Las 31 peticiones sin respuesta de Miquel Raïch al Parlament de Cataluña: “¿No interesan nuestras demandas?”
El ciudadano que más propuestas ha registrado en la Cámara lamenta que la Comisión de Peticiones apenas haya celebrado con normalidad tres sesiones en dos años
Miquel Raïch (Sant Joan Despí, Barcelona, 38 años) considera que las escuelas deberían enseñar primeros auxilios, que el transporte público debería ser más silencioso, que el catalán tiene que promocionarse en los entornos digitales y que Cataluña requiere de una ley de transparencia algorítmica. De todo ello, y mucho más, pretende que se debata en la Comisión de Peticiones del Parlament de Cataluña, donde una de cada cuatro propuestas ciudadanas registradas desde 2022 lleva su firma. En los últimos tres años ha presentado 31 propuestas, más que nadie, pero sigue sin respuestas porque el órgano que despacha las peticiones ciudadanas apenas ha celebrado con normalidad tres sesiones en dos años. “Si los diputados pueden vivir tranquilos sabiendo que hay peticiones acumuladas desde hace años, será que esta Comisión no les interesa”, lamenta Raïch, matemático de formación.
La primera demanda de Raïch al Parlament data de 2014. Pedía una mayor protección medioambiental y admite que aquel primer paso llegó casi por curiosidad. “Lo hice como un experimento para saber hasta dónde podía llegar”. La Comisión, entonces presidida por Dolors Montserrat (PP) trató la cuestión y la derivó a los grupos parlamentarios, pero la cosa no fue a más. A partir de entonces, empezó compartir nuevas propuestas: incluir un permiso laboral para realizar trámites administrativos o impulsar la Agencia Espacial de Cataluña, entre otras. “A veces me inspiro con el Chat GPT y consulto qué ámbitos podrían mejorar desde Cataluña”, explica.
Su interés por la política, recuerda, empezó a construirse en 2006, en plena campaña electoral en Cataluña, durante las sobremesas familiares. “Fueron las elecciones de Mas y Montilla”. Aquel mismo año, el Parlament creó la Comisión de Peticiones para, precisamente, conectar a los políticos con el día a día de la calle. Los ciudadanos lanzan una petición a este órgano para que, después de debatirse, se derive a otra comisión, a los grupos políticos o al Govern, entre otras vías.
El problema es que el conducto no resulta actualmente efectivo. El choque constante entre la única presidenta de Vox (Mónica Lora) en comisión parlamentaria y el resto de formaciones embarró el curso 24-25 (solo se trataron cinco casos en la única sesión desarrollada con normalidad); y la Comisión, entonces presidida por Lorena Roldán (PP), analizó 12 propuestas en las dos únicas convocatorias del curso 23-24. Actualmente hay al menos 110 peticiones ciudadanas, según el registro del Parlament, que esperan ser despachadas.
Sin salida para sus demandas en la Comisión, Raïch pide mejoras para que los ciudadanos participen más activamente de la política parlamentaria. Sabe que existen mecanismos para modificar el marco legislativo, como las Iniciativas Legislativas Populares (ILP), pero siente que el sistema no está preparado para que se pueda impulsar una idea a título individual. “Solo las entidades y las grandes asociaciones tienen el músculo suficiente para presentar las 50.000 firmas requeridas para presentar una ILP”, compara. “Los ciudadanos podemos tener propuestas que quizás pueden ser útiles, pero es difícil encontrar mecanismos institucionales para darles viabilidad”, comparte contrariado.
Para Raïch, la falta de respuestas institucionales que ejemplifica el bloqueo de la Comisión es uno de los motivos de la actual desconfianza hacia la política. “La política parece vaya a su rollo y eso genera desafección y una menor confianza. Parece que los partidos practican el surf: surfean las quejas para sobrepasar la ola y luego siguen tan tranquilos”.
Y sin resolución de los grandes debates sociales, el contexto político vira cada vez más hacia la extrema derecha. “Los ciudadanos tenemos necesidades que requieren medidas a medio y largo plazo. El problema es que algunos partidos prometen soluciones a corto plazo, incluso si el precio es acercarse a posiciones xenófobas”, considera.
La decepción de Raïch con la política no es nueva. Activista por la Assemblea (ANC) durante un periodo del procés, la deriva del proceso independentismo le dejó un sabor amargo. “Nuestros representantes no se plantearon de verdad ir hasta el fondo”, analiza. Y cuando se le plantea si Puigdemont y Junqueras son los líderes adecuados para el independentismo, responde con otra pregunta: “¿Por qué siempre preguntáis lo mismo?“.
A pesar de todo, este programador informático no tira la toalla y sigue recetando implicación colectiva para reducir el grosor de las paredes del Parlament. “Los ciudadanos no podemos vivir desconectados de la política”, reclama. “Todo lo que se aprueba en el parlamento nos afecta. Si cuando llegan las elecciones, has estado cuatro años sin seguir la actualidad política, ¿qué criterio tendrás para votar?“, plantea.