Alerta ante el centenar de muertes por ahogamiento

Los expertos reclaman atención a la ciudadanía, más medios y normas ante el aumento de casos este año en España

Ramsés Martí, en las piscinas de Malilla, de Valencia, el 10 de junio.KIKE TABERNER (EL PAÍS)
Valencia -

Siete personas murieron ahogadas en España el pasado fin de semana y no es una tragedia aislada. El recuento de los primeros 12 días de junio ascendió a 19 fallecidos y elevó el contador de 2022 que registra la Federación de Salvamento y Socorrismo a 102 muertos frente a los 66 de 2021 en ese mismo periodo. El año puede superar los 350 ahogamientos de 2022.

”Los medios siempre van a ser limitados. Hemos de conseguir que la gente sea consciente de los peligros. Hay que informar sin alarmar”, apunta el experto en segu...

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Siete personas murieron ahogadas en España el pasado fin de semana y no es una tragedia aislada. El recuento de los primeros 12 días de junio ascendió a 19 fallecidos y elevó el contador de 2022 que registra la Federación de Salvamento y Socorrismo a 102 muertos frente a los 66 de 2021 en ese mismo periodo. El año puede superar los 350 ahogamientos de 2022.

”Los medios siempre van a ser limitados. Hemos de conseguir que la gente sea consciente de los peligros. Hay que informar sin alarmar”, apunta el experto en seguridad acuática Ramsés Martí, tras impartir un curso en Valencia. Las administraciones, subraya, tienen el deber de proteger y de informar pero la ciudadanía debe escuchar y aprender. “Es imposible proteger a una sociedad que no es consciente de los riesgos a los que está sometida y que no es corresponsable de su propia seguridad. Drones, inteligencia artificial, perros… todo puede ayudar, pero nunca conseguiremos reducir el fenómeno si no vinculamos a la población. Preparemos a los menores y eduquemos a los adultos”, reclama.

Coincide en la receta, Francisco Cano, director de prevención y seguridad de la Federación Española de Salvamento y Socorrismo. “Es fundamental que llegue a la sociedad información de la manera más clara. Mucha gente no sabe qué significa el color de las banderas, qué son las corrientes de retorno o no interpreta los carteles de identificación de zonas de peligro. Hacen falta campañas de información e incluir en el currículo escolar la prevención y la seguridad y no solo en el mundo acuático. Más allá de multas”, recalca.

Cuando Èric Nievas, delegado de CGT de Socorristas de Barcelona, ve a determinados bañistas en el agua se inquieta. “Mucha gente nada en el agua en vertical, haciendo mucha fuerza con los brazos para sostenerse a flote, cuando lo que deben hacer es desplazarse en horizontal para ser eficiente y no cansarse”, explica. “En España la gente sabe flotar, pero no nadar”, concreta. La falta de formación, unida a otros factores, condiciona parte de los crecientes ahogamientos en las costas españolas, informa Bernat Coll.

No parece sencillo conocer con exactitud el nivel medio en natación de la población española. Y ello, entiende Frederic Tortosa, presidente de la federación catalana de salvamento y socorrismo, limita las políticas públicas de salvamento. “En las escuelas se marcan objetivos por curso y materia”, compara, “pero como la natación no forma parte del currículum no sabemos qué nivel tienen los jóvenes. Pero el nivel es menor del que debería ser”, insiste. Tortosa pone un ejemplo: si hubiera una edad en el que se garantiza que los jóvenes son capaces de nadar 200 metros seguidos, dice, entonces se limitaría parte de la mortalidad en el agua. El conocimiento del medio acuático y la capacidad para reaccionar a las emergencias también son factores que influyen en los ahogamientos, indica Tortosa.

Aprender a nadar

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Si la natación no se enseña en las escuelas, ¿dónde se aprende a nadar? “Ahora depende mucho de la implicación de las familias y de la predisposición de los centros”, responde Fernando Sánchez, presidente de la Federación Andaluza de Salvamento y Socorrismo. Muchos colegios ofrecen cursos organizados por las asociaciones de madres y padres, aunque no tienen peso académico y no son obligatorios. “Esto puede generar un sesgo socioeconómico en el acceso al aprendizaje”, alerta Victòria Morín Fraile, investigadora de educación y promoción de la salud en la Universitat de Barcelona. Hay centros que sí incluyen la natación en el horario lectivo, aunque otros no ofrecen ninguna posibilidad de sumar horas de agua.

Morín señala los hábitos de las poblaciones de los Pirineos, donde las escuelas enseñan generalmente a esquiar por su proximidad con las pistas, algo que no ocurre mayoritariamente en los colegios costeros. “Ir al agua es recomendable para hacer actividad física y para la salud”, apunta.

“Hay que aprender a actuar en caso de accidente. Hay que alertar cuanto antes a Emergencias porque tienen su tiempo de reacción, hay que sacar al accidentado del agua y hacerle maniobras de soporte vital básico. Es muy importante que la gente sepa cómo ayudar”, resalta Martí. En esa parcela, los colegios pueden hacer un gran papel: “A niños de cinco años ya se les puede enseñar a qué numero han de llamar si se encuentran en peligro. ‘Tienes una boca, una nariz y dos ojos así que marcas el 1-1-2′ les dices. Un niño de 12 años a nivel físico y de madurez es capaz de hacer una compresión torácica a una persona que esté inconsciente y que pensamos que no respira”, afirma.

Carencias

Pero todo eso no cambia las obligaciones y carencias de la Administración. “Notamos cierta apatía cuando no inacción por parte de las administraciones. Hay que informar a la sociedad y también poner medios. Es imposible poner socorristas en todos los puntos pero debe haber una mejor dotación”, subraya Cano.

Con los datos del informe de su federación del mes de mayo, critica también la tardanza en desplegar los dispositivos de seguridad. “Vendemos turismo y clima todo el año pero no hay servicios. Hay administraciones para las que la campaña de verano empieza en junio y en mayo hubo ya 30 muertos. Uno por día”, denuncia.

Tanto él como Martí reclaman también un mínimo común en las playas. “No hay una normativa estatal que marque cómo se debe vigilar una playa. Solo Canarias y Baleares intentan poner un poco de orden, pero playas con las mismas condiciones pueden estar vigiladas de manera diferente. Ni siquiera los socorristas irán vestidos igual”, ejemplifica Martí.

Algo parecido pasa en la formación. “Las exigencias son totalmente diferentes para los socorristas entre unas comunidades autónomas y otras. Eso genera un movimiento de socorristas hacia donde es más fácil obtener el título y que haya otras que tengan dificultades para encontrar candidatos”, advierte Cano.

Los ahogamientos también tienen género en este caso fundamentalmente el masculino. “Desde siempre, y llevo 25 años dedicándome a esto, los hombres se ahogan dos veces más que las mujeres”, confirma Martí, que admite que puede que exista una “peor” conciencia del riesgo en ellos pero faltan estudios sobre el tema. Apunta también otra posible causa: “Mi percepción es que tenemos a más niñas apuntadas a clase de natación”. La tendencia en esta estadística no hace más que crecer este año. Hasta mayo, los muertos varones fueron un 83% del total y de los siete ahogados del pasado fin de semana seis eran hombres.

Consejos básicos para evitar el drama infantil

De las 30 muertes por ahogamiento en mayo hay cuatro, las de menores de seis años, que se podrían haber evitado. “El ahogamiento infantil no puede ser asumido como inevitable porque podría ser cero”, remarca Ramsés Martí. La razón es sencilla: “Depende exclusivamente de la supervisión de los adultos”, remarca.
La primera medida para evitarlo es evitar el acceso al agua. Las piscinas deberían tener un control aunque sean privadas. “Hoy cualquiera puede ir a un centro de bricolaje y montarse una piscina de un tamaño importante en su casa. Lo que hay que hacer es controlar el acceso”, apunta. Eso puede ser una simple valla, algo que en Francia, por ejemplo, es obligatorio.
La segunda gran medida “es el aprendizaje de habilidades de natación” pero no solo respecto a “flotar y desplazarse”, también como una destreza de supervivencia. Además, advierte de que “una persona mayor o con problemas de movilidad puede que no tenga tiempo para ayudar en esos 20 segundos en los que se puede ahogar un menor”.
“Yo a los padres les propongo una tarjeta, una cartulina. Quien la lleva es el que vigila y durante 20 minutos, Esa persona no puede estar mirando el WhatsApp o distraído”, añade. 
No se deben dejar juguetes en las piscinas porque atraen a los más pequeños y los flotadores son elementos lúdicos y puntualmente de aprendizaje pero no de seguridad. Hay que acabar con el “es que llevaba los manguitos”.

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