El Parlament, familia desestructurada

Parece irreversible el desencuentro de los viejos compañeros del procés pero eso no significa que esté naciendo un nuevo amor tripartito en el lado izquierdo del abanico

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, interviene en el Parlament de Cataluña.Toni Albir (EFE)

Que el Parlament de Catalunya es una familia desestructurada hace tiempo que se sabe. En cada momento, esta fractura adopta una forma u otra. Y tras el acuerdo de Presupuestos, podemos detectar dos dinámicas muy evidentes. Por un lado, parece irreversible el desencuent...

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Que el Parlament de Catalunya es una familia desestructurada hace tiempo que se sabe. En cada momento, esta fractura adopta una forma u otra. Y tras el acuerdo de Presupuestos, podemos detectar dos dinámicas muy evidentes. Por un lado, parece irreversible el desencuentro de los viejos compañeros del procés —compañeros, que no amigos, pues siempre les lastró el recelo mutuo, que es uno de los elementos clave sin los cuales es imposible comprender lo que ocurrió en 2016-2017—. No queda ni rastro de complicidad, al contrario, el estallido ha sido tanto más estridente por cuanto proviene de la antigua alianza. Dudo que el tono de la diputada de la CUP Laia Estrada denunciando por enésima vez el proyecto Hard Rock hubiera sido distinto si el Govern lo presidiera Ramón Tamames en lugar de ser un Ejecutivo independentista de centroizquierda. Y la intervención de Albert Batet, jefe de filas de Junts, podrían envidiarla tanto Carlos Carrizosa (CS) como Alejandro Fernández (PP); el puigdemontista acusó a Pere Aragonès de faltar al respeto al Parlament gobernando por decreto y pidiendo aquiescencia a la oposición sin consultarle antes los textos. Esta acusación crispó al president hasta el punto de llevarlo a comparar la situación actual con la de los años del pujolismo, cuando las cómodas mayorías absolutas permitían al fundador de CiU gobernar prescindiendo, en general, del Parlament. Aragonès no dijo “pujolismo” explícitamente, pero se entendió con claridad a qué se refería, y no deja de ser un cambio de tono que Esquerra vuelva a equiparar a JxC con CiU y Jordi Pujol. El president no se quedó aquí, y pidió una vez más a los juntistas que presenten un plan alternativo para la independencia que no sean “las fantasías del señor Canadell”. Este diputado ultraliberal es uno de los tuiteros habituales del independentismo maximalista.

Pero que se haya roto la fraternidad independentista no significa, en contraposición, que esté naciendo un nuevo amor tripartito en el lado izquierdo del abanico. Y ésta es la segunda dinámica que condiciona la vida de la familia parlamentaria desestructurada. Socialistas y comunes están muy interesados en dejar claro que lo que sirvió para aprobar los Presupuestos no va más allá, que fue cosa de una noche. El decreto sobre la sequía ha sido la excusa perfecta para ambos grupos para dejar clara a ERC su soledad. Aragonés lo ha sacado adelante sólo gracias a las abstenciones de los demás, y ha tenido que aguantar un alud de críticas por las formas y algún contenido. El PSC, además, se ha ensañado con la última —de momento— reforma de los Mossos d’Esquadra. La proximidad de las elecciones también ayuda a explicar algunas de estas actitudes. Aragonés sigue pendiendo de un hilo, y el resto de grupos hacen malabares amenazantes con las tijeras.

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