La ‘Barcelone’ de Emmanuel Macron
El presidente francés admira a Picasso en el casco antiguo y se reúne con sus compatriotas en la parte alta mientras le persigue la reforma de las pensiones en Francia
En una ciudad como Barcelona, Emmanuel Macron se siente como un pez en el agua. A fin de cuentas, es el primer presidente de la República de la Generación Erasmus, y en Francia todo el mundo asocia el programa europeo de intercambio estudiantil con la película francesa L’auberge espagnole, un filme de 2002 que retrataba la vida de un grupo de jóvenes europeos en la capital catalana. Erasmus es Barcelona. Esta es su generación, su Europa, y por eso quizá no resultaba tan extraño que dedicase toda la tarde d...
En una ciudad como Barcelona, Emmanuel Macron se siente como un pez en el agua. A fin de cuentas, es el primer presidente de la República de la Generación Erasmus, y en Francia todo el mundo asocia el programa europeo de intercambio estudiantil con la película francesa L’auberge espagnole, un filme de 2002 que retrataba la vida de un grupo de jóvenes europeos en la capital catalana. Erasmus es Barcelona. Esta es su generación, su Europa, y por eso quizá no resultaba tan extraño que dedicase toda la tarde del jueves, una vez acabada la cumbre con Pedro Sánchez en Montjuïc, a visitar dos puntos de la ciudad alejados entre ellos, pero significativos para él.
Todo el día tuvieron Macron y su comitiva un ojo puesto en Francia, donde su Gobierno afrontaba la primera gran jornada de huelgas y manifestaciones desde la reelección del presidente, en mayo. Hubiera podido volver a París una vez concluida la cumbre, decir que tenía cosas importantes que hacer ahí. Él había previsto pasar el día en Barcelona sin que la agenda francesa perturbase la agenda internacional. Pero la agenda francesa le acabó atrapando (más detalles al final de esta crónica).
Macron fue del mar a la montaña, de los barrios medievales a la parte alta, de la cultura a los expatriados, los 50.000 franceses que viven en Barcelona, según estimaciones. Es la primera comunidad francesa de España. Primera etapa, el Museo Picasso. Visitó la exposición Daniel-Henry Kahnweiler: marchante y editor en compañía del presidente Pedro Sánchez y de la alcaldesa, Ada Colau, mientras ejercía de guía el director del museo, el francés Emmanuel Guigon.
“Estoy feliz de que, con mi amigo, el presidente Sánchez, hayamos podido rendir homenaje a esta fuente de inspiración, este destino español que cambió Francia y Europa, Pablo Picasso”, escribió Macron en el Libro de honor. Después, se reunió en el mismo museo, durante media hora, con Javier Cercas. En la conversación sobre Europa, la democracia y la guerra entre ambos que este jueves publicaba EL PAÍS, el presidente prometía al escritor que volverían a encontrarse, pero que sería para hablar de literatura. Así fue. “Hemos hablado de literatura”, contó Cercas después. Y enigmáticamente añadió: “Pero no solo de literatura”.
Segunda etapa: el casi centenario Lycée français, establecimiento escolar de la burguesía local, de los afrancesados, de una parte de la comunidad francesa. Situado en Pedralbes, al pie de la montaña, es un complejo de edificios casi idénticos a tantos liceos de la geografía francesa, con su campo de deportes y su gimnasio. El gimnasio fue el lugar elegido por Macron para dirigirse a los franceses de Barcelona. “Vosotros estáis mucho más avanzados que los acuerdos políticos”, les dijo el presidente, aludiendo al hecho de que as relaciones humanas entre ambos países han sido, durante mucho tiempo, más estrechas que entre sus Gobiernos.
La escenografía de la reunión era particular: 400 personas en el público y un podio desde el que Macron pronunció un discurso. Había un aire de mitin, y sin duda una buena parte de los asistentes eran macronistas. Profesionales de las nuevas tecnologías, cargos directivos en multinacionales, emprendedores. Es una muestra de los franceses de Barcelona, pero no de todos, como recuerda el corresponsal francés en Barcelona Henry de Laguérie, que conoce bien a esta comunidad. ”Es una comunidad que va más allá de lo que puede ser una típica comunidad expatriada, de enviados por empresas”, explica Laguérie. “Hay muchos jóvenes que vienen porque esta ciudad atrae. Gente de la tecnología, de la nueva economía. Y muchos que se han instalado durante la covid para teletrabajar desde aquí. Es diversa, con muchos círculos.”
En las elecciones presidenciales y legislativas gana Macron en Barcelona, pero los candidatos de la izquierda –en un ciudad con una aura izquierdista– tienen tirón. En las últimas legislativas, el ecologista Renaud Le Berre quedó primero en la primera vuelta de las legislativas como representante de los franceses del extranjero, aunque perdió en la segunda ante el macronista Stéphane Vojetta. Le Berre es profesor en el Liceo francés.
Después del discurso, y de cantar la Marsellesa y entonar un “Vive l’amitié franco-espagnole, vive la République y vive al France”, Macron bajó del podio y se sometió a uno de sus ejercicios políticos favoritos: el baño de masas. La mecánica es la misma, sea en una ciudad desindustriualizada del norte de Francia donde barre la extrema derecha, o en un gimnasio de una escuela en un barrio pijo de una ciudad mediterránea. El presidente habla con unos y otros, se interesa por sus vidas y responde a sus preguntas, se hace selfies. Cuando el público es hostil, el ejercicio puede dar pie a escenas de tensión, o a discusiones acaloradas.
El jueves el público no era hostil, al contrario. Pero se produjo un episodio que le recordó a Macron, si es que se dio cuenta, el conflicto social y político que tiene en Francia por la reforma de las pensiones, y que estuvo a punto de echar por tierra la placidez de su jornada barcelonesa. Sucedió cuando empezaba el discurso. Un hombre joven apareció con una camiseta que decía: “No a su reforma de las pensiones”. Un guardia de seguridad se lo llevó. Un cámara lo registró. No es tan fácil escapar de Francia. Ni en Barcelona.
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