Mil bicis para vidas que no van sobre ruedas
La iniciativa ‘Bicis per a totes’ lleva ocho años recuperando y arreglando bicicletas para entregarlas a personas desfavorecidas
Ayoub es un joven marroquí de 22 años que llegó a España en un arriesgado viaje que empezó cruzando el Estrecho de Gibraltar en moto de agua y que continuó en los bajos de un autobús hasta Valencia. Casi cinco años después, tras su paso por varios centros de menores y otros de formación, trabaja en una empresa de instalaciones eléctricas y es voluntario de Protección Civil. Su camino no ha sido fácil y le ha ayudado a recorrerlo una bicicleta. Ahora se la podría permitir, pero le llegó cuando su situa...
Ayoub es un joven marroquí de 22 años que llegó a España en un arriesgado viaje que empezó cruzando el Estrecho de Gibraltar en moto de agua y que continuó en los bajos de un autobús hasta Valencia. Casi cinco años después, tras su paso por varios centros de menores y otros de formación, trabaja en una empresa de instalaciones eléctricas y es voluntario de Protección Civil. Su camino no ha sido fácil y le ha ayudado a recorrerlo una bicicleta. Ahora se la podría permitir, pero le llegó cuando su situación era mucho más precaria y lo hizo gracias al proyecto Bicis per a totes [Bicis para todos], que desde hace ocho años recupera estos vehículos de dos ruedas y los dona a personas que los necesitan. “Antes tenía que ir a trabajar andando, eran unos cuatro kilómetros de ida y otros de vuelta”, recuerda Ayoub, que cuenta que es también su medio de transporte para su vida social.
Este sábado el programa que iniciaron el Col.lectiu Soterranya, la asociación ecologista AMA y los servicios sociales de la orden Sant Joan De Déu está de celebración. Voluntarios, amigos y receptores, volverán al parque de Torrent donde quedaron para hacer entrega de su primera bicicleta recuperada y lo harán con un lote de cinco con el que superarán el millar.
“Damos bicis a muchos tipos de personas pero una de las cosas que más me impresiona son las mujeres que han sido víctimas de violencia de género. Una bicicleta es muchas cosas, también una herramienta de transformación social y una manera de sociabilizarse. Hace poco vi a una mujer con una de nuestras bicis y no la reconocí, aunque sólo habían pasado unos meses desde que se la habíamos dado, tras una petición de una asociación de mujeres maltratadas. Era una persona totalmente diferente. Me contó que le había ayudado a abrirse, a conocer gente y a sociabilizarse”, explica Toni Velarde, uno de los impulsores del proyecto
“Otra de las historias que más me gusta es la de un chaval que se dedica a hacer ‘chapuzas’ por toda la comarca. Antes iba con una mochila con todas las herramientas corriendo de un pueblo a otro. Le gusta correr pero es que no podía pagarse el transporte. Un amigo me lo contó, le dimos una y ahora se desplaza con ella”, cuenta.
Todo empezó con una salida al campo en la que voluntarios de ‘militancia cruzada’ de estas asociaciones se encontraron una bicicleta abandonada dentro del río Palancia, a la altura de Jérica (Castellón). La sacaron, la arreglaron y decidieron dársela a alguien que la necesitara. A partir de esa primera, les empezaron a llegar otras bicicletas a las que dieron salida inicialmente a través de Cruz Roja y de la asociación València acull. Lo cuenta Txema Hernández, otra de las personas clave de un proyecto que ahora recupera más de 100 vehículos por curso y que tiene una lista de espera de más de un año.
“Hay entidades sociales que nos envían peticiones y gente que contacta con nosotros por correos o redes sociales. Preguntamos el perfil, la problemática y la necesidad que tienen porque no se trata de dar bicis gratis para cualquiera”, explica Hernández, que ejerce también de mecánico.
Los reconocimientos y el boca a boca hacen que cada vez reciban más bicis. “Nos llegan de gente que se las encuentra en la basura o que nos las cede porque no les hacen papel y las tienen olvidadas, pero también nos llaman de ecoparques, de policías locales cercanas o de sistemas de bicis públicos de algunas ciudades cuando las retiran”, explica. “Las que no se pueden recuperar las desguazamos para piezas. Aquí sólo se compran cables de freno y algunas cámaras y cubiertas”, explica.
El entorno cuenta
Por el taller han pasado casi 50 mecánicos voluntarios en este tiempo. “Hay unos que saben y otros a los que les hemos enseñado”, apunta. Los más veteranos tiene su propia llave. “Aquí hay duendes. Te vas un día y cuando vuelves te encuentras que alguien ha arreglado dos bicis más y no sabes quién ha sido”, cuenta encantado Velarde.
Ambos lo hacen en un local lleno a rebosar de bicicletas pendientes de una puesta a punto para una nueva vida. Se lo cedió el Ayuntamiento de Torrent porque nadie lo quería por su ubicación. Está en el Xenillet, un barrio con un elevado índice de pobreza y fama de conflictivo. Es uno de los escenarios de un enconado enfrentamiento entre dos clanes, los Bocanegra y los Marco, que ha incluido varias disputas a tiros y que ha dejado ya varios muertos.
“Al principio fue muy duro, no estábamos preparados para esta historia, pero venir aquí ha sido una oportunidad porque nos ha abierto puertas a cosas que no esperábamos. Costó que los vecinos entendieran que no lo hacíamos ni por dinero ni por Dios sino porque creíamos en las personas. Éramos los raritos, pero hemos caído bien y estamos muy integrados”, aseguran entre risas.
De hecho, a raíz de su presencia en este entorno, además de entregar varias de sus bicicletas, han puesto en marcha también otro proyecto con menores desfavorecidos y sus familias. “No tenía sentido querer cambiar el mundo de puertas hacia fuera del barrio y no hacer nada aquí”, sentencia.