España gira a la derecha
El resultado del 28-M apunta a un claro desplazamiento de la sociedad hacia ese espacio político desde las elecciones de 2019
La gran pregunta que dejan las elecciones municipales y autonómicas del domingo es si España afronta un cambio de ciclo político tras la clara victoria del PP, que devora definitivamente lo poco que ya quedaba de Ciudadanos; la evidente fatiga que muestran los socialistas en casi todo el país; la preocupante consolidación de Vox como tercera fuerza política y los paupérrimos resultados de casi todos los aspirantes que se sitúan a la izquierda del PSOE, es decir, esa izquierda empeñada en seguir con rumbo firme el camino de la división para llegar irremediablemente a la irrelevancia. Las victor...
La gran pregunta que dejan las elecciones municipales y autonómicas del domingo es si España afronta un cambio de ciclo político tras la clara victoria del PP, que devora definitivamente lo poco que ya quedaba de Ciudadanos; la evidente fatiga que muestran los socialistas en casi todo el país; la preocupante consolidación de Vox como tercera fuerza política y los paupérrimos resultados de casi todos los aspirantes que se sitúan a la izquierda del PSOE, es decir, esa izquierda empeñada en seguir con rumbo firme el camino de la división para llegar irremediablemente a la irrelevancia. Las victorias abrumadoras en plazas como Madrid y la ampliación del poder autonómico y local sugieren que Alberto Núñez Feijóo ha dado un primer e importante paso para ser la primera fuerza en los comicios generales que se celebrarán en los próximos meses.
Las elecciones municipales han anticipado dos veces el cambio de ciclo a favor del PP desde la llegada de la democracia. La victoria en 1995 supuso un indicio claro de que la etapa de Felipe González tocaba a su fin, extremo que se confirmó en los comicios generales del año siguiente. Y el triunfo en las municipales de 2011 dio paso a una posterior mayoría absoluta de Mariano Rajoy. En el primer caso, el PP superó a los socialistas en algo más de un millón de votos, mientras que en el segundo la diferencia fue de dos millones de sufragios. Los populares aventajaron ayer a los socialistas en más de 750.000 votos, una cifra destacada pero insuficiente para dar por seguro que la suerte de las generales está echada de forma irreversible.
La tendencia, no obstante, apunta a un claro desplazamiento de la sociedad hacia la derecha desde las elecciones de 2019, un año que no parece lejano pero tras el que han venido una pandemia que propició un trauma global y una polarización extrema; una guerra que ha vuelto a poner en tensión la economía mundial, y una crisis de inflación que ha llevado los presupuestos familiares al límite y ha forzado a los bancos centrales a subir los tipos de interés.
Si hace cuatro años el voto de la derecha se repartía entre tres actores, la fragmentación se reduce ya solo a dos, el PP y Vox, tras el certificado de defunción que dieron el domingo las urnas a Ciudadanos. El cambio no es menor, ya que el principal socio de los populares para formar alianzas no será ya un partido de inspiración liberal sino una formación de clara vocación ultra. Y no cabe duda de que allí donde se necesiten, por mucha pirotecnia verbal que empleen para marcar distancias durante la negociación, acabarán llegando a pactos.
Para la izquierda, el 28-M deja unas expectativas decrecientes. Al desgaste propio del ejercicio de gobernar, se suman las diferencias internas en la coalición de PSOE y Unidas Podemos, subdividida a su vez con el proyecto de Yolanda Díaz, que tienen un efecto desmovilizador sobre el electorado progresista, es decir, la primera condición para propiciar el cambio de ciclo político.
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