Castilla y León, una prueba de alto riesgo para Casado
El PP decidió adelantar los comicios para dar un golpe maestro al PSOE, pero ahora se expone a un fiasco
Sobre el papel, todo cuadraba. Las encuestas internas del PP en Castilla y León les decían que podían rozar la mayoría absoluta. Un Madrid bis. Y esta vez sin Isabel Díaz Ayuso como candidata, lo que permitiría a Pablo Casado vender el triunfo como algo propio, de la marca PP, y, por tanto, también suyo. Sería un nuevo clavo en el ataúd político que los populares creen estar construyendo poco a poco para Pedro Sá...
Sobre el papel, todo cuadraba. Las encuestas internas del PP en Castilla y León les decían que podían rozar la mayoría absoluta. Un Madrid bis. Y esta vez sin Isabel Díaz Ayuso como candidata, lo que permitiría a Pablo Casado vender el triunfo como algo propio, de la marca PP, y, por tanto, también suyo. Sería un nuevo clavo en el ataúd político que los populares creen estar construyendo poco a poco para Pedro Sánchez. Después llegaría Andalucía. Y más tarde, las municipales y autonómicas, hasta el remate final en las generales. Una ola imparable. Una jugada maestra.
Pero algo ha fallado estrepitosamente en estos dos meses, porque cuando se abran las urnas para 2.094.490 castellanoleoneses, Sánchez estará mucho más tranquilo que Casado, según coinciden fuentes de los dos partidos. Mientras el presidente se juega poco —las expectativas de cambiar el Gobierno regional después de 35 años eran mínimas y ya sería un éxito para el PSOE un buen resultado que demuestre su resistencia y desmienta la idea de que está en caída libre—, Casado escucha ya los cuchillos internos que se preparan por si hay un fiasco. Lo que parecían unas nuevas elecciones complicadas para Sánchez en el peor escenario posible —el PSOE lleva mordiendo el polvo en esta tierra desde que la recuperó José María Aznar para la derecha— se han convertido en una arriesgadísima prueba interna para Casado y su cúpula, en especial su mano derecha, Teodoro García Egea, muy cuestionado en varios sectores.
Algunos veteranos recuerdan que Manuel Fraga dimitió en 1986 tras unas elecciones vascas en las que Alianza Popular perdió cinco de sus siete diputados. Casado no está ni de lejos en la situación de Fraga. Ya sufrió después de las elecciones catalanas, y tuvo que forzar prometiendo que vendería la sede para salir del agujero y esquivar las críticas internas. Sin embargo, ahora está convencido de que será el candidato en 2023 pase lo que pase, y cree que ganará sin problemas el congreso nacional que debería convocar en julio. Pero un fiasco en Castilla y León sería un golpe muy duro para un líder que confiaba en que esta tierra, la suya, fuera un trampolín definitivo para despejar la tensión interna.
Ahora tanto el líder como su entorno insisten en que él no decidió el adelanto electoral. Aseguran que se enteró cinco horas antes de que el presidente autonómico, Alfonso Fernández Mañueco, lo hiciera público. Y sostienen que la gran participación que ha tenido en la campaña es por petición de Mañueco y similar a la de las elecciones catalanas o madrileñas. “Esto no ha sido una operación de Génova sino de Mañueco. Fue el partido en Castilla y León el que tomó todas las decisiones porque temía una moción de censura”, aseguran en la cúpula del PP.
Ese ha sido uno de los problemas principales de la campaña de Mañueco. El PP no ha logrado explicar el adelanto electoral de forma convincente, según admiten los propios populares. Como muestra, baste la argumentación que hizo Mañueco en el cierre de campaña. ”A mí hace un año me pusieron una moción de censura y yo sé la cara que tiene la gente que va a poner una moción de censura. Por eso estamos aquí”. Como argumento científico esto de adivinar las mociones de censura por las caras de los políticos no parece rotundo. Y la frase no triunfó mucho entre el auditorio.
La suerte no está ni mucho menos echada. El PP sigue teniendo una enorme fortaleza en Castilla y León. Y todos los análisis y los cuchillos que ya están volando quedarán en nada si Mañueco logra un resultado cercano a la mayoría absoluta, que está en 41 escaños. Pero de 35 diputados para abajo será un desastre para Mañueco y para Casado, coinciden diversos dirigentes. Si se produjese un cataclismo y el PP pierde el Gobierno, que incluso los socialistas ven muy difícil —aunque sí creen que pueden superar a los populares como primera fuerza, al igual que en 2019— el liderazgo de Casado se convertiría en el gran debate nacional. El líder del PP no ha resuelto su guerra con Ayuso, que actúa casi como lideresa alternativa. Bastaba ver la competición de popularidad que mantenían ambos al final del mitin de cierre de campaña en Valladolid, y que de nuevo ganó ella con una legión de admiradores dispuestos a todo por un selfi.
En Valladolid, para los observadores informados de la tensión interna que vive el PP, el mitin parecía una especie de miniprimarias donde en vez de votos había aplausos. Ayuso creía haber ganado con un discurso que parecía un auténtico programa de candidata en un congreso nacional. El gallego Alberto Núñez Feijóo, el eterno tapado, el líder que no quiso serlo, el candidato soñado para muchos dirigentes, se desdibujó en el mitin frente al arrastre de Ayuso, recibida al grito de “¡presidenta, presidenta!”. Pero Casado, cuando parecía derrotado, logró arrebatar al auditorio con un discurso radical muy del gusto de la militancia, en el que reivindicó “el orgullo de ser españoles sin complejos y sin leyendas negras aquí, en la cuna de la Hispanidad, mal que le pese al de México, a Zapatero y a su amigo Maduro”. La cosa quedó en tablas, aunque Ayuso desempató con los selfis.
La expectativa prudente del PSOE
Mientras, el PSOE respira tranquilo. En teoría, era el que más tenía que perder. Ganó las elecciones de 2019, con el 34,84% de los votos y 35 escaños, mientras el PP sacó el 31,53% y 29 procuradores. Pero ahora, con una gestión de expectativas muy prudente, que ha sido uno de sus mayores éxitos en la campaña, tiene mucho más que ganar que el PP. Y, sobre todo, quiere despejar la idea de que la llegada de la derecha a La Moncloa es imparable. “Si el PSOE roza o incluso supera el 30% en una tierra muy difícil para nosotros, ¿cómo es posible que estemos en el 26% en toda España como dicen las encuestas?”, resumía un dirigente en el cierre de campaña del PSOE, a pocos metros de los populares y con bastante menos público.
Aunque el que arrasó en audiencia fue el líder de Vox, en una céntrica plaza de Valladolid. El partido de Santiago Abascal ganó a todos y logró unas imágenes impactantes que tienen muy inquieto al PP, el principal perjudicado de su ascenso. Todo indica que Mañueco, pese al endurecimiento de su discurso, no logra frenar a Vox tanto como Ayuso.
Además de la del PP y el PSOE, hay muchas más batallas en juego: Vox trata de consolidar su crecimiento. Ciudadanos lucha por su supervivencia y parece aguantar mejor de lo previsto. Unidas Podemos, sin apenas participación de Yolanda Díaz —un solo acto— intenta aguantar lo que tiene y aspira a gobernar con el PSOE si hay vuelco. Y los diversos grupos de la España vaciada esperan dar el salto definitivo en una tierra clave para sus objetivos.
La campaña, un golpe
En el PP acusan el golpe de la campaña, que se les ha hecho muy larga. Un dirigente popular lo admite: “Se nota que esta vez la estrategia del PSOE está en manos de gente seria como Óscar López, que conoce esta tierra. Nos han hecho mucho daño con una campaña tranquila y con una gestión de las expectativas mucho mejor que la nuestra”, admiten los populares.
Una visión similar tiene Narciso Michavila, presidente de GAD3, un hombre muy influyente en el PP. Sus encuestas pronosticaron hace un mes que los populares podrían rozar la mayoría absoluta, y ahora señala que lo ve todo abierto y dependerá mucho de la participación. “Se está demostrando que las campañas son clave. Al PP se le ha hecho muy larga y con mucho ruido de política nacional, sobre todo la votación de la reforma laboral. Se ha demostrado que ahora hay profesionales serios en la campaña del PSOE, esto no ha tenido nada que ver con Madrid”, remata Michavila, que ha visto cambios muy importantes en los datos que le llegaban de sus encuestadores a medida que pasaban los días. La encuesta que publicó EL PAÍS y la Cadena SER, realizada por 40dB., situó al PP lejísimos de la mayoría absoluta, en 31. Y el CIS, en sus datos brutos, siempre lo colocó también a mucha distancia.
A pesar de todo, hay más incógnitas que certezas en una tierra con nueve provincias y un voto muy fraccionado donde unos pocos restos pueden cambiar todo. El recuento será rápido, auguran los responsables. En poco tiempo se despejará la duda. Y Casado, el que más se juega, podrá respirar tranquilo o reemprender la travesía que vivió tras las catalanas, y confiar en que las andaluzas le den aire de nuevo. Aunque visto el resultado del adelanto en Castilla y León, es muy posible que el andaluz Juanma Moreno se lo piense dos veces antes de seguir esa estela que sobre el papel era un plan perfecto para el PP, y ahora puede convertirse en pesadilla.
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