Borja Catanesi: la gira interminable del ‘mejor músico callejero del mundo’

El músico valenciano ha recorrido 30 países tocando la guitarra y difundiendo sus conciertos a través de las redes

Borja Catanesi, en valencia, la pasada semana.Mònica Torres

Hace ahora una década, Borja Catanesi (27 años) y su amigo Mikel Ribes encontraron un enchufe. La toma de 220 voltios estaba en un rincón de paso en la estación de Bailén de Metrovalencia. “Hasta entonces, habíamos salido alguna vez a tocar, pero ese enchufe lo cambió todo. La gente nos podía oír como queríamos, con amplificador”. Este guitarrista valenciano, sobrino de un músico de quien coleccionaba historias de bolsillos pesados de monedas y vida bohemia actuando por terrazas de la costa, ha sido reconocido en dos ocasiones como ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Hace ahora una década, Borja Catanesi (27 años) y su amigo Mikel Ribes encontraron un enchufe. La toma de 220 voltios estaba en un rincón de paso en la estación de Bailén de Metrovalencia. “Hasta entonces, habíamos salido alguna vez a tocar, pero ese enchufe lo cambió todo. La gente nos podía oír como queríamos, con amplificador”. Este guitarrista valenciano, sobrino de un músico de quien coleccionaba historias de bolsillos pesados de monedas y vida bohemia actuando por terrazas de la costa, ha sido reconocido en dos ocasiones como “el mejor músico callejero del mundo”. La primera, en 2015 y en Nueva Zelanda, le abrió los ojos al arte callejero: “Con 16 años ya estaba encerrado en locales de ensayo, había actuado en El Loco, Matisse, en el Rototom, había visitado el Fringe de Edimburgo, pero no era consciente de que podía vivir de tocar en la calle”. Allí conocía a músicos que llevaban años girando, actuando en cualquier parte del mundo y haciendo feliz a gente con la que ni siquiera podían hablar”. La segunda en un festival de Roma en 2000.

Catanesi ha actuado en 30 países, incluidos Bahrein, Noruega o India, donde se subió a una plataforma en la plaza Connaught y tocó durante horas ante cientos de personas: “a los indios les llama mucho la atención cualquier occidental, así que mientras abría la funda de la guitarra ya empezaron a arremolinarse. Cuando paré no sé decir cuánta gente había, era un concierto multitudinario y me pasé un buen rato haciéndome selfis”. Tras unos últimos meses girando por México, Corea del Sur y Vietnam, estos días visita Valencia por motivos familiares y concede esta entrevista a EL PAÍS. Lo hace con una sensación agridulce porque está lejos de ser profeta en su tierra. “Diría que es la ciudad del mundo donde más inseguro me siento para actuar. Es el único sitio donde los agentes me dicen, ¿otra vez tú?”. El busker, término con el que se denomina a estos músicos callejeros internacionalmente, reside desde hace años en Países Bajos y apenas visita su ciudad una o dos veces al año. “La última vez ni me traje el equipo, pero me hizo sentir mal porque le debo mucho a los músicos y a la música de aquí”.

Más allá del enchufe de la estación de Bailén, Catanesi atravesó la experiencia musical de Valencia a través de maestros de la guitarra en la ciudad, como Aristides Abreu, de Seguridad Social, o el referente local de este instrumento en el jazz, Iván Cebrián. Antes de lo de Nueva Zelanda, un fin de semana me fui con mi pareja de entonces a Barcelona. Tocando en la calle nos pagamos la aventurilla. Entonces doblamos la apuesto y pasamos unos días por Asturias, Cantabria y el País Vasco. Repetí el plan en Francia, Bélgica y Países Bajos y, entonces sí, me di cuenta de que en Europa se miraba al músico callejero de una forma totalmente diferente. Suena duro, pero la sensación aquí, a veces, no está muy lejos de la condescendencia, mientras que en Europa el ambiente es prácticamente el de un concierto”. El músico valenciano asegura que Reino Unido, Alemania, Austria y algunas ciudades italianas como Bolonia o Roma, son los lugares más fructíferos para una vida sin planes a largo plazo. “La peor sensación para mí es ver un calendario planificado hasta final de año”. No obstante, sí hay algunos festivales donde su participación es recurrente, como los de las ciudades de Brunswik, Ludwisgsburg o Ferrara.

Catanesi improvisa todo el tiempo, pasando la mayor parte del año en una furgoneta que acaba de remodelar. Junto a él y a su Fender Stratocaster viaja una PA, siglas en inglés del clásico sistema de altavoces que, curiosamente, esconden las palabras “Public Adress”. Esa vocación pública y vital “no habría sucedido sin las redes”. Si el bar y la plaza se han trasladado a Instagram o TikTok, allí actúa el músico valenciano cuyos videos se vuelven virales con asiduidad. “Cuando viajo solo es habitual que le pida a alguien que me grabe. Esos videos me permiten estar conectado y hacer disfrutar a gente en países que todavía no he visitado”. Los dos lugares en los que más piensa este busker son África, “el único continente donde no he actuado todavía”, y Estados Unidos, “donde más seguidores tengo y, quizá, mayor cantidad de músicos callejeros hay pese a que sus ciudades, sin espacios públicos definidos, no permiten un recorrido muy sencillo”. La próxima semana ha quedado con unos cuantos de esos amigos que la vida de músico errante le ha granjeado. Será en Chamonix, en Francia. Luego, “quién sabe”. En tiempos de entradas a 200€ en estados con capacidad para decenas de miles de personas, artistas como el valenciano nos hacen recordar el rol del arte y el poder de la música al margen del sistema.

Sobre la firma

Más información

Archivado En