Así es como gana las elecciones un partido de tintes xenófobos en un pueblo sin inmigrantes
Una formación independentista catalana de ideología ultra gana su única alcaldía en un municipio rural de Tarragona
Los 300 vecinos de La Masó, en Tarragona, se tomaron bastante en serio la cita con las urnas del pasado domingo. Votó un 75,3% del censo, casi veinte puntos por encima de la media de Cataluña. “Había ganas de cambio”, coinciden en destacar la media docena de clientes del único bar que está abierto un martes por la mañana. El afán por echar de la alcaldía al veterano Pep Solé, 80 años, candidato a la reel...
Los 300 vecinos de La Masó, en Tarragona, se tomaron bastante en serio la cita con las urnas del pasado domingo. Votó un 75,3% del censo, casi veinte puntos por encima de la media de Cataluña. “Había ganas de cambio”, coinciden en destacar la media docena de clientes del único bar que está abierto un martes por la mañana. El afán por echar de la alcaldía al veterano Pep Solé, 80 años, candidato a la reelección encabezando una lista de Junts per Catalunya, propició la victoria de la lista del Front Nacional (FNC), una formación asociada al ideario de ultraderecha. En La Masó no hay empadronada ni una persona migrante. “Lo de ser de derechas es relativo”, argumenta Albert Camps, el alcaldable del Front. “Somos gente normal, pero hablamos alto y claro”, sintetiza. Tiene 22 años y se ha asegurado poder gobernar los próximos cuatro años.
Albert Camps es maestro de primaria y revela que siempre tuvo interés por la política. Ello no le impidió afiliarse, hace dos años, a una formación parida con voluntad de condicionar las ayudas públicas al “arraigo” de los recién llegados y exigir la deportación de “los inmigrantes delincuentes”. Las siglas FNC tienen una fuerte carga histórica en la política catalana, enraizadas con la plataforma creada en 1940 en París por exiliados catalanes, pero han sido usadas para refundar una ideología ultra que pregona un argumentario independentista de corte radical y contrario a la inmigración. La carta fundacional del FNC tiene un marcado carácter identitario y tintes xenófobos: “Se tienen que destinar las ayudas y las subvenciones a las entidades, empresas y personas que se expresen en lengua catalana, priorizando las entidades de cultura tradicional”, pregona. Pese a que llama a respetar el laicismo del Estado, aboga por “reconocer de una manera inequívoca las raíces cristianas de la cultura catalana” y alude a no tolerar conductas que propician “una falsa paz multicultural”.
Camps formó parte el mandato pasado del equipo de gobierno de Junts, pero se hartó de Solé y de sus modales: “El hacía y deshacía a su antojo, cuando alguien le cuestionaba se levantaba del pleno y se marchaba dando un portazo”, asegura. Decidió presentarse bajo las siglas del FNC y ganó con un 54% de los votos. Confirma que en el pueblo “no hay empadronado ningún inmigrante” y señala que “un 99% de las propuestas presentadas en campaña eran de ámbito municipal”. Magdalena Banús vive en La Masó y dice opinar de política municipal con conocimiento de causa porque un hijo suyo fue alcalde hace unos años: “Hay que saber lo que es vivir en un pueblo pequeño, aquí se vota a la persona, no a un partido”, dice. “Albert es un chico preparado, un buen muchacho”, aporta una vecina que barre el portal de su casa, cerca del Ayuntamiento. En la misma calle vive Pep Solé, el candidato derrotado. Indica que no tiene muchas ganas de hablar del resultado electoral, pero se le escapa un análisis rotundo: “Hay que ser bobo para no saber lo que se vota”.
Juan Luis Venteo figura en la lista del FNC, “como independiente”, matiza, y ha salido elegido concejal. “Estamos en esto para trabajar por el pueblo. Nunca me hubiera presentado por este partido en unas elecciones catalanas”, sostiene. “Han actuado con secretismo, porque no pusieron ni un cartel electoral y mucha gente creía que esta era una lista de independientes”, denuncia Joan Manel Guasch, un vecino que toma café en el bar junto al nuevo concejal Venteo. “Han hecho una jugada política brillante”, observa, a modo de reproche. “Soy independentista, pero hay ideologías que no las tolero”, añade.
Esther Guri también forma parte de la lista del FNC. Regenta un restaurante en el pueblo y mantiene que la acción política durante los próximos cuatro años estará marcada por el sentido común. “No vamos a hacer cosas raras”, indica, e insiste en que la totalidad del equipo de gobierno, menos el nuevo alcalde, es independiente. “No me afiliaría a ese partido, como tampoco me afiliaría nunca al PSC”, dice. Cuando se le pregunta si, sin militar, comparte alguna de las ideas que predica el FNC, se explaya: “Estoy harta de trabajar como una mula para mantener a algunos que no pegan un palo al agua porque no les da la gana”.
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