Vienen tiempos oscuros
Los gobiernos progresistas de Pedro Sánchez y Salvador Illa nos pueden dar una falsa sensación de seguridad, porque las sociedades que gobiernan no son tan diferentes de la norteamericana, la italiana o la holandesa
Por medio de un referéndum, el pasado 20 de octubre los habitantes de la pequeña localidad de Olost decidieron separarse del Lluçanès, apenas un año y medio después de la creación de la comarca, que ya nació coja porque de entrada solo se enrolaron en ella ocho de los 13 municipios previstos. La aplicación del “derecho a decidir” en el Lluçanès tiene una dimensión politológica apasionante, pero con dos temas tan formidables encima de la mesa como son los efectos de la dana en la Comunidad Valenciana y la histórica victoria de Trump en las presidenciales estadounidenses puede resultar frívolo d...
Por medio de un referéndum, el pasado 20 de octubre los habitantes de la pequeña localidad de Olost decidieron separarse del Lluçanès, apenas un año y medio después de la creación de la comarca, que ya nació coja porque de entrada solo se enrolaron en ella ocho de los 13 municipios previstos. La aplicación del “derecho a decidir” en el Lluçanès tiene una dimensión politológica apasionante, pero con dos temas tan formidables encima de la mesa como son los efectos de la dana en la Comunidad Valenciana y la histórica victoria de Trump en las presidenciales estadounidenses puede resultar frívolo dedicar mucha atención a algo que, en términos planetarios, es una estricta nimiedad.
A los catalanes, lo que pasó en Valencia y lo que ha pasado en Estados Unidos no les interpela menos que el fiasco de la 43ª comarca de Cataluña. Y la verdad es que no están a salvo ni de lo uno ni de lo otro.
Cualquier año de estos puede caer una dana sobre Cataluña como la que destrozó tantos hogares y segó tantas vidas en la Comunidad Valenciana. El episodio vivido la semana pasada en las comarcas del sur de Cataluña se resolvió airosamente gracias a las precauciones tomadas a su debido tiempo (y a la poca magnitud de la dana catalana), pero si un día viene la big one es mejor que nos coja confesados. De pronto, hemos descubierto que el 15% de las zonas urbanas y cerca de un 10% de la población de Cataluña se encuentran en zonas inundables. Utilizando la expresión de la portavoz del Gobierno catalán, Sílvia Paneque, habrá que “trasladar, eliminar o reducir” muchas actividades que a día de hoy no pueden protegerse de inundaciones como la vivida en Valencia.
La crisis –quizás el fin– de la democracia liberal como sistema deseable de gobierno también nos atañe a todos. La victoria de Trump no es ninguna sorpresa: el trumpismo europeo ya gobierna o participa en el gobierno de muchos países de la Unión Europea, entre los cuales se hallan dos de los seis países fundadores, que quizás serán cuatro en un futuro no muy lejano. En España y en Cataluña los gobiernos progresistas de Pedro Sánchez y de Salvador Illa nos pueden dar una falsa sensación de seguridad, porque la realidad es que tanto Sánchez como Illa gobiernan sociedades que no son tan diferentes de la norteamericana, la italiana o la holandesa: por ejemplo, aquí la desconfianza hacia la política también crece, el machismo también despunta entre los hombres jóvenes y el rechazo a la inmigración también se dispara. Y todo ello sin olvidar que las mayorías parlamentarias de Sánchez e Illa penden de un hilo: los siete diputados de Junts en el Congreso y los 20 de Esquerra en el Parlament. ¿Y qué tienen en común Junts y Esquerra? Pues que son partidos ante todo nacionalistas; cuando se les plantee el dilema decisivo entre defender el progreso y defender la nación, no está claro que escojan lo primero.