Espanyol y Sala Beckett, cacofonía

La obra ha indignado al RCDE Espanyol porque los personajes de la obra mencionan a un futbolista de ficción acusado y absuelto de violación que es jugador del club

La Sala Beckett, en una imagen de archivo.JUAN BARBOSA

El público que llenaba totalmente la sala Beckett donde, este miércoles, se representaba Cacophony parecía haber desalojado la polémica del fin de semana. No hubo nadie que se significara, a favor o en contra, porque en una escena se habla ...

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El público que llenaba totalmente la sala Beckett donde, este miércoles, se representaba Cacophony parecía haber desalojado la polémica del fin de semana. No hubo nadie que se significara, a favor o en contra, porque en una escena se habla de un jugador del Espanyol declarado inocente de una violación y hubo aplausos, más allá de la cortesía, para el muy buen trabajo de la gente de Cacophony. El montaje fue estrenado en la Beckett el 24 de enero, pero no ha sido hasta el pasado fin de semana que se desparramó la polémica. Que ayer ya no hubiera mossos en la puerta es otra señal de bienvenido enfriamiento.

La crítica comentó, elogiosamente, el estreno sin poner ningún énfasis, ni tan siquiera citar en muchos casos, que el desencadenante de la manifestación feminista que narra la obra -y no es el asunto central- resulta la absolución de un jugador de segunda. Del Espanyol, se precisa. Fue en las redes donde, al cabo de un tiempo, se calentó el asunto con notables niveles de infamia y amenazas hacia la Beckett. Es sintomático, como ha señalado Anna Serrano, directora de la pieza, que una obra que habla del odio de las redes reciba el odio de las redes. Al margen de las bravuconadas criminales de la red, otra cacofonía, la polémica se ha centrado en el comunicado del Espanyol y en la respuesta de la sala Beckett.

Es obvio que la Beckett tiene el derecho a sostener el montaje tal cual, a pesar del error que cobija. Y es igualmente obvio que el Espanyol tiene el derecho a manifestar su enfado, sobre todo si lo hace en un texto breve y elegante. “Desde el respeto absoluto a la libertad de creación y expresión” expone su disgusto y recalca que “siempre estaremos en contra de la violencia, las actitudes reprobables y que es necesario erradicar, como las que muestra la obra”.

La réplica de la Beckett es kilométrica, atribuye conductas que no ha tenido el Espanyol y se enfanga en teorías sobre el realismo y la ficción teatral para quitar hierro a la ya célebre mención de un inventado jugador perico. Negar que la ficción apele a la realidad es negar el propósito de Cacophony. Es una pena que el debate estentóreo en las redes sobre si una escena afecta o no a la reputación de una entidad ensombrezca a lo que de verdad aspira la obra.

La pieza original de Molly Taylor habla de la absolución de un jugador del Queen’s Park Rangers acusado de violación. No forma parte del núcleo argumental. Es, diríamos a la manera de Hitchcock, el macguffin. La elección de este equipo londinense de futbol tiene su fundamento. Hubo dos jugadores acusados realmente y es un equipo de segunda. Ser jugador de la segunda división permite a la autora especular por un brevísimo instante sobre si no pertenecer al olimpo del deporte ayudó al jurado a obviar sospechosamente el asunto.

Y en la adaptación catalana de la obra, se elige nombrar al Espanyol porque está en segunda. Lo primero a cuestionar es si era necesario en esta “ficción”, por usar el término que emplea la Beckett, emponzoñar a un equipo auténtico que, es cierto, está en segunda, pero no ha vivido ningún episodio de este tipo. La obra original cita un caso real. Aquí, se lo inventan. Que el equipo sea de segunda tiene una relevancia tan marginal en la obra que no habría sido ninguna grave infidelidad mencionar en la adaptación a un equipo de primera. Sigo pensando que no es necesario. Y habría sido imprudente citar al Barça porque, hasta hoy, el asunto de su exjugador estaba sub iudice. Por otra parte, la dimensión del Queen’s Park Rangers no tiene nada que ver con la del Espanyol. El club londinense, que tuvo a Alejandro Agag entre sus accionistas, está valorado, leo, en unos 70 millones de euros, mientras que el Espanyol tiene un valor de mercado, leo, de 256 millones. Aunque este año no es la mejor temporada para decirlo, es menos de segunda que el club londinense. Pero es evidente que la pequeñez penaliza a la hora de discutir una decisión del VAR o de aparecer como el malo de la peli. Cuando el Espanyol iba a celebrar su centenario, un sabio perico les propuso como acto cultural celebrar un congreso sobre qué suponía ser minoría en Cataluña. ¿Está penalizado? No se atrevieron a convocarlo. Una lástima.

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