Aumenta el consumo compulsivo de alcohol: “Te crees que solo te gusta beber, pero es un refugio para camuflar las emociones”

Los hábitos de riesgo casi se doblan en cinco años entre los jóvenes de Barcelona y los expertos atribuyen parte del repunte a la pandemia: “Tras todas las crisis, el consumo aumenta”

Antonio Gámez, de 54 años, cerca del CAS Horta donde es usuario por alcoholismo.Albert Garcia

Antonio Gámez tuvo una recaída hace un año. “Fue puntual. Bebí un día y no he vuelto a hacerlo”, dice. No sabe con certeza por qué sucedió, pero asegura que desde entonces no ha vuelto a consumir. “Ahora tomo agua y cola-cola, es la mejor receta”. Su relación con el alcohol viene de lejos, desde sus años en la mili, cuando acababa arrestado cada dos por tres por liarse a mamporros con sus compañeros tras perder el control con la bebida. Eran años tiernos, apenas había cumplido los 18 y la fru...

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Antonio Gámez tuvo una recaída hace un año. “Fue puntual. Bebí un día y no he vuelto a hacerlo”, dice. No sabe con certeza por qué sucedió, pero asegura que desde entonces no ha vuelto a consumir. “Ahora tomo agua y cola-cola, es la mejor receta”. Su relación con el alcohol viene de lejos, desde sus años en la mili, cuando acababa arrestado cada dos por tres por liarse a mamporros con sus compañeros tras perder el control con la bebida. Eran años tiernos, apenas había cumplido los 18 y la frustración lo consumía. “Había sido un niño triste, tenía mucha rabia acumulada y bebía demasiado. Mi alcoholismo empezó allí, cuando era joven, y aún convivo con él”.

Gámez tiene ahora 54 años. Nació en Osuna (Sevilla) y vive en Barcelona desde los cuatro años, cuando su familia se instaló en una de las barracas de Can Baró. Tiene el alta médica, pero se acerca al Centro de Atención y Seguimiento (CAS) Horta para participar en las terapias de grupo para personas alcohólicas. Habla con claridad de una patología que le ha acompañado toda su vida, con idas y venidas. “A los 21 años tuve a mi primera hija. Yo bebía y generaba muchas discusiones en casa. Rompía cosas y me descontrolaba. Me di cuenta de que tenía un problemón: no era lo que yo bebía, sino lo que yo cambiaba. Entonces pedí ayuda”.

Ahora alza la voz para exponer su tormento y señalar las dolencias del alcohol. “Es legal, pero es una droga”, recuerda. Pretende que los jóvenes no pasen su calvario, especialmente en un momento de cambio de hábitos. Según los últimos datos de la Encuesta de Salud de Barcelona, correspondientes al año 2021, el consumo compulsivo de alcohol ha aumentado considerablemente, especialmente entre los jóvenes, en comparación con el último balance, de 2016. Las cifras reflejan que el 20,6% (uno de cada cinco) de los hombres de entre 15 y 44 años consumen cantidades “de riesgo”, por el 12,1% que lo hacían hace cinco años. Entre las mujeres, el crecimiento es aún mayor: del 6,3% al 13,2% actual. El consumo de riesgo también se ha doblado en los mayores de 65 años. Se considera de riesgo aquel consumo de 17 unidades semanales o más en mujeres, y 28 o más en hombres: una copa de vino, una cerveza, un chupito o un carajillo equivale a una unidad, mientras que un combinado equivale a dos.

Loida Fandos, usuaria del centro, conversa con una psicóloga.Albert Garcia

“Parte de este aumento del consumo compulsivo puede deberse al impacto de la pandemia”, considera Montse Bartroli, responsable del Servicio de Prevención y Atención a las Drogodependencias de la Agencia de Salud Pública de Barcelona (Aspb). Bartroli define el alcohol como “un regulador emocional” y considera que su consumo aumenta tras una crisis o escenarios de incertidumbre socioeconómica. “Y eso ocurrió con la covid”, apunta, y añade que se necesitará un tiempo adicional para ver si esta tendencia creciente se mantiene o si fue una excepción por los confinamientos.

Gámez defiende que su alcoholismo derivó precisamente de su incapacidad para gestionar las emociones en un entorno hostil. “Mi madre bebía mucho. En casa había gritos y peleas y se generaban unas emociones que como niño no sabes de dónde vienen. No sabía gestionar todo aquello y empecé a beber. Me sentía más alegre y se camuflaban todas aquellas emociones de pena y tristeza. Te crees que solo te gusta beber, pero es un refugio”, remarca el hombre.

Sesgo de género

El alcohol es la primera causa de inicios de tratamiento por consumo de sustancias psicoactivas en los CAS de Barcelona, especialmente entre las mujeres. El 54,9% de los tratamientos femeninos vienen motivados por el consumo del alcohol, por el 43,5% entre los hombres.

Loida Fandos (Barcelona, 50 años) empezó a tratarse hace años. Empezó a beber habitualmente a los 20 años, cuando trabajaba en la hostelería, y denuncia el estigma que sufren las mujeres alcohólicas. “Nos miran mucho peor que a los hombres. Ellos van al bar, beben y no pasa nada; pero nosotras parece que no tenemos que beber nunca. Está muy mal visto por la sociedad y es hipócrita”.

Esa sensación de incomprensión lleva a las mujeres, entienden los expertos, a beber a escondidas. “Existe un sesgo de género”, apunta Mar Torrella, psicóloga del CAS Horta. “Se atribuye a las mujeres el rol de cuidadoras, de sensibles y de madres emocionales. Y cuando consumen la gente pregunta ‘dónde estarán sus hijos’ o directamente dice ‘qué puta’. Esto a los hombres no les ocurre”. Al final, de nuevo, las mujeres sufren el alcoholismo en silencio. “Cuando vienen hombres a tratarse, llegan acompañados por sus familias; mientras que cuando entran mujeres, lo hacen solas”, cierra Bartroli.

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