Galicia, laboratorio fallido de la nueva política
Sumar hereda y trata de recomponer un espacio que nació en la comunidad en 2012 y que en 2020 se quedó fuera del Parlamento autonómico
Mayo de 2015. Un Pablo Iglesias en la cresta de la ola abarrota el auditorio principal del Palacio de Exposiciones y Congresos de A Coruña, con capacidad para 1.500 personas. En plena campaña de las municipales, la cola se extiende fuera casi medio kilómetro. Es el tiempo del ”sí, se puede”. Y aunque en la ciudad gallega el protagonismo del movimiento Marea Atlántica, nacido el verano anterior, lo tienen entonces cuadros no vinculados a partidos, distintas voces reconocen que la presencia del líder de Podemos junto a Xulio Ferreiro sirvió de impulso para que los populares...
Mayo de 2015. Un Pablo Iglesias en la cresta de la ola abarrota el auditorio principal del Palacio de Exposiciones y Congresos de A Coruña, con capacidad para 1.500 personas. En plena campaña de las municipales, la cola se extiende fuera casi medio kilómetro. Es el tiempo del ”sí, se puede”. Y aunque en la ciudad gallega el protagonismo del movimiento Marea Atlántica, nacido el verano anterior, lo tienen entonces cuadros no vinculados a partidos, distintas voces reconocen que la presencia del líder de Podemos junto a Xulio Ferreiro sirvió de impulso para que los populares perdieran la Alcaldía unos días después. Esa fortaleza, extendida a los gobiernos locales de Ferrol y Santiago, se reprodujo en las generales de final de año con los seis escaños de En Marea y en las autonómicas de 2016, al convertirse la coalición izquierdista en primera fuerza de la oposición con 14 diputados.
Casi nueve años después, en un vestíbulo del mismo recinto, 200 militantes y simpatizantes entregados reciben un sábado a mediodía a Ione Belarra e Irene Montero, dirigentes de Podemos, que acompañan a la aspirante a la presidencia de la Xunta, Isabel Faraldo. El acto imprime algo de fuerza a una campaña modesta y difícil. Nadie se queda sin poder entrar. A final de diciembre, las bases del partido decidieron presentarse a las elecciones dando la espalda a Sumar. Ninguna encuesta les concede representación y la mayoría de sondeos deja también en el aire la entrada de la formación de Yolanda Díaz en el Parlamento, que postula en estos comicios a una de sus personas de confianza, Marta Lois. Tras años de batallas y continuos cambios de marca en autonómicas y generales, la organización de la vicepresidenta, recién constituida, hereda ahora un espacio fraccionado, que trata de volver a la política gallega (de la que se quedó fuera en 2020) repitiendo una premisa: los dos escaños en juego en las provincias de A Coruña y Pontevedra son fundamentales para arrebatarle el Gobierno al PP. Fuentes de la plataforma insisten en que estas son “las primeras elecciones” a las que se presentan.
La política autonómica fue durante casi dos décadas un terreno relativamente estable, con solo tres partidos en el Parlamento y la concatenación de mayorías absolutas conservadoras. Como única alternancia, el bipartido progresista entre 2005 y 2009. La ruptura en dos del BNG en 2012 y la posterior alianza entre Anova —los nacionalistas capitaneados por Xosé Manuel Beiras— y la Esquerda Unida de Díaz (AGE) provocaban ese mismo año un primer terremoto al desbancar al Bloque como fuerza hegemónica a la izquierda del PSOE. Años después, con Podemos constituido, llegarían las mareas. “La apuesta de Beiras fue clarividente a la hora de buscar opciones de unidad popular que conectaban también con la tradición del Frente Popular de la II República”, reflexiona en un café de Santiago Martiño Noriega, portavoz nacional de Anova y exalcalde de la capital gallega con Compostela Aberta, la expresión local de las candidaturas de unidad que gobernó la ciudad entre 2015 y 2019.
El antiguo regidor explica algunas de las causas que llevaron a perder la alcaldía en los siguientes comicios. “Éramos percibidos como un peligro real de que las cosas cambiasen. Contra nosotros valía todo. Se imputaba todo a la nueva política, éramos padres y madres de cualquier problema del pasado y las grandes expectativas acabaron siendo las grandes frustraciones”, resume. “Desde el Ayuntamiento dejamos nuestra huella con medidas valientes, como la renta social, el modelo turístico, las políticas de dignificación de la ciudad o la apuesta por la laicidad. Hoy, el relato de Compostela sigue en las coordenadas de hace siete años y los que antes lo combatían, ahora lo reivindican”, defiende. Desde 2023, la alcaldía de Santiago está en manos del BNG, partido al que Anova, tras 12 años, devolvió su apoyo en las generales del pasado julio y al que ha vuelto a respaldar en estas autonómicas, escenificando una reconciliación muy simbólica. “Entendemos que desde 2020 hay un cierre de ciclo y estamos en otra apuesta para reconfigurar el polo soberanista”, argumenta sobre el cambio de estrategia y el portazo a Sumar en estos comicios.
“En lo local no hubo distorsión, la unidad era real”, señala Noriega sobre Santiago, que contrapone: “En clave de Estado y gallego se seguía pensando en lo partidista”. Antón Gómez-Reino, excoordinador de Podemos en la comunidad, fue diputado en el Congreso hasta las elecciones del 23-J, además de candidato a la presidencia de la Xunta en 2020 bajo la marca Galicia en Común, que agrupaba a Podemos, Anova y Esquerda Unida. Tras cuatro años de peleas internas, el espacio pasó de tener más de 270.000 apoyos en 2016 a quedar fuera del Parlamento con poco más de 50.000. En Marea, que se presentó escindida, obtuvo en total algo menos de 2.900 votos. Tan solo un año antes, el grupo liderado por el juez Luis Villares había estallado por los aires en el Parlamento y el cabeza de lista y otros tres diputados se pasaron al mixto. “La caída se explica por una mezcla de incapacidad para construir una cultura política respetuosa y que supiese hacer de la pluralidad ideológica y política de En Marea, que era la fotografía real de la izquierda en Galicia, una síntesis. En su lugar, se hizo de eso un elemento de constante batalla que nuestros enemigos mediáticos supieron proyectar y del que la ciudadanía gallega, finalmente, se separó”, afirma. “Nadie venía por cargos, pero al final todo el problema eran los cargos”, sostiene otra voz cercana al movimiento.
Elegida junto a Gómez-Reino, Alexandra Fernández fue parlamentaria en el Congreso entre 2016 y 2019. La política abandonó el proyecto, y en las últimas autonómicas fue elegida diputada con el BNG. “Certificamos que la izquierda estatal no estaba dispuesta a asumir la realidad plurinacional del Estado, colocar el centro de decisión en Galicia, y concluimos que reiteraba los errores de la izquierda de siempre”, critica sobre su antiguo espacio en un discurso ya en clave nacionalista.
“Exceso de protagonismo”
Paloma Castro Martínez, profesora de Ciencia Política de la Universidad de Santiago de Compostela, subraya que es el “fracaso” de las nuevas confluencias lo que explica la subida del BNG de los seis a los 19 escaños en 2020. “El exceso de protagonismo de demasiados líderes incapaces de coordinar la acción política; ni AGE ni las mareas lograron adquirir una estructura de partido; pero esto, que al principio se vendió como un valor, mostraba las carencias de coordinación de las élites. El BNG, por el contrario, reforzó su estructura orgánica, y puso al frente a una mujer de la UPG [Ana Pontón] con aires y formas de modernidad”, analiza.
Preguntada por las diferencias entre los votantes del BNG y Sumar, la experta destaca que en Galicia hay voto dual, votantes que eligen siempre la papeleta nacionalista en autonómicas y la del PSOE en generales. Con el espacio fragmentado y el Bloque disparado en las encuestas, el reto de la nueva política resulta ahora ingente. “Algunos de esos votantes duales se han ido a Sumar, y muchos retornarán al BNG en las próximas autonómicas. En elecciones generales, en el BNG se queda el votante identificadamente nacionalista, que no es necesariamente la mayoría en el BNG cuando este saca buenos resultados”, afirma.