Frente común para evitar la desaparición del turón en Cataluña

Los expertos sospechan que los raticidas usados en las granjas son una de las causas por las que sólo quedan decenas de ejemplares en Girona

Una imagen de un turón, especie en extinción en Cataluña.imageBROKER/Stefan Huwiler (Getty Images/imageBROKER RF)

Los expertos sospechan que los rodenticidas —sustancias para exterminar roedores— usados por ley desde hace tres décadas son una de las causas que están provocando la desaparición del turón europeo (Mustela putorius) en Cataluña. Los científicos atribuyen su desaparición a un cúmulo de factores como la falta de alimento y de un hábitat adecuado, a la presencia de especies invasoras como el visón americano y a los atropellos pero este año intentarán confirmar el daño causado por estos productos químicos. Con los resultados en la mano, intentarán revertir éste esta situación para evitar l...

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Los expertos sospechan que los rodenticidas —sustancias para exterminar roedores— usados por ley desde hace tres décadas son una de las causas que están provocando la desaparición del turón europeo (Mustela putorius) en Cataluña. Los científicos atribuyen su desaparición a un cúmulo de factores como la falta de alimento y de un hábitat adecuado, a la presencia de especies invasoras como el visón americano y a los atropellos pero este año intentarán confirmar el daño causado por estos productos químicos. Con los resultados en la mano, intentarán revertir éste esta situación para evitar la extinción del turón

El plan de los expertos es proponer las granjas y a los Ayuntamientos que usen los rodenticidas de nueva generación que hay en el mercado, más caros pero no letales para el turón. Su objetivo es estudiar su genoma y liberar animales para reforzar las poblaciones. Todo en pro de su supervivencia. “Es un puzle en el que todo debe cuadrar”, dice el responsable de proyectos de conservación de la Generalitat, Jordi Ruiz.

El turón europeo es el mamífero carnívoro más amenazado de Cataluña —excluyendo especies de reaparición reciente como el oso y el lobo—, protegido desde 1992 y clasificado “en peligro de extinción” desde 2022. Quedan solo decenas de ejemplares autóctonos, en l’Empordà y en bosques del Pirineo Oriental. Tras más de un lustro de estudio en el que el científico de la UdG, Salvador Salvador, constató su “situación crítica”, en 2019 se inició el TuroCat, un proyecto que aúna técnicos de la UdG, de Acción Climática, del Zoo de Barcelona y de la Fundación Trenca que busca analizar y revertir las causas que están acabando con la especie. Desde mejora de hábitats y conectividad entre los núcleos de turones, a disminución de atropellos pasando por la, erradicación de especies invasoras, reproducción en cautividad y liberación de ejemplares.

Uno de los últimos descubrimientos ha sido averiguar mediante las necropsias que los ejemplares tenían rodenticidas en su cuerpo, algunos en niveles letales. En 1994 la administración obligó a las explotaciones agrarias a hacer campañas de desratización. El 99% usó el producto existente, que provoca hemorragias internas. Ahora sospechan que, además del turón, ha matado a la comadreja o el búho real. “En 30 años pueden haber afectado gravemente a estas especies”, dice el científico. La UE reconoció hace años que estos productos causaban graves problemas, pero accedió a una moratoria por falta de productos alternativos. Ahora ya existen en el mercado.

Salvador dice que, otra de las amenazas radica en la desaparición de los paisajes agrícolas tradicionales y óptimos para el turón donde actúa como aliado de los agricultores controlando de forma natural las plagas de roedores y conejos. Los monocultivos, con márgenes limpios sin vegetación provoca, avisa Salvador, que la especie no encuentre refugio y que no vivan allí anfibios, ratas, o conejos, todos en la dieta del turón.

Y el porcentaje de turones atropellados es demasiado alto para los pocos que hay, avisa Salvador. “Son tan escasos que de un año a otro pueden desaparecer”. Entre 2007 y 2010 se dejaron de ver y se barajó su extinción; entre 2010 y 2019 murieron entre 4 y 8 por año y en 2022 ninguno. Ruiz apunta que es necesaria una inyección de individuos foráneos “o no habrá autóctonos que salvar”. Sito Alarcón, director del Zoo de Barcelona, afirma que se ha iniciado un estudio genético porque para liberar nuevos ejemplares debe saberse “el grado de diversidad”. “Los liberados deben tener buena calidad genética, no emparentados, si se pierde diversidad surgen problemas de salud”, afirma. Ruiz considera que lo efectivo es que al declararse la especie en peligro de extinción “permite dedicar más esfuerzos a la especie”. Ahora se han empezado a criar en l’Alta Ribagorça y el Pallars Sobirà para liberarlos en puntos estratégicos de hábitat idóneo con el objetivo de que se adapten y se revierta su situación”.

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