Un estudio descubre influencias celtas en el Santo Cáliz que se venera en Valencia

El catedrático de la Politécnica Gabriel Songel adelanta al siglo XI la datación del pie con asas que sostiene el vaso primitivo de Jesús de Nazaret, según la tradición cristiana aragonesa y valenciana

El Santo Cáliz de Valencia

El Santo Cáliz es una de las reliquias cristianas más veneradas y codiciadas y que más leyendas y literatura ha generado. Desde el siglo XV, la catedral de Valencia custodia un vaso que la tradición cristiana aragonesa y valenciana identifica con el que Jesús de Nazaret habría consagrado el vino de la llamada ultima cena. El Santo Cáliz o Grial valenciano consta de dos piezas: el vaso o copa...

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El Santo Cáliz es una de las reliquias cristianas más veneradas y codiciadas y que más leyendas y literatura ha generado. Desde el siglo XV, la catedral de Valencia custodia un vaso que la tradición cristiana aragonesa y valenciana identifica con el que Jesús de Nazaret habría consagrado el vino de la llamada ultima cena. El Santo Cáliz o Grial valenciano consta de dos piezas: el vaso o copa tallada en ágata de siete centímetros de altura y 9,5 centímetros de diámetro, que análisis arqueológicos datan en torno al siglo I, y la estructura de un pie con asas que se añadió como soporte ornamental, posteriormente, en el siglo XI o XII, y no en el XIII o el XIV, como se pensaba

Además, el autor del trabajo, Gabriel Songel, catedrático de Diseño de la Universitat Politécnica de València, ha detectado influencias celtas en el diseño y la decoración como las cenefas y las estructuras ornamentales de esta pieza, lo que viene a confirmar el interés por extender la investigación sobre el alcance de la cultura celta en Europa en el primer milenio de la actual era. El análisis comparativo de las cenefas decorativas del cáliz de la Catedral de Valencia conduce a “su identificación en los repertorios del arte cristiano celta, anteriores a los mozárabes”, indica el autor.

Songel presentó su investigación en el Trinity College de Dublín, templo universitario y de la cultura celta en Irlanda. Y fue recibido con “sorpresa e interés”, explica el investigador a este periódico por teléfono. “El arte celta forma parte indisoluble de la identidad nacional de Irlanda e interesan mucho todos los estudios sobre su influencia en otras culturas. Hemos de recordar que los primeros manuscritos cristianos celtas con complejos repertorios decorativos geométricos como el Libro de Durrow o los Evangelios de Lindisfarne (700) son de casi un siglo antes que el códice del Beato de Liébana [finales del siglo VIII]. Los monjes irlandeses abrieron monasterios en el sur de Francia, y en el norte de Italia y tal vez de ahí viene la influencia”, añade. El Trinity College atesora y exhibe el extraordinario Libro de Kells, también conocido como Gran Evangeliario de San Columba, un manuscrito iluminado con motivos ornamentales de gran belleza elaborados por monjes irlandeses hacia el año 800 en el pueblo irlandés que presta su nombre.

Gabriel Songel, con una comparativa de santos cálices, en una imagen cedida por el investigador.

Uno de los elementos decorativos que han llevado a confusión para la datación del Santo Cáliz de Valencia han sido las asas y el eje de sección hexagonal, que se atribuían a la orfebrería del siglo XIII y XIV. Ahora, el profesor de la Politècnica sostiene que se construyó sobre la copa original hacia el siglo XII. En su estudio, presenta un análisis comparativo de los cálices románicos conocidos hasta ahora desde que, en el siglo XIX, Fleury hiciese una primera enumeración y síntesis de las diferentes tipologías a lo largo de los siglos. “El análisis formal permitió identificar cálices datados en siglos anteriores con características formales atribuidas a épocas posteriores. En concreto, el cáliz conocido como de Doña Dulce en el Museo de Guimarães en Portugal, datado en 1187, ya tenía un eje hexagonal y además tiene decorados sus laterales con nudos de Salomón muy básicos”, señala el investigador de la Politécnica.

“El hecho que la reina sea Doña Dulce de Aragón vincula a este cáliz con la dinastía aragonesa, ya que era hija de Petronila y Ramón Berenguer IV y nieta de Ramiro II y da continuidad a la tradición dinástica de custodiar el Santo Cáliz”, apunta Songel. “El desarrollo de esta investigación nos lleva a afirmar que el Santo Cáliz de Valencia pudo haberse realizado hasta dos siglos antes de su actual datación coincidiendo con los estudios iconográficos desarrollados y publicados en años recientes”, concluye.

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Songel reitera que el vaso primitivo que custodia la catedral de Valencia fue elaborado en torno al siglo I, según el análisis realizado en 1960 por el arqueólogo e historiador Antonio Beltrán, “poco sospechoso de ser creyente”, y por algún estudio posterior, apunta el investigador. Esta datación no es posible hacerla en los cerca de diez santos cálices que también se arrogan ser los auténticos en diversos países, agrega. En 2014, dos historiadores afirmaron haberlo encontrado en la colegiata de San Isidoro, en León. Se trata del llamado Santo Cáliz de doña Urraca, la hija de Fernando I, rey de León. Songel se muestra escéptico y se pregunta por los filtros que ha pasado esta investigación y la interpretación forzada e interesada de los datos que presenta, si bien admite que el relato “está bien contado y se acerca más a la ficción histórica”. Este relato mantiene que la copa utilizada por Jesús viajó de Jerusalén a Egipto, y de allí, en el siglo XII, a Dénia, en agradecimiento por la ayuda ofrecida por la taifa ante una grave sequía. El emir de Dénia se la regaló al padre de doña Urraca.

El periplo del Santo Cáliz valenciano habría empezado en Roma, adonde lo llevó San Pedro. En el siglo III, San Lorenzo —diácono del papa San Sixto II— lo envió a Huesca, su tierra natal, para protegerlo de la persecución del cristianismo decretada por el emperador Valeriano, según la tradición cristiana aragonesa y valenciana. La reliquia, que emplearon los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI para celebrar misa, pasó por distintos enclaves pirenaicos, el monasterio de San Juan de la Peña y Barcelona, hasta que en el siglo XV el rey Alfonso El Magnánimo la entregó a la catedral de Valencia. No fue un regalo, sino el aval por un cuantioso préstamo que el monarca pidió para sus campañas en Nápoles y que no llegó a devolver, según un estudio de Vicente Pons Alós, canónigo archivero bibliotecario.

El completo análisis que publicó en 2014 el arqueólogo de la Universitat de València Ferran Arasa databa la copa primitiva entre los siglos I antes de Cristo y III después de Cristo. Pero es “imposible saber si el cáliz de Valencia, o cualquier otro, es el auténtico”, afirmó. “No tenemos información sobre cómo era la copa utilizada por Jesús en la última cena, ni sobre el material en que estaba hecha: piedra, metal, vidrio, cerámica... Ni sobre su forma: cáliz, bol, etcétera. También es muy improbable que haya perdurado después de tantos siglos y a lo largo de épocas de gran inestabilidad. Desde el punto de vista de la investigación es un hecho indemostrable y por tanto queda fuera del campo de la ciencia”, afirmó sobre una reliquia que ha originado una Ruta del Grial promovida por la Generalitat valenciana y genera muchos intereses a su alrededor.

Capilla del Santo Cáliz de la catedral de Valencia.


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