Selección natural
Ciudadanos es la prueba de que el efecto mariposa existe del mismo modo que los glaciares derretidos son evidencia del cambio climático y el acné, del inicio de la pubertad
En su cabeza era espectacular. Una moción de censura en Murcia para expulsar al PP con acusaciones de corrupción, recuperar la bandera de la regeneración, darle vidilla al partido tras el batacazo de las catalanas (de primera a séptima fuerza más votada) y retomar relaciones con el PSOE para volver a la imagen de formación de centro que un día pacta con los azules y otro con los rojos. Como se sabe, salió mal. Muy mal. La moción fracasó comprando a consejeros y la...
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En su cabeza era espectacular. Una moción de censura en Murcia para expulsar al PP con acusaciones de corrupción, recuperar la bandera de la regeneración, darle vidilla al partido tras el batacazo de las catalanas (de primera a séptima fuerza más votada) y retomar relaciones con el PSOE para volver a la imagen de formación de centro que un día pacta con los azules y otro con los rojos. Como se sabe, salió mal. Muy mal. La moción fracasó comprando a consejeros y la jugada dio a Isabel Díaz Ayuso la excusa perfecta para adelantar las elecciones y quitarse de encima a Ignacio Aguado. Ciudadanos es la prueba de que el efecto mariposa existe del mismo modo que los glaciares derretidos son evidencia del cambio climático o el acné y los gallos, del inicio de la pubertad.
La teoría de Darwin explica que cuando las condiciones empeoran, falta alimento o surgen depredadores, solo las especies mejor adaptadas sobreviven. En la selección natural autóctona, dos de los partidos de la llamada nueva política están en serios aprietos –uno mucho peor que el otro-. Ciudadanos, al borde de la extinción, y Unidas Podemos, sumido en la incertidumbre, no han sabido desarrollar las habilidades necesarias para mantener su estatus en la complicada jungla del poder. Subieron como la espuma por la lucidez de su diagnóstico – todo iba mal-; por el hartazgo ciudadano del “no nos representan” – “no remábamos, nos empujaban”, admite Francisco Igea, de Cs- y por la capacidad para hacer creer en el cambio – “Sí se puede”, repetía Podemos-. Pero una vez sentados en los escaños y despachos donde puede alterarse el curso de los acontecimientos, no han sabido dar el salto que va de detectar los problemas a solucionarlos, o así lo ha entendido la mayoría.
Admitir la derrota no es fácil. Esos ex que Ayuso prometió que no te encontrabas por la calle si vivías en Madrid mandan mensajes a horas intempestivas hasta que asumen que han perdido. Decía Edmundo Bal la noche del martes, después de que su partido obtuviese 0 escaños: “No es un mal resultado para Ciudadanos, es un mal resultado para los españoles”; “Hemos hecho lo que teníamos que hacer”; “Nos han robado los debates, nos han robado las propuestas”. Y decía Juan Carlos Monedero, de Podemos, este miércoles: “Los que ganan 900 euros y votan a la derecha no me parecen Einstein”; “La victoria de Mónica García es del movimiento que iniciamos el 15-M”.
La política debería ser el espacio para las grandes ideas, pero está llena de pequeñeces como estas, que empujan a quienes la hacen a minimizar la derrota o a buscar como locos fotos con la ganadora para apuntarse el tanto. La teoría de Darwin se basaba en el egoísmo y la lucha, pero Javier Sampedro ya contó en este diario que en la evolución existen también “otros caminos basados menos en la competición que en la colaboración, menos en la muerte que en la innovación” y que habían dado lugar a nuevas especies “generadas por simbiosis, o a partir de la asociación oportunista de dos especies preexistentes”. Veremos.
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