Ir al contenido

El vigués al que mataron Kirk Douglas y Clint Eastwood

El Galician Freaky Film Festival rastrea en 150 películas la figura olvidada del actor y especialista Luis Barboo, mentor de Conan, templario zombi, pistolero y hombre para todo del ‘fantaterror’

Murió tantas veces y de tantas maneras, que cuando llegó la definitiva no se le tomó muy en serio y Luis Barboo cayó en el olvido durante casi 25 años. Precipitado desde lo alto de un faro o desde la cornisa de un edificio, tiroteado, asaeteado, quemado, explosionado, apuñalado, infartado, sádicamente torturado, desgarrado por el hombre lobo. “Era muy intrépido”, reconoce su hijo mayor, Alfonso, y nunca dijo no a ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Murió tantas veces y de tantas maneras, que cuando llegó la definitiva no se le tomó muy en serio y Luis Barboo cayó en el olvido durante casi 25 años. Precipitado desde lo alto de un faro o desde la cornisa de un edificio, tiroteado, asaeteado, quemado, explosionado, apuñalado, infartado, sádicamente torturado, desgarrado por el hombre lobo. “Era muy intrépido”, reconoce su hijo mayor, Alfonso, y nunca dijo no a una muerte espectacular en el cine. El actor y especialista Luis Bar Boo, Barboo como nombre artístico más habitual (Vigo 1927-2001), pudo fenecer en el 80% de su filmografía y lo hizo a manos de estrellas tan fulgurantes y memorables como Kirk Douglas (La luz del fin del mundo, de Kevin Billington, 1971), Lee Van Cleef (El halcón y la presa, de Sergio Sollima, 1967) o Clint Eastwood (Por un puñado de dólares, de Sergio Leone, 1964).

Era un hombre grande, fuerte, de mirada implacable, con mechones rubios revueltos y la mejilla izquierda cruzada por una enorme cicatriz. Esta —a pesar de sus muchos descalabros en escena— no se hizo en un plató, sino de adolescente, en un accidente doméstico en la casa de su familia materna, en Chantada (Lugo). La raja quebrada en dos direcciones marcó años después su carrera cinematográfica, caracterizada más que por los (escasos) diálogos por sus maneras de morir impresionantes, regadas de sangre falsa, brutales. Actuó al menos en 150 películas, pero no siempre aparece en los créditos, por lo que es posible que la cifra real se acerque a la que él decía: 200 filmes.

Fue muchas veces pistolero rudo y silencioso en el esplendor del spaghetti western y, más tarde, todo tipo de seres malignos, despiadados y sin escrúpulos en el “fantaterror” español, de la mano de Amando de Ossorio, Jesús Franco o Juan Piquer Simón. Esa fue la época en la que, además, Barboo dio cuerpo a la sanguinolenta víctima de un hombre lobo llamado Waldemar Daninsky (Paul Naschy). Rodó sobre todo en España, cuando el país se convirtió en plató internacional, pero también en América, Malasia, Colombia, Italia o Egipto.

La estirpe de los Bar Boo, en Vigo, es muy conocida y reconocida. Hermano arquitecto; padre futbolista, boxeador y cofundador del Celta. Pero a diferencia de ellos, Luis Bar Boo, o Barboo, no fue jamás una gloria local. No tiene ninguna placa en una calle ni ningún busto en la ciudad. Casi nadie lo recordaba hasta esta semana, en la que ha sido rescatado por el Galician Freaky Film Festival (GFFF), que celebró bajo la dirección de Juan de Castro su novena edición con cine, charlas, ruta gastronómica en forma de “tapas fantásticas”, exposiciones, feria, sección infantil y concursos en el entorno de la Praza Elíptica de Vigo entre el 19 y ayer sábado, 27 de septiembre.

Hace unos meses, los organizadores descubrieron la figura de Barboo y decidieron reivindicarlo para siempre creando el premio al actor secundario más sufrido, que llevará en adelante su nombre. El pasado martes, en el cine Tamberlick, se proyectó Conan el Bárbaro (John Milius, 1982), donde Barboo encarna al pelirrojo mentor de Arnold Schwarzenegger en su transformación en guerrero.

El homenaje, al que asistieron hijos, nietos y algún pequeño bisnieto, empezó por una charla y continuará, posiblemente en la edición del año que viene, con el estreno de un documental sobre su vida que están preparando el escritor y cineasta Josiño Araújo y Miriam P. Álvarez, subdirectora del GFFF.

Su familia, tanto por la vía materna como paterna, se dedicaba al “próspero negocio del cuero”, explican estos rastreadores de su vida y su filmografía, pero su “afición por el deporte lo llevó a Madrid”. “No es verdad que trabajase en el circo” como suelen contar las escasas reseñas biográficas que aparecen en Internet, pero empezó haciendo “espectáculos acrobáticos” con Amparo Díez, “la primera especialista mujer”, como “pareja artística”. Y, de ahí, a la gran pantalla.

“Lo que más le gustaba era irse con la piragua al medio de la ría cuando había temporal”, recuerda su hijo mayor con una sonrisa. “Era una persona muy arriesgada, no tenía miedo. Asumía riesgos, sin cables ni nada”, recalca Araújo, en una época en la que la normativa sobre siniestros laborales brillaba por su ausencia. “Se rompió casi todos los huesos del cuerpo, tuvo muchísimos accidentes”, asegura el experto en cine. Fue después de ver su caída de dos metros hacia atrás en Por un puñado de dólares (cuando Eastwood le dispara y, mientras, el fabricante de ataúdes ultima un traje de pino) cuando la subdirectora del festival sintió la necesidad de “tirar del hilo”.

Y las sorpresas no pararon: hizo películas de romanos, de nazis, de vaqueros, “de aventuras, históricas, disparatadas”, mucho “fantaterror” español y género giallo italiano. “Tuvo un ‘face to face’ con Chanquete y es uno de los que provocan el “No nos moverán” de 'Verano Azul”, cuenta Álvarez. También trabajó en Curro Jiménez y, con un papel más pío, en la serie Teresa de Jesús, junto a Concha Velasco. Y, encarnando a Rexor, es “quien convierte a Conan en una máquina de matar”, resalta la subdirectora del GFFF.

Para sus redescubridores se ha convertido en juego, y casi obsesión, encontrarlo en las cintas. Películas que no siempre se localizan en los buscadores habituales y metrajes no restaurados. A través del premio Luis Barboo, la meta de la asociación Abella Produccións, que organiza el festival, es “poner en valor el trabajo de especialistas y actores de reparto que muchas veces quedan en el anonimato, pese a ser fundamentales para la magia del cine”.

Barboo encarnó sobre todo villanos y secundarios de acción gracias a su “imponente presencia física”: tenía “el pecho de Robert Mitchum”, compara Álvarez. Y, así, lo llamaban para morir “una y otra vez en pantalla”. En Tú perdonas... yo no (Giuseppe Colizzi, 1967), actúa con Terence Hill y Bud Spencer. En El viento y el león (John Milius, 1975), Luis Barboo interpreta a Gayaan el Terrible, uno de los guerreros bereberes que acompaña al líder rebelde Ahmed al-Raisuli, interpretado por Sean Connery.

En La cola del escorpión (Sergio Martino, 1971) muere tras una tensa persecución por unas escaleras de caracol, al caerse de un tejado. Para esa escena estuvo colgado de una viga con sus manos, a 20 metros de altura, mientras la lluvia (real) caía en tromba. En El ataque de los muertos sin ojos (Amando de Ossorio, 1973) es cabecilla de los templarios. En una escena se come el corazón de una mujer. En otra, jura volver de la tumba con su ejército de monjes guerreros y destruir el pueblo. El líder vecinal, antorcha en mano, toma entonces una decisión crucial para reducir a Barboo: “Vamos a quemarle los ojos, por si acaso”.

Más información

Archivado En