Vidas amputadas en el mar
Salvamento Marítimo alerta de un aumento de imprudencias por parte de embarcaciones de recreo. Familiares y víctimas piden cambios normativos y más controles para evitar muertes
El pasado 15 de abril, Belen Tábara perdió a su hermano Juan Manuel, un reconocido oftalmólogo de A Coruña de 59 años y experimentado deportista. Fue arrollado por una lancha de carreras mientras nadaba en la pontevedresa playa del Silgar (Sanxenxo, Pontevedra). El piloto, de 36 años, está en libertad con cargos acusado de homicidio imprudente. “Era Viernes Santo y hacía un día espléndido de sol y calor. La playa estab...
El pasado 15 de abril, Belen Tábara perdió a su hermano Juan Manuel, un reconocido oftalmólogo de A Coruña de 59 años y experimentado deportista. Fue arrollado por una lancha de carreras mientras nadaba en la pontevedresa playa del Silgar (Sanxenxo, Pontevedra). El piloto, de 36 años, está en libertad con cargos acusado de homicidio imprudente. “Era Viernes Santo y hacía un día espléndido de sol y calor. La playa estaba atestada de gente. Y él salió a nadar con total normalidad, como hacía siempre, con una boya reglamentaria y su gorro fosforito. Iba acompañado por un amigo y no se salió de la zona de baño. Y, sin embargo, una lancha lo mató. Estoy segura de que intentó sumergirse en el último momento para esquivar las hélices. Era un experto buceador. Pero la lancha iba demasiado rápido, y en cuestión de segundos lo embistió. Me niego a pensar que esto pueda salir gratis. No quiero que la muerte de mi hermano sea en vano”.
Más allá de la posible condena al acusado, Tábara está dispuesta a batallar para que la muerte de su hermano se traduzca en algo más que una sentencia judicial. “Sobre todo, que a nadie más le vuelva a ocurrir lo mismo”. La mujer pide cambios normativos y más controles en las costas para evitar imprudencias que acaban con vidas de nadadores, buceadores o pescadores submarinos, los más débiles de los mares.
El 1 de julio de 2019 y también en Sanxenxo, Manuel Ángel Fernández Bouzas, de 36 años, perdió la vida cuando practicaba pesca submarina. Tampoco iba solo y llevaba también una boya reglamentaria. El pescador submarino Diego Calviño lo acompañaba y trató de reanimarlo. No lo consiguió. Las heridas de las hélices eran demasiado profundas y se apagó entre sus brazos. “Estábamos muy cerca de la costa. En una zona de resguardo, donde se pesca habitualmente. Tras el golpe, la lancha huyó y nunca más se supo”, relata Calviño tres años después. El pescador aficionado todavía arrastra el trauma y, confiesa, no ha vuelto a practicar su pasión. “Se me han quitado las ganas”, admite.
No solo ocurre en Galicia, ni es tampoco una excepción. Salvamento Marítimo confirma que ha notado un incremento de imprudencias este verano y alerta de un descontrol y falta de conocimiento generalizado en el mar. Más de la mitad de las intervenciones del cuerpo de rescate se centran en este tipo de embarcaciones en verano. De ahí que esta temporada haya querido centrar su campaña de prevención en esta náutica. En total, de junio a septiembre del pasado año se asistieron en toda España a más de 1.100 usuarios de embarcaciones de recreo.
El sector está al alza. Concebido como turismo seguro durante los veranos de la pandemia, en 2021 creció un 17% en España con respecto al año anterior, y superó la barrera de las 7.000 matriculaciones, algo que no se producía desde 2008. El cuerpo de emergencias presentó la campaña de verano el pasado 6 de junio en Ibiza y anunció que iba a intensificar la colaboración con la Guardia Civil. En 2021, la Benemérita Civil inspeccionó 2.684 de estas embarcaciones, según datos del cuerpo policial.
Las imprudencias a motor se apoderan del mar y arrinconan a los usuarios en las costas. Lo vivió en carne propia hace escasamente una semana en la paradisíaca cala de Gat de Mallorca la buceadora Marina Castelló, que evitó en el último momento ser decapitada por una lancha. La buceadora practicaba apnea junto a una embarcación de apoyo y una boya. Cuando emergió a 50 metros de la costa, una embarcación pasó a toda velocidad sobre su cabeza.
Castelló consiguió zafarse en el último momento, y salvó la vida. Todo quedó registrado en vídeo porque en ese instante su compañera Nara Ishikawa la estaba grabando desde el fondo con una cámara submarina. Cuando emergió, la lancha ya desaparecía en el horizonte a toda velocidad. “No podemos dejar que algo tan previsible como los atropellos en el mar nos arruinen la vida y la de nuestras familias”, explica por teléfono Ishikawa, que ha cedido las imágenes del momento a EL PAÍS para denunciarlo públicamente.
Hace un mes, otro hombre falleció en la playa de les Salines, en Calafell (Barcelona), cuando una embarcación arrancó motores y las hélices le causaron heridas de muerte en la playa. “Todo el mundo está más desatado, sobre todo este año”, confirma Daniel Fernández, jefe del Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo en Barcelona. Fernández cree que el problema recae en que la gente se está acostumbrando a alquilar embarcaciones, desde kayaks, tablas o botes a pedales (que no necesitan licencia de navegación) hasta motos de agua y pequeños barcos que, si bien sí necesitan permisos, en demasiadas ocasiones son manejados por gente sin conocimientos náuticos suficientes. O directamente no respetan las velocidades, ya sea por desconocimiento o imprudencia. O por ambas a la vez.
Fernández explica que es necesario implementar los controles en las empresas de alquiler, y enfatiza sobre la falta de medios del cuerpo de emergencias para llegar a todos los casos. “Hay más saturación en el mar que antes. Hay que tener en cuenta que se han multiplicado otras prácticas, como la del paddle surf. Y que hay un incremento de las motos acuáticas”, añade.
Las motos de agua, muy veloces, causan también una gran contaminación acústica. En el parque natural de Cap de Creus (Cataluña), allí donde los Pirineos encuentran su final en el Mediterráneo, su director, Ponç Feliu, quiere prohibir su uso a partir del próximo verano. Consciente del problema, el Ayuntamiento de Calvià, en Mallorca, ha ampliado sus áreas de baño para crear zonas más seguras. Este vehículo, en auge por su fácil manejo, es muy típico en puertos deportivos de alto nivel adquisitivo, donde grandes yates que se sirven de ellos como embarcación de apoyo con la que llegar a tierra y hacer pequeñas excursiones sin necesidad de levantar anclas.
En el Puerto de Andratx (Mallorca), antiguo pueblo de pescadores hoy reconvertido al turismo de lujo, es habitual escuchar el zumbido de estas embarcaciones entrando a puerto a toda velocidad, pese a que por normativa deben reducirla a tres nudos. También se observan carreras frente a algunas calas. En 2021, la Guardia Civil realizó 1.686 inspecciones a motos náuticas y en casi el 40% de los casos hubo propuesta de sanción.
Un portavoz de MallorcaBlue, una organización ambientalista que trabaja por la conservación del mar balear, dice que ha aumentado la sensación de miedo entre los que nadan o realizan esnórquel por la costa: “un derecho universal que nuestras administraciones deberían velar y proteger”, defiende. La entidad pide revisar y actualizar la actual normativa estatal. Según la ley de costas, las embarcaciones a motor pueden circular a cualquier velocidad a más de 200 metros de playas sin balizar y a más de 50 en costa rocosa, distancia a partir de la cual tienen que rebajar la velocidad a tres nudos. En el caso de las motos de agua, la norma prohíbe circular a más de tres nudos a menos de 200 metros de todo el litoral.
MallorcaBlue cree que la norma ha quedado desfasada, ya que no se ha adaptado al aumento del número y potencia de las embarcaciones de los últimos años, y pide ampliar la distancia a los 300 metros en todo el litoral (costa rocosa incluida), igual que sucede en Francia. La organización cree que se protegería a los más débiles y se reduciría la contaminación acústica en el litoral de manera muy notable, además, ve necesario aumentar el control con sanciones. Fuentes del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana recuerdan que las Comunidades Autónomas tienen competencia para regular limitaciones más específicas en sus aguas, y defienden que la norma estatal es ya de por sí segura. “Tal vez el problema es que, en muchos casos, hay desconocimiento y una falta de civismo por todos aquellos que disfrutan del mar”, detallan. La misma fuente defiende que la solución no pasa por un endurecimiento de las normas, sino por su mayor difusión entre los usuarios.
Belén Tábara cree que también son necesarias más campañas de concienciación. “Es necesario una cultura de que se tiene que cumplir la legislación. Mi hermano ya no va a volver. Pero, al menos, me gustaría que su muerte sirviera de algo. Que nadie más se vaya de la vida de esta manera”.