Feijóo, cambio de rumbo tras el 23-J

El partido sale de las elecciones con su líder tocado anímicamente y dividido sobre los debates de fondo que lo atraviesan: la relación con Vox o la estrategia hacia el PSOE. El voto CERA da un balón de oxígeno a los populares, que intentarán una investidura

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, participa en los actos con motivo de la festividad de Santiago Apóstol en la catedral de Santiago, y con la posterior recepción en el Concello de la capital de Galicia acompañando al Presidente de la Xunta, y delegado regio en esta festivad, Alfonso Rueda. / ÓSCAR CORRAL (EL PAÍS).Foto: ÓSCAR CORRAL | Vídeo: EFE

Superado el shock de la noche del 23 de julio, quienes han tratado con Alberto Núñez Feijóo esta semana posterior a las elecciones generales dicen que acusa un bajón anímico. No se trata solo de expectativas políticas. El líder del PP, a sus 61 años, tenía expectativas personales de convertirse en presidente del Gobierno quince meses después de haber abandonado una cómoda vida en su Galicia natal para embarca...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Superado el shock de la noche del 23 de julio, quienes han tratado con Alberto Núñez Feijóo esta semana posterior a las elecciones generales dicen que acusa un bajón anímico. No se trata solo de expectativas políticas. El líder del PP, a sus 61 años, tenía expectativas personales de convertirse en presidente del Gobierno quince meses después de haber abandonado una cómoda vida en su Galicia natal para embarcarse en una guerra relámpago en Madrid con la que llegar a La Moncloa. En la primera etapa de su llegada a la capital era frecuente verle emocionándose cuando hablaba de lo que le había dado la política gallega, a la que dedicó casi toda una vida. Le costó dejar Galicia y le costó el aterrizaje en la olla a presión de Madrid. Merecía la pena por convertirse en presidente, contó una vez que le dijo su antecesor y paisano Mariano Rajoy tratando de animarle tras su llegada a la capital.

Pero ahora ese objetivo, que veía hecho, tendrá que esperar. Sin tiempo para asimilarlo, Feijóo no tiene más remedio que ejercer el liderazgo de un PP al que el resultado de las generales también ha dejado noqueado.

“Es una persona madura, pasará el bache”, apunta uno de los dirigentes más cercanos al líder. Aunque en las primeras horas tras el 23-J algunos no veían a Feijóo liderando la oposición durante cuatro años, todo el partido tiene ya claro que lo hará. “Está en condiciones inmejorables para dar el asalto final: es la primera fuerza en el Congreso, tiene mayoría absoluta en el Senado y el Gobierno de 12 comunidades autónomas”, argumenta un barón popular. Ahora, además, el voto de los españoles residentes en el exterior le ha dado un balón de oxígeno inesperado.

Enfrente, Pedro Sánchez, pese a su euforia por haber resistido al plebiscito que le planteó la derecha, lo tiene muy difícil. “Esta película tiene todavía muchos capítulos. Sánchez está en manos de Puigdemont, ¿es eso fácil para el PSOE? No se están dando cuenta de lo que viene, el resultado es terrible para todo el mundo”, analiza un miembro del núcleo duro popular. “Puigdemont hará todo lo que esté en su mano para torpedear a Sánchez y generar inestabilidad”, pronostica este dirigente.

Todavía más, piensan en el partido, después de que el recuento del voto CERA haya aportado un diputado más al PP y obligue ahora a Sánchez a contar con el sí de Junts y no solo su abstención. La victoria se ve ahora menos amarga en el PP. “Si Sánchez sacara adelante su investidura, la legislatura sería un infierno cada semana. Es un despropósito gobernar así. Ahora, además, se enfrenta a un viacrucis con ERC y Junts”, se felicitan en la dirección del PP.

El plan de Feijóo, ya antes del nuevo escenario por el voto exterior, pero ahora con mayor convencimiento, es presentarse a una investidura. Aun sabiendo que casi con toda seguridad será fallida.

El líder del PP se ha reunido esta semana de forma discreta con su núcleo duro en Madrid para analizar los pasos a dar después del 23-J y, tras este periodo de reflexión, ha concluido que irá adelante con ese plan, para el que tiene el apoyo del partido. No depende solo de él, porque también Pedro Sánchez jugará sus cartas y Felipe VI tendrá que designar a uno u otro como candidato a la presidencia del Gobierno, pero lo intentará.

El PP argumenta que Feijóo, presentándose en solitario, puede aspirar a sumar 172 votos a favor, los de su partido, Vox, UPN y Coalición Canaria, aunque ni siquiera esa suma es sencilla. Santiago Abascal ha advertido de que no le regalará un “voto patriótico” y, si Vox se sumase a la ecuación, podría perder el apoyo canario. Su planeada investidura sufrió, además, un golpe de realismo con el portazo del PNV a principios de semana. Los peneuvistas ni siquiera se quisieron sentar a negociar con los populares y se vanaglorian de haber frustrado las aspiraciones de Feijóo. El PP no renuncia a hablar hasta con Junts “dentro de la Constitución”, como declaró el vicesecretario Pedro Rollán este sábado, aunque las posibilidades de que Puigdemont apoyara a Feijóo son remotas.

Pero Sánchez, enfatizan fuentes populares, tiene 152 escaños con Sumar “y solo puede tener más votos que Feijóo si junta los de ERC, PNV, Bildu y Junts, sin excepción. Sánchez quiere unir a todos los partidos nacionalistas e independentistas para que le ayuden a ser presidente pese a quedar a 16 escaños de Feijóo y tener 330.000 votos menos. Ha perdido las elecciones, pero también el respeto por su país y por la historia de propio partido”, inciden en el PP.

Que Feijóo intentará ir a una investidura es toda la certeza que sale ahora mismo del cuartel general de Génova 13, donde analizan qué ha podido pasar en las elecciones generales aún con el susto en el cuerpo. El partido ha salido de las urnas no solo con su líder tocado anímicamente, sino dividido sobre los debates de fondo que lo atraviesan: cuál debe ser su relación con Vox, si Feijóo es o no el futuro y cuál es la estrategia acertada hacia el PSOE. El único consenso es el siguiente paso, aunque también hay voces que alertan de los riesgos.

Riesgo ante unos nuevos comicios

Los barones del PP empujan a Feijóo a presentarse a una investidura aun sabiendo que no prosperará para evitar el caso Arrimadas. Es decir, el desgaste que sufrió la exlíder de Ciudadanos por no haber acudido a la investidura cuando ganó las elecciones en Cataluña en 2017. Sin embargo, algunos veteranos con experiencia en el bloqueo de 2016 tienen dudas de que convenga este movimiento. “¿Qué va a conseguir Feijóo? Puede hacer un discurso buenísimo, pero luego perderá la votación, por tanto, se va a quemar. Pasará de ser el ganador de las elecciones a convertirse en el perdedor [de la investidura]. Ayuso le ha dicho que tiene que ir, le ha marcado el paso. Pareciera que es conducirle al matadero. Está bien buscar los apoyos, pero entre hacerse un Arrimadas y hacerse un Rajoy [que renunció a aceptar el encargo del Rey], tiene que haber un término medio”.

En el otro lado, los defensores de que vaya adelante con su candidatura opinan que no debe renunciar “a un gran acto de campaña”. “A aparecer como una figura presidenciable, en prime time, con sentido de Estado y de responsabilidad… La derrota parlamentaria ya está asumida de antemano, así que no tiene un alto coste. El perdedor es el que gana y no va a la investidura”, argumenta un presidente autonómico, que cree que hay que ir sí o sí porque es muy probable el escenario de una repetición electoral. “Sánchez lo va a decidir dependiendo de las encuestas que haga el PSOE en septiembre”, apunta. “Esa mayoría parlamentaria con Junts es la más insegura que puede tener Sánchez, porque los independentistas se caracterizan por la deslealtad. Va a ser un infierno para él. Ir a elecciones no es una ciencia exacta, pero Sánchez es el mago de los relatos ahora mismo”, analiza este barón.

Algunas voces populares alertan del riesgo de unos nuevos comicios para el PP, con la base social de la derecha frustrada porque no se ha podido desalojar del poder al presidente socialista, a pesar de que se fue a la batalla electoral con todas las bazas a favor. Pero tirar otra vez los dados también da nuevas oportunidades de enmendar los errores. Como el de la relación con Vox.

Tras las elecciones generales, el PP se ha sumido en un debate casi obsesivo sobre Vox. El partido de extrema derecha, que logró tres millones de votos y 33 escaños el domingo, por los siete millones y 138 del PP, es el chivo expiatorio de la amarga victoria.

La otra cabeza de turco es Narciso Michavila, el presidente de Gad3, que indujo al PP a error por su pronóstico equivocado de que la derecha sumaría y a quien algunos en el partido llaman “el Tezanos del PP”, en alusión al presidente del CIS. “La última semana había un sustrato de voto de izquierdas que no supo ver”, se quejan los populares, que se dejaron llevar por sus augurios.

Pero Vox es el centro de su ira. El 23-J ha reabierto el debate en el PP sobre cómo debe relacionarse con la fuerza de extrema derecha, a la que ya ha dado entrada en tres de sus Gobiernos autonómicos (Castilla y León, Comunidad Valencia y Extremadura).

“Feijóo va a tener que marcar una posición clara sobre Vox”, se demanda en los territorios. El partido le pide dejar de dar bandazos y definir, por fin, cómo deben comportarse con la extrema derecha. Ante el vacío que ha dejado el líder esta semana en este intenso debate interno, los dos presidentes de mayor peso, representantes además de cada una de las dos almas del partido, han tomado posiciones. Coexisten dos modelos: el de Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente de Andalucía, y el de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de Madrid, y son casi antagónicos.

El presidente andaluz, referente del alma moderada del PP, apuesta por combatir ideológicamente a Vox en las materias que les separan, como la violencia de género, los derechos del colectivo LGTBi o el cambio climático, como hizo esta semana en la sesión de control en el Parlamento andaluz, donde abroncó al representante de Vox. “¿Usted cree que cuando muchas veces se cuestionan los derechos de personas homosexuales y que sufren homofobia, no hay padres y madres conservadores, de derechas, cuyos hijos son homosexuales, que se sienten violentados con esas actitudes? ¡Claro que se sienten violentados!”, clamó Moreno Bonilla.

En cambio, Ayuso, principal figura de los ultraliberales, defiende no caer en el marco de la izquierda y evitar la confrontación ideológica con su escisión por la derecha. Algunas voces del PP de Madrid, como la de la expresidenta Esperanza Aguirre, van más lejos y abogan incluso por abrir una negociación con los ultras para una posible coalición electoral con la que “derrotar” a Sánchez “la próxima vez”.

Feijóo guarda silencio sobre este debate estratégico, pero las decisiones que ha tomado en los meses que lleva al frente del PP le han situado en una posición más próxima a la condescendencia con los ultras. Avaló los Gobiernos de coalición con Vox en las comunidades autónomas, se abstuvo en la moción de censura del partido de Santiago Abascal e, incluso, abrió la puerta a meterlos en su propio Gobierno, aunque reconoció, al mismo tiempo, que no les veía como unos buenos socios para la gobernabilidad de España. La última semana de campaña declaró al diario El Mundo que sería deseable que la líder ultraderechista y primera ministra italiana, Giorgia Meloni, entrara a formar parte del Partido Popular Europeo.

Además de la relación con Vox, el resultado del 23-J, tan equilibrado que permite a Sánchez superar el plebiscito que la derecha había montado en su contra, obliga también al PP a revisar su trato al PSOE. Feijóo pasó en 48 horas de pretender “derogar el sanchismo” a hablar del PSOE como un “partido de Estado”, pero no está nada claro que el PP vaya a abrir una nueva etapa abierta a acuerdos con los socialistas. En función del debate interno es más bien al contrario y, si hay legislatura, los populares se preparan para una oposición todavía más a cara de perro. “Con el PSOE, hay que ir a muerte”, apunta uno de los barones más moderados.

Tanto si hay nueva legislatura como si se repiten las elecciones, Feijóo puede estar tranquilo de que nadie tratará de moverle la silla. Ayuso y Moreno Bonilla, sus dos potenciales sucesores, le han asegurado su respaldo como líder de la oposición o como nuevo candidato. En el PP de Madrid solo abren la puerta a replantearse las decisiones en la hipótesis de que Feijóo perdiera las elecciones, si estas se repitieran. Pero incluso en ese escenario, Andalucía aparecería blindando el liderazgo del político gallego, aseguran en el PP andaluz. “Lo peor que nos puede pasar es otra crisis interna, que además sería una guerra civil mucho más cruenta, porque supondría no solo una lucha de poder, sino una batalla ideológica”, alertan en el PP andaluz sobre un hipotético enfrentamiento por la presidencia del PP entre Ayuso y Moreno Bonilla.

A corto y medio plazo, Feijóo tiene asegurado el trono del PP. Otra cosa es el futuro del partido, sobre el que Esperanza Aguirre ya se ha atrevido a decir que pertenece a Ayuso. Pero con el escenario político endiablado que ha dejado el 23-J, en el PP todos saben que nadie puede hacer pronósticos, ni siquiera muchos planes. Los más próximos al político gallego advierten de que no se le subestime: “Feijóo es un animal político. Y los animales políticos mueren matando”.

Sobre la firma

Archivado En