De la fiesta al duelo, crónica de una noche electoral pandémica en seis escenarios de Madrid
Las calles que rodean las sedes de los partidos son un buen termómetro para medir la temperatura de la nueva realidad política de la capital
Las notas del himno de España se escabullen a través de las ventanas abiertas. Se alterna con la retransmisión televisiva de los resultados electorales a todo volumen, los aplausos, el jolgorio y las voces esporádicas de “¡Viva Ayusooooo!” coreadas hacia la calle. Una bandera rojigualda cuelga del segundo piso. En el tercero, una pancarta casera pero con toda la intención del mundo: “Ayuso presidenta”. “Solo estamos nosotros cinco, los que vivimos aquí”, asegura un joven una de las veces que se asoma a aplaudir hacia la c...
Las notas del himno de España se escabullen a través de las ventanas abiertas. Se alterna con la retransmisión televisiva de los resultados electorales a todo volumen, los aplausos, el jolgorio y las voces esporádicas de “¡Viva Ayusooooo!” coreadas hacia la calle. Una bandera rojigualda cuelga del segundo piso. En el tercero, una pancarta casera pero con toda la intención del mundo: “Ayuso presidenta”. “Solo estamos nosotros cinco, los que vivimos aquí”, asegura un joven una de las veces que se asoma a aplaudir hacia la calle. Trata de dejar claro que aunque celebran el resultado en las urnas, en ese piso no tiene lugar una juerga que contravenga las restricciones de la pandemia. Sin querer dar más detalles, cuenta que son trabajadores de distintos lugares de España.
Esta escena festiva no tiene lugar en la calle de Génova, sino en un edificio de la calle de Ferraz situado justo delante de la sede del PSOE. En esa fachada de ese número 70, el candidato socialista, Ángel Gabilondo, permanece impertérrito en forma de lona junto al lema “gobernar en serio” como si estuviera rumiando su derrota ante el PP y el adelanto en número de votos de Más Madrid. Un guardia de seguridad flanquea el acceso al garaje. El silencio es roto cada poco por coches que hacen sonar el claxon al circular por delante mientras ondean banderas y gritan victoriosos. Un retén de agentes municipales y nacionales y un puñado de reporteros hacen guardia sin mucho más que hacer pues el equipo electoral se concentra en un hotel próximo. Una señora que pasea a su perro bromea con que “aquí solo hay una ambulancia por el soponcio que se ha llevado Gabilondo”.
Pese a los buenos resultados, tampoco hay celebración a pie de calle delante del cuartel general de Más Madrid en plena Gran Vía. Apenas hay gente justo antes de que anochezca. William, un colombiano que lleva 10 años viviendo en la capital, confiesa que les ha otorgado su confianza porque el Partido Socialista “no lo ha hecho del todo bien”. Está convencido de que la hegemonía de la derecha perjudica a la región porque “los cambios son siempre sanos”. Pero espera que Íñigo Errejón mantenga su coherencia “cuando llegue más arriba”.
En las antípodas de esa calma, el fiestón de la calle de Génova envuelve la sede del PP con música a todo trapo y banderas al aire en honor a Isabel Díaz Ayuso. La circulación permanece cortada desde la plaza de Colón hasta la de Alonso Martínez para facilitar la llegada de varios cientos de personas. La cerveza y las copas corren en medio del ambiente de celebración en La peseta de doña Casilda. Es un local de la calle de Zurbano junto al lateral de la sede del partido. Exultante, el empresario hostelero Álvaro Toscano, de 53 años, lo repite cinco veces: “¡Ayuso, Ayuso, Ayuso, Ayuso, Ayuso!”. “He sacado de mi puta hucha 300.000 euros para abrir otro restaurante dentro de dos semanas”, añade defendiendo el “milagro” de la estrategia de la ganadora en las urnas frente a la pandemia.
Mientras, suena A quién le importa lo que yo haga. La euforia se desata con Alaska y el animador del cotarro, El Pulpo, un conocido presentador radiofónico. Mercedes Ayala, de 34 años, baila agarrada con su amiga del brazo. “Es la primera vez que voto al Partido Popular, pero lo he hecho más por Ayuso. Ha sabido equilibrar salud y economía y es que las dos cosas son importantes”, declara. A escasos metros, tres chicos menores de edad con banderas de España enroscadas en la cintura disfrutan de la música. Son vecinos del barrio y han acudido para celebrar la victoria. “Me identifico mucho con Ayuso, que ha mandado mensajes a los jóvenes de ilusión y esfuerzo, de que te tienes que ganar todo en la vida. Eso me ha motivado. Es una tía razonable y más humilde. Monasterio en cambio va con aires de superioridad”, dice Gonzaba Coello, de 16 años. Se escucha también Lady Madrid, de Leiva. De nada ha servido que el autor se haya quejado de que desde el PP “manoseen” este tema con intenciones políticas.
Entre gritos de “Presidente” los votantes de Vox celebran el resultado de las elecciones. Nadie podía esperarse que Alba García, cuya papeleta ha ido para Más Madrid, estuviera entre los asistentes. Está acompañando a su pareja, con la que lleva ya cinco años, Rodrigo López, que sí que ha votado a Rocío Monasterio. “Los dos nos respetamos y él es más discutidor, pero yo no le entro al trapo”, comenta entre risas la chica. Aunque Rodrigo, que se muestra un poco descreído con la política, reconoce que ha dudado en votar al PP. “Nadie en campaña ha hablado de la deuda del PIB y los años que quedan para pagar lo que debemos. Hemos hipotecado nuestro futuro y el de las siguientes generaciones. Agitamos banderas y pensamos que todo es color de fantasía hasta que veamos la leche que nos vamos a dar”, indica enarbolando él mismo la rojigualda.
Largos abrazos y mucho silencio en la sede Ciudadanos en la calle de Alcalá. La frustración se palpa en el ambiente, pero Jorge Arraiga no quiere darse por derrotado: “Estoy orgulloso del partido y seguimos siendo moderados y de centro, aunque ahora la sociedad esté muy polarizada. Estoy seguro de que dentro de dos años volveremos más fuertes”. Con muchas menos fuerzas para afrontar la realidad, una pareja de jóvenes trabajadores de la formación abandonan el edificio por la puerta de atrás abrazados y con los ojos llorosos. No quieren hacer declaraciones. Casi a la vez, el furgón policial que flanquea la sede emprende el camino de regreso a su base. Quedan intactos dos paquetes de 20 vallas municipales de los que se emplean para acotar espacios en caso de celebración. “La naranja mecánica sigue muy viva”, añade optimista Arriaga.
El ambiente tira también a fúnebre delante de la sede de Unidas Podemos en el barrio de La Elipa. El toque de color lo ponen los mariachis enviados por la plataforma virtual Forocoches a cantarle al candidato Pablo Iglesias. Interpretan el Cielito lindo con su “ay, ay, ay, ay, canta y no llores”, pero los agentes de policía no dejan acercarse al grupo de cinco integrantes hasta la misma puerta y lo hacen a una treintena de metros. Todo poco antes de que Iglesias pegue un portazo y abandone la política tras haber fracasado en su intento de conseguir un gobierno de izquierdas en la Comunidad de Madrid. Marco Martínez vive al lado de la sede de la formación morada y lleva hora y media apoyado en unos coches junto a su novia, esperando a ver si con suerte puede ver a Pablo Iglesias. Solo puede escuchar los aplausos que salen de la azotea del edificio y a los mariachis. “Es muy digno lo que ha hecho Iglesias, como en su día Albert Rivera”. El Madrid trasnochador se recoge y respeta el toque de queda. La resaca electoral cobra cuerpo ya de madrugada con la banda sonora del desmontaje de los tubos metálicos que han sostenido el escenario triunfal de Ayuso en Génova 13.
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