada de lodo desde las montañas.
El Gobierno gallego explica a este periódico que la protección de los ríos en las zonas afectadas por el fuego en Ourense es competencia del Gobierno central a través de las confederaciones hidrográficas del Miño-Sil y del Duero. Fuentes de la Consellería de Medio Ambiente aseguran que se ofrecieron a estos organismos de cuenca para ayudar y asesorar en estas labores, pero que no han recibido respuesta. Este departamento autonómico añade que ha movilizado a 400 voluntarios para que realicen tareas propuestas por los propios ayuntamientos o por colectivos y asociaciones. Han actuado en nueve municipios de los 62 damnificados por la catástrofe.
Respecto a las labores para evitar en los montes el arrastre de cenizas y mitigar la erosión de los suelos, estas mismas fuentes del Gobierno gallego señalan que la Consellería de Medio Rural está cubriendo con paja (mulching) parte de los terrenos quemados y pretende llegar a unas 200 hectáreas, la mayoría en la comarca de Valdeorras en las que las llamas arrasaron 30.000 hectáreas. Este material de cobertura se está lanzando desde un helicóptero con base en O Barco o a pie por parte de brigadistas en función de la accesibilidad de la zona.
La Confederación Hidrográfica Miño-Sil, dependiente del Gobierno central, considera que está aportando “una gran cantidad de medios” para proteger los ríos del chapapote de los fuegos, en concreto, 21 brigadas que realizan actuaciones de emergencia en las zonas quemadas por importe de tres millones de euros. Alega que “en ningún caso puede actuar en los montes colindantes” porque es competencia de la Xunta, que “podría trabajar tanto en los montes como en los cauces”. Y añade que tampoco tiene atribuciones “en relación con la garantía de suministro de agua potable a las poblaciones o proporcionar sistemas alternativos de suministro de agua a las mismas”: “Esto corresponde a la administración local (Ayuntamientos o Diputación), o a la Xunta de forma subsidiaria”.
Los ecologistas alertan de las consecuencias ambientales de estas escorrentías tóxicas. “El chapapote del monte viene río abajo ensuciando los manantiales, los ecosistemas fluviales; llegará a la desembocadura del Miño y las ‘corrientes de Navidad’ expandirán la contaminación a lo largo de las rías y del Atlántico”, señalan desde la Plataforma por un Monte Galego con Futuro, que acusa de “inacción” y “vergonzosa desidia” a la Xunta de Galicia, a la Junta de Castilla y León (en cuya frontera también cunde el problema), y a las confederaciones hidrográficas de Miño-Sil y Duero.
Este mal retardado de la ola de incendios de agosto está provocando mucha tensión en los pueblos y los alcaldes se siente solos una vez más. “Yo estoy todos los días en la calle con los vecinos, dando la cara y dando explicaciones. La gente está muy enfadada”, se queja el regidor de Vilamartín. Su gobierno ha comenzado a instalar un sistema de megafonía en el pueblo para avisar a los vecinos en caso de emergencia por inundación o incendio.